cornisa-inditos.jpg

No. 80/Junio 2015


 
Marcos Rico Domínguez
(Ciudad de México, 1979; vive en París)


War is over

Ítaca en llamas:
estoy solo
y el crepúsculo ennegrece

War is over
nadie ha vuelto
nadie entra en esta habitación
es de noche

El tiempo se rellena
de palabras y tiempo
todo es tiempo
que crece en el espacio
the war is over

Llueve
nadie llama
Troya en llamas
ruge el viento
estoy desnudo

Rojo resplandor
alumbrando a golpes y destellos
la carne perdida en el naufragio

La guerra ha terminado.


Panda

Soñaré en mi Paradiso d’Oriente
dragones y nubes rojas
ríos amarillos y murallas chinas;
dibujaré palabras de fuego
comiendo chicharitos frescos
en espera del arroz y el bambú.


Caravaggio

Lo blanco surge de tu mirada clara
y la noche cae desmembrada,
sirena ataviada de muerte.

Descendemos por ríos subterráneos 
que nos llevan hacia un más allá hecho
de días, meses, años, vidas.

Sigue, el Tiempo, instante tras instante
en su loca carrera roja como el fuego,
sigue sin parar y vuelve siempre al mismo
punto invisible de partida: blanco
es el corazón de la vida.

Me aburren los papas y cardenales
cohorte de teólogos sin fin y sin sentido;
afuera el misterio constelado en lo alto
y el brillo del corazón del alma.

Perdido entre el oro del ocre
y el abismo
el cuadro se hunde en el mar: la carne
zozobra en el fondo de la tela.

“¡Oh, Ranuccio!”

Deshojamos margaritas preguntando al Tiempo
por el amor o el desamor constantes,
y sin embargo,
¿cómo osamos comparar la carne, la sangre, la linfa
a viles óleos, barnices, colores?

El Arte es lo opuesto a la Vida,
Y sin embargo, la carne brilla
desde la oscuridad artificial:
la carne resplandece y la sangre no es sangre.

Como el agua, vierte tu vida en este cáliz de cristal,
bébela, la tarde se va, y nada de todo esto
podrá nunca permanecer más de un segundo
en el aire o en la tierra:
todo se consume incesantemente
por el fuego siempre vivo.

El Tiempo todo lo arrasa,
carne y maderos, óleo y sangre,
en un desastre digno del cielo,
una caída abismal en el mar de la existencia:
moscas, caracoles, polvo y nada más, pegados
al espejo de la vida.

Cae la tarde al sur de la ciudad en pleno
sol me voy por caminos tantas veces recorridos.

Tu boca llena de frescas frambuesas
me besó toda una tarde de verano
y después dormimos abrazados y desnudos
hasta que el último grito azul del alba
te despertó y cubriste tu cuerpo.