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Mark
Strand

No. 78/ Abril 2015



Mark Strand
(Traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez)


La próxima época

I

Nadie lo ve, pero la arquitectura de nuestra época
Se está convirtiendo en la arquitectura de la próxima época. Y el resplandor

De la luz sobre las aguas es nada al lado de los cambios
Forjados allí, justo como nuestro capricho no significa

Nada contra el jalón constante de las cosas hacia el borde.
Nadie puede apara el flujo, tampoco nadie puede iniciarlo.

El tiempo se desliza; nuestras penas no se convierten en versos,
Y lo que es invisible se queda así. El deseo huyó,

Dejando solo una traza de perfume como estela,
Y tantas personas que amábamos se fueron,

Y ninguna voz viene del espacio, de los pliegues
De polvo y las alfombras de viento, para decirnos que ésta

Es la manera en que debía pasar, que si sólo supiéramos
Por cuanto tiempo durarían las ruinas nunca nos quejaríamos.

 

Dos caballos

Una cálida noche de junio
fui al lago, me puse en cuatro patas
y bebí como un animal. Dos caballos
se me acercaron para beber también.
Esto es asombroso, pensé, pero ¿quién me lo va a creer?
Los caballos me echaban un ojo de vez en cuando, resoplando
y dando cabezazos. Sentía la necesidad de responder, así que resoplé también,
pero titubeante, como si no quisiera que me escucharan.
Los caballos debían haber percibido que me contenía.
Se alejaron un poco. Entonces pensé que a lo mejor me habían conocido
en otra vida –aquella en que yo era poeta.
A lo mejor habían leído mis versos, pues en aquel entonces,
en el tiempo nebuloso cuando nuestro entusiasmo no tenía límites,
cambiábamos de estilo casi tantas veces como días tiene el año.

 

La noche, el portal
Quedarte mirando la nada es aprender de memoria
Lo que nos va a barrer a todos, y desabrigarte
al viento es sentir lo inalcanzable cerca.
Los árboles pueden bambolearse o quedarse quietos.
El día y la noche pueden ser lo que quieran.
Lo que deseamos, más que una estación o el tiempo, es el consuelo
De ser extraños, por lo menos para nosotros mismo. Este es el quid
Del asunto, por el cual, incluso en este instante, parecemos esperar
Algo cuya aparición sería su desvanecimiento
–El sonido, digamos, de unas pocas hojas al caer, o una sola hoja,
O menos. No hay fin para lo que podemos aprender. Aquel libro allá
Nos dice lo mismo, y nunca se escribió tomándonos en cuenta.

 

Leer reseña de Diego Alcázar en Periódico de Poesía núm. 77