No. 77 / Marzo 2015


Ciclos de Poesía Joven “Reinvención”: los poetas hacen su propia historia


Por Diego Espíritu


La historia de la poesía es la historia de la libertad. La tradición es un invento, como diría Octavio Paz. La trayectoria de las voces siempre implica una fluctuación estética en una pugna constante de apropiación retórica y de temas de unos hacia los otros. La poesía, pues, siempre está en movimiento. Hay que desconfiar de todo aquel que intente definir la poesía en términos finales: cualquier juicio último no sería sino un acto dogmático.

Un cúmulo de preguntas define a esta generación más que uno de respuestas: la posición frente al mundo o frente a la historia, la veta crítica o la ingenuidad poética, un discurso explicito o la ausencia de una posición concreta. De la única certeza que puede estar segura la generación de poetas nacidos en los noventas es de que no tiene una. El vocabulario con el que los poemas se están escribiendo es un léxico inédito. Hay, en todo caso, la construcción lenta y paulatina de una cosmovisión nueva, que en ningún momento puede jactarse de ser homogénea.

La novísima poesía mexicana se caracteriza por tener puntos de encuentro tan disímiles que sus voces son puntos de fuga que se bifurcan por todas las latitudes.  Influencias que, así como les permiten leer a Tao Lin, les permiten hacer lo mismo con Charles Simic, o, con el mismo temple, ser capaces de abordar a Joseph Brodsky o a Gerardo Deniz, y demorarse en la poesía de Haroldo de Campos o la de Héctor Viel Temperley; leer desde Leopoldo María Panero  hasta Raúl Zurita, pasando por los hermanos Lamborghini, Oswaldo y Leónidas. No existe un único abrevadero, ni tampoco un lenguaje exclusivo. Tal vez, lo único que comparten es el ímpetu parricida de relevar a los inmensos monolitos poéticos que han poblado el páramo mexicano de la literatura.

Eduardo Milán distingue en Poemas y antipoemas de Nicanor Parra,  -así como en la poesía concreta de Brasil, y en la estela vanguardista de En la másmedula de Oliveiro Girondo- una ruptura significativa en el registro poético en Latinoamérica. Con la publicación en 1996 de Medusario, la brecha se había ensanchado hasta abrir una nueva senda. La poesía contemporánea saltó de la página, pero sin dejar de regodearse en ella: la oralidad es recuperada con la escritura haciendo igual de importante el poema como su lectura. Esta especie de resquebrajamiento pretende dar cuenta del carácter ambivalente de la poesía que se instaura a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuya estela ha permeado definitivamente a las generaciones nuevas. La poesía joven ha sido atravesada por la técnica, entendida esta como tecnología; las fronteras se ensanchan hacia la periferia de la interdisciplina. Los grandes temas no se olvidan pero han sido copados de bicicletas y tiburones, metapoemas o caligramas modernos que abrevan de la retórica gráfica. Los hashtags se han colado donde antes solo había endecasílabos, el hipervínculo lleva literalmente a otra dimensión la intertextualidad literaria, e incluso el espacio en blanco es un continente de significado. No queda resquicio que no sea poetizable. La responsabilidad es del poeta: no hay productos acabados, sino poemas a la deriva.

