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portada-broza.jpg Broza
Antonio Manilla
Pretextos
Valencia, 2013.

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No. 78/Abril 2015


Campo de Fiori

Big Bang

Todo comienza con un estallido,
una explosión fundacional del éter
que pone al mundo en movimiento: esferas
ensayando un acorde, un mar de magma,
el lento proceder de una espiral
—la forma primigenia— igual que humo.

Después se estira el tiempo que ha nacido
violentamente. Tensa el cuerpo elástico
hasta que, vuelto sobre sí, conforma
—en el límite— un ancho mar de astros
en perplejo equilibrio de galaxias:
ha nacido el espacio, es una curva

pareja de contrarios que se avienen
a una impuesta conformidad menguante
sobre la cual la luz, igual que un rayo,
cabalga impunemente. Son milenios
de viaje en soledad, inanes, muertos,
entre universos yertos o arrasados.

Planetas, atracciones, nebulosas y órbitas
frágiles se conforman. Y todo se propaga
sin su por qué ni adónde hasta encontrar un hueco
y un lugar en la historia. Súbitamente, entonces,
el crecer infinito comienza a refrenarse
con una contracción como de cuerda rota...

Hasta que al fin comienza su deriva,
su vuelta a la semilla —la primigenia lágrima—
y se repliega, amengua e implosiona
dejando tras de sí la apabullante nada.
Así es amor y todos lo sabemos:
un día ocurrirá, ya está ocurriendo.

 

Ephemera

Del huevo que una tarde de verano
depositó en el agua,
eludiendo el acoso de las truchas,
hoy ha nacido, mínimo y elegante,
el más hermoso insecto.

Desplegará las alas, volará
apenas unas horas, acaso conociendo
las hojas de algún chopo,
para luego buscar pareja junto al agua.
Hoy, también, morirá.

Su escueta perfección insuperable
carece de aparato digestivo,
pues nunca ha de comer,
su lugar en el mundo es ser cadena
sometida a la evolución.

Nace, se reproduce y muere
teniendo a su hermosura indiferencia:
la breve y plena vida de una efémera.

La tuya no es más larga.

 

Beatus ille

Dichoso aquel que iguala a su padre y a su madre
en el juego embustero de la vida
y alcanza una existencia equilibrada
en memoria y olvido.

Feliz aquel que encuentra
un lugar en el mundo que considera propio,
un amor apacible
y algo con que escapar del amor y del mundo.

Afortunado quien, sin odio ni acritud,                   
goza de una existencia en paz,
no conoce enemigos ni ambiciones
y se dedica a cultivar un blog.

Sobre todos dichoso
el que todo lo ignora de la felicidad:
no ha de sentir su ausencia                        
ni sufrirá su peso.

 

Plegaria matinal

Que todo sea ahora, que se cumplan
tus sueños y los míos al instante
—nos corre el mismo sueño por las venas—,
que ya reviviremos luego el fuego
contemplando los restos de la hoguera.
Que sea aquí y ahora el resto de la vida.
Esta es mi súplica.
Para el final no pido privilegios.                           
Me basta algo común y despreciado
por casi todos: la disolución.
Bendita enfermedad es el olvido:
desierta la conciencia,
esperar a la noche sin angustia
y nada recordar de cuanto amamos.

 

Niños buscando nidos

Ser el zorzal que, acurrucado, espera,                         
oculto entre las ramas, rodeado de espinas,
a que pase el peligro.
En completa quietud,
sin temor a la muerte, sólo inquieto
por la mano de un niño.


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