burnside-web.jpg Tres poemas
John Burnside

Traducción de Jordi Doce



Us

This is what ought to be:
blue street, milk float,
the smell of ink and grain.

Nothing soothes the eye
as walls and fences do,
speckled with lilac rain

or snow-ridged, in
the seeping dawn.
Nothing soothes us more
than hedges and doors

and the sense of ourselves
as secret rooms,
deep in the one house,
busy with space and time.

 

Nosotros

Así debiera ser:
la calle azul, el carro de la leche,
olor a tinta y grano.

Nada conforta al ojo
como las vallas y los muros
salpicadas de lluvia verde

o crestadas de nieve, en
el alba que rezuma.
Nada nos calma tanto
como los setos y las puertas,

la sensación de ser
cuartos secretos
al fondo de la casa,
dedicados al tiempo y el espacio.

De Common Knowledge (Conocimiento comunal, 1991)

 

 

Domestic

Late afternoon in October:
light feathers the kitchen walls,
finds long-lost cousins
in saucepans and colanders.
Footballers slide back and forth
on the muddy distance,
their voices splashing the neat
straight-furrow rattle of tractors
like slops. The new ram
is penned in the yard:
biblical in his hard
angle of heat and smell
and over-cautious, he stands
bowed, as if space itself
kept changing and had to be learned
in shifts and slants.
We sit indoors, alone,
pressed to the silence
like wasps to a window pane.
If we think of the homes we have known,
or stops between tunnels
when silence steps up to a train
through frost-printed trees,
if we think of old lovers or schools,
blank fields of ragwort and stones
or moss-scaled crab-apple lanes,
it barely shows.
At teatime, lamps go on
across the valley.
The marmalade cat stares in
from the window’s gloaming
and, watched, we become what we seem
in the moth-coloured light,
like these figures we make in glass,
irredeemably bright.

 

Doméstico

Atardecer de octubre:
la luz empluma las paredes de la cocina,
encuentra primos largo tiempo perdidos
en sartenes y coladores.
Los futbolistas se deslizan de un lado a otro
en la distancia embarrada,
y sus voces salpican como fango
el limpio y recto traqueteo
de los tractores. El nuevo carnero
está encerrado en el patio:
bíblico en su inflexible
ángulo de calor y tufo
y demasiado cauteloso, permanece
encorvado, como si el propio espacio
cambiara sin cesar y hubiera de aprenderse
a base de permutas y planos inclinados.
Nos sentamos adentro, solos,
pegados al silencio
como avispas contra el cristal de la ventana.
Si pensamos en los hogares que conocimos,
o en las paradas entre túneles
donde el silencio aborda un tren
entre árboles que la escarcha ha marcado,
si pensamos en viejos amores o colegios,
campos de hierba cana y piedras
o caminos de musgo y manzanos silvestres,
apenas se nos nota.
A la hora del té, las lámparas se encienden
a lo largo del valle.
El gato anaranjado se detiene a observarnos
desde el fulgor de la ventana
y, a sus ojos, nos volvemos lo que parecemos
bajo la luz color polilla,
igual que estas figuras de vidrio que creamos,
incorregiblemente brillantes.

De The Myth of the Twin (El mito del gemelo, 1994)

 

 

Pisces

She loved the wet whisper of silt
when tidewater seeped away
and the estuary rose to the town
through copper light,

a tender of glass and scales
and driftwood varnished with salt,
a circle she walked for miles
in search of shells,

picking starfish from a sheet
of silver tension, puzzled by the trails
of viscera, the threads of bloodless meat
and resurrected forms that had no names

but offered kinship, memory, regret,
a pulse between the water and her hand,
the feel of something old and buried deep,
heartbeat and vision quickening the sand.

 

Piscis

Lo que amaba era el húmedo susurro del limo
cuando el agua de la marea se escurría
y el estuario se alzaba hasta la ciudad
en la luz de cobre,

una gabarra de vidrio y escamas
y madera flotante barnizada de sal,
un círculo que recorría durante millas
buscando conchas,

recogiendo asterias de una sábana
de tensión plateada, intrigada por las huellas
de vísceras, los hilos de la carne exangüe
y formas renacidas que no tenían nombre

pero brindaban parentesco, memoria, pesadumbre,
un pulso entre el agua y su mano,
el tacto de algo antiguo y enterrado en lo hondo,
la visión y el latido haciendo movedizas las arenas.

 


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