Hay en el “error” premeditado una virtud que los poetas de  generaciones pasadas tomaron inmediatamente como defecto del poema. El signo habita el espacio antes ocupado por el fonema y el lenguaje inédito no se identifica con la corrección de la lengua. La hibridación se mantiene como única certeza estilística y el único criterio estético es que el poema como artefacto funcione con sus propias reglas. Existe una progresiva recuperación de actitudes frente a la poesía, antes completamente ignoradas o conocidas por un selecto séquito. Un ejemplo ilustre de esto es el caso del poema-objeto de Ulises Carrión o el reconocimiento cada vez mayor del legado poético de Mario Santiago Papasquiaro. Incluso sin querer o con plena conciencia de ello, reconocen en “Esto es sólo para decir”, célebre poema de William Carlos Williams, y en la aparente mundanidad de Ricardo Castillo en el Pobrecito Señor X una poética distinta a la del ‘decoro’ que les antecede con justicia. El humor se ha colado en forma de ironía para desmitificar el halo sublime que suele envolver a cierta poesía. La poesía nueva evita a toda costa los lugares comunes, -metáforas relamidas una y otra vez por los mismos poetas- colecciona imágenes poderosas donde todo parece estar permitido. El encabalgamiento ha roto la forma, antes aletargada, en bloques: emerge una voz en diálogo que anula el yo lírico o lo explota en mil pedazos, haciendo de cada poema un collage o una sinfonía. El registro conversacional, por ejemplo, de La Zanjita de Juan Desiderio, poeta argentino, ha superado por completo al coloquialismo y en la frontera de la palabra con la imagen, el cuerpo y el sonido, la poesía joven mexicana se va consolidando.

Así, Los Ciclos de Poesía Joven “Reinvención”, recuperan en distintos momentos y nombres las elementos mencionados que aún en ciernes ya se vislumbran. Alimentado principalmente de los poetas que están siendo recogidos en Órfico. Poesía joven Hispana [http://www.orficorevista.com/] , los ciclos tienen sus inmediatos antecedentes en la Antología elaborada por Cuadrivio Ediciones Poetas parricidas, donde nombres como Andrea Alzati, Alejandro Baca, Juan Manuel Zermeño, Juan Carlos Franco, Pablo Piceno, entre otros, repiten. Entre los casos concretos que se consideran hallazgos resalta el de Adrián Mendieta Moctezuma, nacido en 1995 y el de Melissa Nungaray Blanco, de 1998.

También, surgen de las páginas de Astronave. Panorámica de poesía mexicana, a cargo de Gerardo Grande y Manuel de J. Jiménez, nombres como José Serrato, Alexa Legorreta, Irma Torregosa (el número 165 de la revista Punto de partida  de la UNAM fue el dossier tomado como referencia). A su vez, los blogs han sido una interfaz vital para esta generación , suplantando en ocasiones el filtro editorial con una serie de retweets y compartidos, que nos hacen pensar en el like como la nueva moneda de cambio que se equipara a una especie de premio literario instantáneo – muchas veces engañoso-, haciendo del Internet un enorme taller donde la crítica no siempre es productiva. En este sentido, la presencia de poetas como Emmanuel Vizcaya, Eduardo de Gortari y Xel-Ha López, nos remiten hasta el blog http://devrayativa.blogspot.mx/ que después conformaría la base de lo que sería la Red de los poetas Salvajes como un no tan remoto precedente de estos poetas jóvenes. También, cabe destacar la presencia de Martín Rangel, Aleida Belem Salazar, Paola Llamas y  David Meza, todos ellos publicados en el Tumblr Tenían veinte años y estaban locos, coordinado por la poeta española Luna Miguel. 

Así,  Los Ciclos de Poesía Joven “Reinvención”, con la revista digital Órfico como su principal centro de gravitación editorial, pretenden oxigenar el panorama de la poesía joven mexicana sin hacer de ese horizonte una frontera. Así, aspiran a romper el siempre exclusivo cerco de los lectores de poesía: los mismos poetas.

La transgresión se ha vuelto una palabra tan polisémica como la poesía misma. Cada poeta debe darle un significado, pues no existe la subversión poética sin antes el ultraje del patrimonio de la tradición a la que, innegablemente, fuimos arrojados. El concepto aparentemente vitalicio del canon ha perdido vigencia. Sin embargo, la prueba para estos poetas en crecimiento consistirá en hacer emerger poco a poco una madurez en forma de poética desde sus primeros poemas. Claro está, no existe tal cosa como una voz poética, pues las fluctuaciones entre una creación y otra pueden llegar a ser una oscilación trepidante. Como diría Serge Pey: "los poetas hacen su propia historia. La emancipación de la poesía será obra de los poetas mismos".