No. 80 / Junio 2015


Cuatro escritores de México leen a Joan Vinyoli



Carmen Villoro, El granero morado
Alicia García Bergua, Madrugada morada con fábricas
Ángel Miquel, El campanario
Pedro Serrano, Los Gusanos de seda


 

Madrugada morada con fábricas, de Joan Vinyoli

Por Alicia García Bergua



Me gusta de este poema “Madrugada morada con fábricas” el salto mucho más allá que da con una experiencia cotidiana.


Madrugada morada con fábricas

            Morir, dormir, no sé
            cómo tomarme el nuevo día frío
            muñón morado, yo inapetente,
            con la pipa que me cuelga de la boca
            de pescador rendido.
                                 Se necesita mucho valor
            para enfrentarse con una
            frágil hora naciente; de todas, la primera,
            la más difícil,
            que ya después vamos a acostumbrándonos
            al oficio de máquina: serramos
            el día a trozos, cada seco tablón,
            sale pálido de la sierra; lo cogemos,
            nos lo echamos a la espalda
            por muy ancho que sea, tanto
            como para soportar la pesadez
            de quien después nos pasa encima.


Empieza con una línea que podría ser parte de una obra de Shakespeare, con una pregunta que es a la vez un gesto vital o existencial. Después el poema enfila hacia una reflexión que pone el despertar cotidiano como si éste fuera literalmente un borde entre la noche y el día al que vamos acostumbrándonos. Pero aquí también vivir es un oficio, como el título del diario de Cesare Pavese, un oficio con el que cortamos y aserramos los días como si fueran tablones y nos los echamos a la espalda. Esta sensación de pesadez y de tener literalmente el tiempo encima en muchos sentidos se vuelve en el poema algo físico y real, y además la sensación del peso se vuelve aún más concreta cuando el poeta nos hace patente que esos tablones son para soportar el peso de quien nos pasa encima. Y este peso no es solo a mi parecer lo que oprime diariamente y es parte del mundo de los vivos, es además el peso de los muertos. Porque el peso del tiempo para el ser humano es también eso. Pero la eficacia del poema estriba en que esto no se menciona, porque en realidad es en la noche que se nos aparecen los muertos en sueños haciéndonos dudar sobre si estamos vivos o muertos nosotros mismos al despertar, como reza la línea del principio. Y entonces nos tenemos que lanzar al tiempo que transcurre con la luz, a la frágil hora naciente.

Me gusta de este poema que el pensamiento metafísico cobra en él una tesitura completamente física; no es un universo conceptual abstracto. Es una imagen humana que empieza siendo muy real: la de un obrero que se despierta con frío, sin hambre y dudando de estar vivo o muerto con la pipa de pescador colgando de la boca. Y la manera de lidiar con ese tiempo humano en el poema no es pensando en él, sino tratándolo como un tablón de madera que ayuda a defenderse de la muerte y a soportar el peso de los muertos y de los vivos. Que el tiempo de la vida diaria sea un tablón implica que en él se puede navegar, por ejemplo, y también por supuesto naufragar.

La atmósfera del poema, morada, fría y fabril, me parece un escenario de una obra de Samuel Beckett, pues con implementos y rasgos mínimos retrata no solo un personaje, sino toda una situación existencial que nos abarca y ensombrece. El poema tiene una atmósfera de posguerra, una atmósfera en que las personas comunes han quedado en un estado de máxima vulnerabilidad e indefensión, pero también con lo esencial que es su tiempo de vida diaria, y tienen que trabajarlo, aserrarlo para quitarle las asperezas y darle la forma de sostén y mínima salvación. Además, ese tiempo se limita en el poema a ese día en que el personaje despierta, no hay pasado ni futuro, no hay ventana ni puerta que lleven más allá. Es el tiempo del hombre moderno, encerrado en su día, tratando de construirse de la mañana a la noche como si la vida fuera un trabajo más, sin ocio, sin resquicios por los que escaparse. Creo que otros poemas de él tratan de estos resquicios, de estas vías de escape en una atmósfera opresiva.