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portada-sal.jpgEsa sal en la lengua para decir manglar
Silvina López Medín Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2014.

Por Elba Serafini
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No. 76/Febrero 2015


 

Como casi siempre sucede, leer y re-leer un texto implica respectivamente descubrirlo y re-descubrirlo.
La primera lectura suele no ser igual a la siguiente o siguientes; algunas veces encontramos un texto nuevo a través de ella, eso nos obliga a permanecer para descifrar más; en otras ocasiones, una segunda lectura puede decepcionar.

El poemario Esa sal en la lengua para decir manglar no decepciona, al contrario, en cada lectura reverbera
la primera imagen, existe una voluntad por hacerla más nítida, más realista; ésta cobra un brillo que se impregna.

Su autora, Silvina López Medín, nació en Buenos Aires, es Licenciada en Economía; Primer Premio Iniciación de la Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación y Premio internacional de Poesía a la Creación joven de la Fundación Loewe por su libro de poemas La noche de los bueyes (Madrid, Visor, 1999). También escribe teatro, y su obra Exactamente bajo el sol (Teatro del Pueblo, 2008) recibió el tercer Premio de Obras de Teatro del Instituto Nacional del Teatro y participó del Festival Internacional de Buenos Aires.

En la primera parte de la obra, titulada “A la sombra de esos árboles”, la protagonista parece querer regresar a la familia de la infancia, a los tíos, al padre, al abuelo, pero, surgen interrogantes: ¿podemos crear escenas y transformarlas en una realidad en donde no hay nada?, ¿bastan el deseo, el recuerdo o el mirar, para que aparezcan? Más aún, ¿se puede saborear el agua salada, arrojándose a la ausencia de mar? ¿Se puede nombrar la muerte como un sueño?  “…Y con un sueño poder decir que acabamos con los sufrimientos del corazón…” (Hamlet)

Volver a la infancia, al lugar de juegos, para intentar comprender al fin las cosas; detenerse en esas fotos, en sus marcas del tiempo,  y así ampliar el recuerdo para luego volver al desayuno de hoy: “…es verano en la foto/ una mano intenta tapar el brazo herido/ la otra a punto de secar, suspensa/ una gota que brilla en la frente/ como una lágrima corrida de lugar”.

En los últimos poemas de la primera serie hay un anuncio de lo que vendrá, un salto al presente, un viaje. En “Poemas del Ecuador” la referencia geográfica se enraíza con las palabras.

Los manglares casi escondidos, como lo que se piensa pero no se dice: “…toda esa sal en la lengua/ para decir manglar/ quizás haya que podar la palabra hasta su origen/ de árbol torcido/ tal vez cruja”.  

Navegar y querer que el agua que tiembla se lleve restos, arena y heridas: “Un banco de arena, una pausa/ de agua/ la mirada no se detiene/ el pozo imposible de la orilla”. Luego: “…Adiós/ dice una parte,/ La otra tacha/ lo definitivo/  ¿Adiós?”

La autora eligió la palabra italiana “Pentimento”, que significa “arrepentimiento”, para nombrar la tercera y última parte. Si nos atenemos a su significado más cercano al arte, sobre todo la pintura, se trata de la modificación que ha hecho un artista en una de sus obras. Sin embargo, si lo pensamos en la poesía, podríamos pensar que se aplica a los hechos que llevan a escribir: “¿Lo que escribís te pasó?”, se pregunta la voz poética.

El clima aquieta pero la atmósfera asfixia: “…Algo que se acumula en los papeles/ corta mi respiración”. Existe una mujer que fuma, mira, cae por el peso de las piedras, queda tachada por exceso de palabras, por buscar el mar. También existe otro, un espacio: “Un hombre. Una mujer. Una casa frente al lago./ Restos/ del texto abandonado como esas piedras de la playa/ que uno junta/ y en el fondo sabe va a soltar”.

En la quietud de la orilla, donde no se hace pie, pero se está a salvo, se puede recordar, re-crear, y presentificar el pasado. Y quizás al escribirlo se corrige, a la manera del artista, aquello que no nos agrada: se sueltan los papeles en el presente elegido.

 

 


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