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No. 76 / Febrero 2015



Benjamín Valdivia
(Aguascalientes, Aguascalientes, 1960)



Inestabilidad, desperfectos y reparaciones del día


1. Los inestables

Los inestables pisan sobre un terremoto:
es un mareo su existir
y se les apagan las lámparas
que los mantenían junto a ti de pie.
Vieron tu luz, aspiraron
la embriaguez de estar contigo
en el mismo rumbo allí.
Pero le temieron al agua saciante,
al sabor de tu lengua,
a la explosiva fuente de tu libertad.
Su calma aparente los desvía por
domicilios de temor, de terror, de la
incertidumbre de sí, sin saber claramente
que tú los elegiste, que tus manos
los sostenían en la altura.
Hoy que pisan el aire
y descienden abruptos a la sombra
te quieren retener, te quieren alertar
con sus desilusiones propias.
Pero tú, con la elegancia de una orquídea,
floreces lumbre por las selvas altas
y los dejas respirar sombra
—su propia sombra—
porque en estas alturas ya no los puedes
esperar.


2. Los desperfectos del mundo

Cuando los desperfectos del mundo
se acumulan y gente
borrada
se aproxima a oscurecer la luz;
cuando llamadas de auxilio
nos hacen salir por otro lado de
los edificios públicos;
cuando el aire falta en la rueda universal
y a trompicones
bajamos la cuesta que interrumpe nuestro destino,
se desespera la esperanza,
van retrasados los encuentros previstos,
el alimento nos queda muy lejano.
Entre toda esa sombra, estás conmigo,
estoy contigo
y no importa jamás la quebradura
de toda la materia si
estamos juntos para aguantar lo sórdido
y renovar la veta de la vida
y despojar al mal.


3. La reparación del día

Entre la ciudad en que estás y la que estoy,
en el camino el carro traquetea:
suena como un crepúsculo bajando en avión hasta las piedras.
Debemos detenernos; ir por el hombre de los fierros
y quedar satisfechos de su negro oficio.
Ya levanta la máquina, las piezas le ajusta al destino
donde más le dolía.
Le damos a cambio la moneda parca
mientras allí cerca el mercado del pueblo
ofrece sus espejismos.
Ya nos comunicamos: nos anuncian las miradas
que estamos conformes y nos vamos a encontrar.
Después de edificar este equilibrio nuevo,
la tarde se sorprende
que al fin todo camine sobre ruedas.