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Tiffany Atkinson

No. 77 / Marzo 2015



Tiffany Atkinson
(Traducción de Inés Garland)

Mother in Dreams

My mother in dreams, dressed
like a refugee with penny-blacks where
her eyes should be, says in a TV voice
now, girl, what took you? Her forehead
franked with hurt as I lick her eyelids
shut and double her back through the tight
slit of the two-up-two-down-town-house
where my stepmother crackles with static,
cross-legged, purified, and fat with imminent
delivery. Must return my mother’s skin,
the slow Cyrillic of that unschooled hand.
Wake tangled in that cord, or choke
on words that just won’t cut it.




Madre en sueños

Mi madre en sueños, vestida
como una refugiada con estampillas raras
donde van los ojos, dice con voz televisiva
bueno, muchacha, ¿por qué tardaste? Su frente
franqueada por el dolor cuando lamo sus párpados
para cerrarlos y la devuelvo por la ranura
de la casa de dos pisos
donde mi madrastra cruje con la estática,
las piernas cruzadas, purificada y al borde del inminente
parto. Tengo que devolver la piel de mi madre,
el lento cirílico de su mano iletrada.
Despertar enredada en ese cordón, o ahogarme
con las palabras que no lo van a cortar.



The Man Whose Left Hand
Thought It Was a Chicken


did some things remarkably well, like
catching flies and finding dropped earrings
or contact lenses. Others –making omelettes
say– he learned to perform with his left hand
deep in a pocketful of seed. Mere incidentals
if your arm does chicken from the elbow down.
At times, for sure, sheer cock: up well before
he was, especially if his woman was in town,
cock-hand was known to arc at strangers in the pub
or jump soft objects. Shopping for fruit with cock-
hand was no joke. But there was hen-hand too,
heat-seeking, full of mild compulsions. These birds
knew a thing or two about the secret berries of
his lover’s flesh, the dust-bowl of her back. And
rumbled the acorn growing in her breast, and fluttered
at her cheekbones till she slept. Then for the kids
alone, the crazy bantam-hand of knock-knocks,
now-you-see-its. Still. To say the sun’s play through
his fingers made the brightest comb, to say he
crossed the road more often than required, to say
he only ever drove an automatic, never got promoted
and was photographed more often than he liked, to
say he almost had his own eye out a hundred times
is not to say the man was not his own man. No. He
was a flock of tangents and surprises. And without
him we have lost all memory, all possibility of flight.




El hombre cuya mano izquierda
pensaba que era un pollo


hizo algunas cosas notablemente bien, como
cazar moscas y encontrar aros perdidos
o lentes de contacto. Otras –hacer omelettes
digamos– aprendió a hacerlas con la mano izquierda
hundida en un bolsillo con maíz. Meros detalles
si tu brazo se hace el pollo desde el codo para abajo.
A veces, seguro, puro gallo: levantado mucho antes
que él, especialmente si su esposa estaba en la ciudad,
a mano de gallo lo conocían por provocar a desconocidos en el pub
o por cogerse objetos blandos. Comprar fruta con mano de gallo
no era broma. Pero también estaba mano de gallina,
que buscaba calor, llena de leves compulsiones. Este pájaro
sabía una o dos cosas de los frutos secretos de
la piel de su amante, del desierto de su espalda. Y
descubría las bellota que crecía en su pecho, y le revoloteaba
por las mejillas hasta que ella se dormía. Luego solo para
los niños, la loca mano de gallina de veo-veo
quién-es. Y aun así. Decir que el juego del sol a través de
sus dedos formaba la cresta más brillante, decir que
cruzaba la ruta más seguido de lo necesario, decir
que solo manejaba con cambios automáticos, que nunca fue ascendido
y que lo fotografiaron más de lo que le gustaba, decir
que casi se saca el ojo unas cien veces
no es decir que el hombre no se las arreglara solo. No. Era
una bandada de tangentes y sorpresas. Y sin
él hemos perdido toda memoria, toda posibilidad de volar.





No Warning:

we are fiercely drunk, and cruelties crackle
like old roses. Bed of thorns. How little
it takes to overturn the pliant geometries
of sex, to lose the nerve of loving. Not

the love itself. The nerve of it. The salmon’s
flex against the river-muscle, the insane
faith of the bud. All things that push against
the private and particular. It’s the tread
of borrowed boots, your leaving; but I do

not love you less for that. The moon takes
the objective view, posts bulletins across
the bed. And dawn is all mouth. Come back,
and we’ll plant the old resentments out. Brew
dodgy wines come autumn. Laugh. Grow fat.




Sin previo aviso:

estamos ferozmente borrachos, y las crueldades crepitan
como rosas viejas. Cama de espinas. Qué poco
se necesita para derribar las maleables geometrías
del sexo, para perder el valor de amar. No

el amor en sí. El valor necesario. El elástico empuje
del salmón contra el río-músculo, la fe
loca del pimpollo. Todas las cosas que empujan contra
lo privado y lo singular. Es el camino
de botas prestadas, tu partida; pero no te

quiero menos por eso. La luna toma un punto de vista
objetivo, manda comunicados a través
de la cama. Y la madrugada es pura boca. Vuelve,
y trasplantemos los viejos resentimientos. Elaboremos
vinos de mala calidad en el otoño. Riamos. Engordemos.



Leer "Introducción a la poesía de Gales"

 Tiffany Atkinson es profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Aberystwyth, en Gales, donde vive desde 1993. En 200 ganó el concurso nacional de poesía de Ottakar and Faber y en 2001 el Cardiff Academy International. Sus poemas se publicaron en diarios y antologías y su primer volumen de poesía reunida, Kink and Particle (2006) recibió la recomendación de la Poetry Book Society y ganó el premio Jerwood Aldeburgh First Collection Prize. Su segundo libro, Catulla et al, fue publicado por Bloodaxe en 2011 e ingresó en la lista de finalistas del libro del año 2012 de Gales. Realiza con regularidad lecturas y talleres en el Reino Unido y en el extranjero; es editora de poesía de The New Welsh Review.