Encuestas
¿Por qué y para qué escribir?

No. 78/Abril 2015



Encuestas
¿Por qué y para qué escribir?

Mercedes Álvarez

encuestas-alvarez.jpgHubo un tiempo en que después de escribir muchos cuentos de estilo carveriano, escribí una novela breve. Esa novela me atrapó por completo. Me tuvo años a sus pies, me fascinó con su plasticidad y, al mismo tiempo, su resistencia a ser escrita. Hubo un tiempo en que la narrativa tendió un puente entre la soledad y mi cuerpo. Después, dejé de creer en ella. Las palabras dejaron de hablarme como antes; ya no decían mi verdad. Me hundí entonces en un malestar silencioso. “Nunca más voy a escribir nada”, pensé. La revelación me atormentaba.

Entretanto, sin embargo, escribí algunos ensayos breves, y también leí libros, vi películas. Viví. De pronto un día me subí a un colectivo y me vi obligada a sacar un papel, a apoyarlo contra cualquier superficie y a empuñar la birome. No hace falta decir que el resultado de semejante impulso fue lo que tenía que ser: malo. Pero la mano, el cuerpo (no puedo describirlo de otra manera) me obligaron a usar la birome, el teclado –el instrumento poco importa- muchas más veces. Con resultados igualmente nefastos.
Meses después, luego de haber acumulado una buena cantidad de poemas muy malos, me levanté, me senté al teclado y la poesía ocurrió. Apareció sola, de la nada. No sabría a qué atribuirlo excepto a una necesidad física.

Había escuchado muchas veces una frase que me parecía hecha, fabricada, casi falsa: “El poema es tirano”. Pero es así. Es tirano, el poema. Pide ser escrito incluso en medio de la muerte, del accidente o de la desgracia. Aparece y hay que escribirlo de la misma forma en que se expulsa la orina o se tiene un orgasmo: no hay otra opción. Sucede. Adquiere su propia estructura. Cuando nace, imperfecto, respira ya por sí mismo. No es como una cría humana. Se parece más a una cría animal. A un potrillo que se para momentos después de ser parido, tambaleante, pero perfecto en sus formas.

Acerca de para qué escribir poemas, no tengo más respuesta que esa: no es posible hacer otra cosa. Acerca de por qué: probablemente porque la alternativa sea la locura.

 

Tanya Huntington
(Estados Unidos, 1969; vive en la Ciudad de México)

encuestas-tanya.jpg ¿Por qué y para qué escribir? Escribo para ganarme el pan y en cambio la escritura me ha brindado una vida sin lujos, a pesar de lo cual ha sido, en mi experiencia, un utensilio sumamente flexible. Me ha servido para enfocarme en algunos temas y también para ampliar mi perspectiva de ciertas épocas. La he empleado para seducir, pero resulta igual de efectiva cuando urge tronar. He quemado naves con ella, y con ella misma construido otras en las cuales he podido migrar hacia territorios ignotos. Me ha enseñado el rigor y de igual manera a soltarme del rigor.

Más allá de todo aquello, la escritura me sirve para rastrear los pasos o bien para subirme a los hombros de autores cuyas letras me han permitido vislumbrar un registro infinito dentro de una existencia efímera. Sé de médula a cuáles quiero emular, de cuáles quisiera ser digna, ya sea desde el eros, el cariño, la filia o el ágape. Pero la poesía no necesita policía. No tengo ninguna fórmula, mucho menos quisiera dictar por qué o para qué escriban los demás.



Circe Maia

(Montevideo, Uruguay, 1932)

encuestas-circe.jpg Se me ocurrieron cuatro posibles respuestas:
1) Por curiosidad. Cada poema es una especie de pequeño experimento que, como todo experimento, puede fallar o tener éxito. Esto depende  muchas veces de factores imprevisibles, hasta de la forma en la que es leído. La curiosidad tiene que ver con el carácter solo relativamente controlable del texto que se va escribiendo. Uno quiere saber adónde lo llevan las palabras e imágenes que aparecen, a veces inesperadas, como en un experimento sorprende el resultado de  la combinación de algunas sustancias−
2) Por un deseo de orden. Nuestras percepciones y sentimientos son demasiado complejos y enredados... El poema es como un delicado análisis y ordenación rítmica de algunos elementos de nuestra experiencia.
3) Por una necesidad de condensación y de precisión.
El lenguaje hablado  −y el escrito también −tienden a derramarse y a diluirse
También tienden a necrosarse, como el tejido que no recibe suficiente sangre. Al escribir poesía se trata de cotrarrestar estos efectos.
4) Para huir de sus enemigos. La poesía tiene enemigos internos, a los que les cuesta, a veces, combatir. Mientras se está escribiendo el poema se desliza hacia algunas trampas del lenguaje falsamente poético.

 



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