Ensayo sobre Adán
Hay cinco posibilidades. Una: Adán cayó. Dos: lo empujaron. Tres: saltó. Cuatro: con apenas mirar al precipicio se sumió en el silencio. Cinco: a Adán no le pasó nada digno de mención.
La primera, que cayó, es demasiado simplista. La cuarta, el miedo, la hemos descartado tras someterla a examen. La quinta, que no le pasó nada, no tiene gracia. La elección es entre: saltó o lo empujaron. Y la diferencia entre ambas
es solo una cuestión de si los demonios trabajan de adentro hacia fuera o de afuera hacia adentro: la pregunta teológica fundamental.
Las recetas de Empédocles
Sangre y músculo: aproximadamente las mismas cantidades de tormenta, tierra, fuego y el aire diáfano de las alturas que se combinan en lagunas.
Hueso: hecho en cavernas con dos partes de tierra, dos partes de hambre resplandeciente, y cuatro partes de fuego famélico.
Los comentaristas dicen que el hambre de Empédocles es solo agua. Y los comentaristas dicen que la última fórmula de Empédocles fue la de
la mente: hecha en volcanes a partir de ojos cauterizados y músculo evaporado, sangre y hueso.
El corazón es aceite
Si un hombre se ve en un sueño viendo su rostro En un espejo, cuidado: significa otra mujer. —Papyrus Chester Beatty III, Museo Británico (Tebas, dinastía XIX)
Si un hombre sueña y se ve a sí mismo soñando un sueño en el que se ve a sí mismo en un espejo viendo que el corazón es aceite que cabalga la sangre, como una cubierta hacia la cual se aproxima, sus huesos como un barco y su estómago tensado en una vela en la corriente de su aliento,
si éste es su ojo en el espejo viendo su ojo en el sueño viéndose en el espejo en el que ve su ojo viéndose en un sueño en un espejo, su rostro reflejado en aceite y que se arruga de vez en cuando en la corriente de su aliento,
el espejo fluirá y el corazón se dispondrá como vidrio en el marco de sus huesos en las paredes de su aliento, su sangre tan fina como el papel y la plata, en un sueño en el que se ve viéndose en un espejo viendo
que los huesos flotarán y el corazón se conmoverá, sus huesos en su garganta y su estómago tensado como una vela en la corriente de su aliento, su sangre llena de vidrios rotos y su rostro como un papel rasgado viéndose en el espejo de su corazón que se desperdiga como aceite en el espejo de su aliento.
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