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Periódico de poesía

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Silencio es la respuesta de la crítica de poesía mexicana frente a determinados libros, afirmaba recientemente el poeta y crítico uru­guayo Eduardo Olilán. Y nada más cierto: en el lapso de casi veinte años, el erudito y traductor Juan Almela (Madrid, 1934) ha publicado seis libros de poesía bajo el seudónimo de Gerardo Deniz, y lo que su ya considerable obra ha suscitado son apenas tres o cuatro artículos sesudos y un puñado de reseñas.

Aunque es a últimas fechas cuando el interés por la obra de Deniz ha crecido notoriamente —el presente trabajo es una prue­ba*—, nunca, no obstante, han faltado entusiastas. En 1971, Margarita Peña, hablando de Adrede (1970), su primer libro, saludaba a la poesía de Deniz "como una nueva adquisición de la poesía en la lengua castellana". Ese mismo año y a propósito de lo mismo, Germán Pardo García aceptaba, sí, que era "un tremendo poeta críptico, pero grande". Y anunciaba la incomprensión y el silencio: "Pocos serán los que lo acepten. Hay verdades estéticas que jamás podrán ser poseídas. Pero existen". Si en un lugar Ramón Xirau afirmaba que "Adrede es un gran libro de quien no temo en llamar un gran poeta", en otro se refería a Deniz como "lo mejor que tenemos entre los poetas todavía jóvenes". La opinión de Xirau es reveladora sobre todo porque los "poetas jóvenes" entre los que distinguía a Deniz como "lo mejor" son, hoy, escritores ampliamente conocidos y divulgados y, lo que es más importante, analizados y estudiados frecuentemente. La poesía de Deniz, en cambio, ha crecido y madura­do en un silencio casi total, como posesión exclusiva de unos cuantos "iniciados". En un medio literario como el mexicano, Deniz mismo es un misterio. De 1970 a la fecha se han publicado sólo tres fotos suyas, dos malísimas, en un periódico reciente, y una en la contraportada de su antología Mansalva (1986), donde se le ve más delgado que ahora, de lentes y con barba de candado.
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No. 75 / Diciembre 2014-Enero 2015


Gerardo Deniz

Silencio es la respuesta de la crítica de poesía mexicana frente a determinados libros, afirmaba recientemente el poeta y crítico uru­guayo Eduardo Olilán. Y nada más cierto: en el lapso de casi veinte años, el erudito y traductor Juan Almela (Madrid, 1934) ha publicado seis libros de poesía bajo el seudónimo de Gerardo Deniz, y lo que su ya considerable obra ha suscitado son apenas tres o cuatro artículos sesudos y un puñado de reseñas.

Aunque es a últimas fechas cuando el interés por la obra de Deniz ha crecido notoriamente —el presente trabajo es una prue­ba*—, nunca, no obstante, han faltado entusiastas. En 1971, Margarita Peña, hablando de Adrede (1970), su primer libro, saludaba a la poesía de Deniz "como una nueva adquisición de la poesía en la lengua castellana". Ese mismo año y a propósito de lo mismo, Germán Pardo García aceptaba, sí, que era "un tremendo poeta críptico, pero grande". Y anunciaba la incomprensión y el silencio: "Pocos serán los que lo acepten. Hay verdades estéticas que jamás podrán ser poseídas. Pero existen". Si en un lugar Ramón Xirau afirmaba que "Adrede es un gran libro de quien no temo en llamar un gran poeta", en otro se refería a Deniz como "lo mejor que tenemos entre los poetas todavía jóvenes". La opinión de Xirau es reveladora sobre todo porque los "poetas jóvenes" entre los que distinguía a Deniz como "lo mejor" son, hoy, escritores ampliamente conocidos y divulgados y, lo que es más importante, analizados y estudiados frecuentemente. La poesía de Deniz, en cambio, ha crecido y madura­do en un silencio casi total, como posesión exclusiva de unos cuantos "iniciados". En un medio literario como el mexicano, Deniz mismo es un misterio. De 1970 a la fecha se han publicado sólo tres fotos suyas, dos malísimas, en un periódico reciente, y una en la contraportada de su antología Mansalva (1986), donde se le ve más delgado que ahora, de lentes y con barba de candado.