...................................................................

resena-77-rodriguez.jpg Reino del apóstata
Diego Rodríguez Cubelli
Lo Que Vendrá Ediciones
Montevideo, 2014.    

Por Alfredo Fressia
.....................................................................

No. 77/Marzo 2015


 


Se podría decir así: Diego Rodríguez Cubelli nació en Montevideo en 1990 y este es su primer libro.

Al situar al poeta en el espacio y el tiempo, el lector podrá figurarse, por ejemplo, la gran juventud de un autor que nos entrega su Reino enteramente conquistado en el siglo XXI uruguayo. No es poca información, por cierto. Pero Diego siempre reserva sorpresas a su público. Porque hay varios Diegos en Diego, y superpuestos. Por ejemplo, es útil que los lectores de estos poemas sepamos que se trata de un músico eximio, intérprete del bandoneón, el instrumento que, según la tradición, sería el más difícil, o el más exigente de todos.

Y el bandoneonista, miembro del trío El berrodo, es también editor de Lo que vendrá, una de las pocas revistas de poesía de este Uruguay del siglo XXI. Y además este editor publica también en su sello homónimo a poetas nacionales. Y lo hace como acto de amor, que no otra cosa ha de ser la edición de poesía. A saber, edita con criterio crítico —todo editor es o debería ser un crítico literario— y con la dedicación artesanal de quien literalmente diseña, arma, imprime y pega cada ejemplar.

¿Hay más Diegos? Sí, el poeta. El tanguero y el editor no escondían la ñata contra el vidrio de la poesía, claro, y esto desde dos plaquettes —de poquísimos, contados ejemplares cada una— donde el poeta había reunido textos que nacieron bajo el asombro de la poesía.

Asombro que exigía una reflexión, esta que se hizo poesía y que el lector tiene ahora en sus manos bajo la forma de un primer libro autoral. Diego sitúa su reflexión a partir de un canon de autores nacionales en este Uruguay ya enteramente entrado al milenio, pero lo hace con vocación universal, bien plantado en su territorio y sin ningún límite localista.

Así, el poeta comienza su obra, la que se extenderá en el tiempo, pensando a la poesía —no había mejor augurio para una obra poética—, reconociendo su instrumento, así como debe de haber estudiado durante años su otro instrumento, el musical, el difícil. Y uno puede aventurar que su labor de editor lo ha auxiliado, porque sin duda los años de contemplación forman parte de la larga, intensa formación de un poeta.

Eso sí, aquí la primera persona entra en un planeta sin gravedad y pierde peso. Ocurre con quien aprende filosofía y descubre la parte de azar en la creación —dados, timba y, claro, la poesía cruel de no pensar más en uno mismo.

Más bien, surge de la reflexión autoral —de este largo poema, o de este poemario orgánico— una poesía que no es representación del mundo sino signo nuevo, creado, buscado y colocado en el mundo por el creador. "Apostasía", en griego, es un "alejarse" (ἀπoστασία), y la gran renuncia de este apóstata, autor de un reino, va más allá de negarse a ser mero signo del mundo, es también la renuncia al silencio.

Al cerrar este libro, uno podría decirle a su autor: Ya no podrás callarte más. Pasaste la vidriera, ahora estás adentro. El asombro se te hizo carne, el azul de frío tomó cuenta de ti y te convirtió en este poeta al que serás fiel, Diego, apóstata nuestro, te guste o no. Y sabías que es cuajo arduo la poesía. Adelante, ahora es tu vez.

 

 


Leer poemas...