No. 80 / Junio 2015


 
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Silencio vacío de Rodolfo Mata:
Revisitando y dotando de nuevas formas al silencio



Por María Andrea Giovine

El poema electrónico Silencio vacío, de Rodolfo Mata, es un homenaje al poeta concreto boliviano Eugen Gomringer, a quien se considera el padre de la poesía concreta por dos razones. En primer lugar, por haber acuñado en 1953 el término que da nombre a este tipo de poesía y, en segundo, por su célebre iconotexto de una sola palabra, “Silencio”, escrito al año siguiente y el cual nos demostró con absoluta contundencia y sencillez que aquello que Mallarmé, en Un coup de dès, había denominado “blancos activos” −los espacios en blanco de la página− podían dejar de ser fondo de inscripción para convertirse en elementos cargados de significación.


Eugen Gomringer, “Silencio” y Claudio Mangifesta, “Vacío”


No es casual que este poema concreto tan conocido y reconocido tenga como tema precisamente el silencio, uno de los más importantes y recurridos en la historia de la poesía.

En este contexto, el título de la obra de Mata juega doblemente. Por un lado, con la palabra “silencio”, cita y referencia explícita a Gomringer y, por otro, a través del elemento medular que el poema de Gomringer evocaba, es decir, el vacío, el verdadero y más profundo silencio. Claudio Mangifesta, poeta visual argentino, también puso sobre la mesa este tema con su poema concreto-homenaje a Gomringer, “Vacío”, en el que reemplaza la palabra “silencio” por la palabra “vacío” y, en el lugar de dejar un espacio en blanco al centro, lleva a cabo una incisión en el papel, una generación de vacío espacial,físico, concreto.

En Silencio vacío y en los diversos momentos que lo componen, Rodolfo Mata rinde homenaje no sólo a Gomringer, sino también a muchos procedimientos y postulados de la poesía concreta, por ejemplo, su carácter icónico, isomórfico y tautológico, pues, en muchos casos, las palabras hacen, a través de la forma y el movimiento, aquello a lo que apuntan semánticamente. Así sucede, por ejemplo, con elementos como “elástico”, palabra que se estira y afloja ante nuestros ojos como si fuera una liga, o “sombra”, una palabra que gira dejándonos ver el anverso y el reverso, es decir, su sombra, o “pendular”, que literalmente emula el movimiento de un péndulo.

Silencio vacío
no hace un despliegue de recursos tecnológicos sofisticados ni se sirve de una interfaz compleja.

Sin embargo, precisamente en ello radica su riqueza. Al mantener una total sobriedad visual, pone de manifiesto las múltiples posibilidades estéticas de la palabra misma en tanto elemento gráfico y fónico, de lo cual dan muestra muchas de las obras más representativas de poesía visual y concreta de la época predigital. Tras una sencilla instrucción para el lector (pulsa las palabras), éstas se mueven generando una experiencia de lectura que remite a la poesía aleatoria −y el azar mallarmeano− y al espacialismo. La palabra “silencio” repetida, que constituye el poema de Gomringer, a través de los clics del lector y de sus decisiones individuales de interacción, se convierte en otras palabras como “abismo”, “nadir”, “alumbre”, “señales”, entre otras, las cuales empiezan a hablar, desde el silencio, y a generar significados múltiples desde sus diversas vinculaciones semánticas. Así, Mata hace hablar al poema de Gomringer y nos permite verlo con ojos nuevos.

A diferencia de otros poemas digitales en los que la experiencia de lectura está marcada por la velocidad, por un cierto vértigo de la palabra, Silencio vacío nos ofrece una lectura de ritmo sereno. Cada etapa de la obra tiene un ritmo preestablecido que no podemos modificar. Tampoco es posible regresar a una etapa anterior del poema ni adelantarse a la siguiente. Sin importar qué tan rápido movamos el cursor por encima de la pantalla o pulsemos aquí y allá, el poema sigue su ritmo como si a través de la coordenada temporal también se aludiera al silencio y al vacío.

Mata capitaliza toda una tradición de experimentación de las poéticas visuales a través del aprovechamiento de dos elementos medulares de la poesía visual y concreta: visualidad y espacialidad. En Silencio vacío, las palabras adquieren su peso y su fuerza retórica a partir de su lugar en el espacio, de los movimientos que realizan, de su vinculación con las demás palabras, cuidadosamente elegidas para constituir una constelación de significados sugeridos, evocados, sembrados en el terreno de la espacio a través de una puesta en pantalla limpia y minimalista. 


 
Las palabras que conforman Silencio vacío se vinculan más a través de una sintaxis visual que de una sintaxis propiamente discursiva. Al moverse en la pantalla y ocupar distintos lugares, las palabras establecen vínculos semánticos, tienden puentes. El significado se modifica a través del movimiento, del espacio ocupado y del espacio libre y liberado, de ahí que el poema nos lleve a la reflexión sobre la palabra y su silencio, sobre la palabra y su vacío.

 
La experiencia de lectura de Silencio vacío se caracteriza por una diafanidad que se logra mediante la economía de recursos visuales. Prácticamente en todo el transcurrir de la obra sólo tenemos dos colores, los típicos de la escritura, el blanco y el negro: negro sobre fondo blanco y viceversa. No obstante, hay un momento en que las palabras se leen sobre el fondo de un cielo muy azul con nubes que van pasando. Las palabras, ahora en un fondo inmaterial, han sido liberadas por completo. El cielo como metáfora de una gran página, como espacio maleable y flexible. Imposible no pensar aquí en el emblemático poema “La vida nueva” del chileno Raúl Zurita y su escritura efímera en el cielo de Nueva York, un guiño más de Rodolfo a las poéticas visuales fundacionales.

Silencio vacío, una obra que sin lugar a dudas hay que mirar, leer y disfrutar, realiza muchos homenajes: a la poesía concreta y sus procedimientos, a la llegada del movimiento en la literatura, al advenimiento de una nueva legibilidad. Las palabras palpitan, se diluyen, crecen, se combinan y recombinan. En un país que no se ha caracterizado por explorar de manera constante y sistemática las infinitas posibilidades que el entorno digital puede ofrecer para la creación artística, Silencio vacío ocupa un sitio fundamental y nos recuerda que la poesía, por paradójico que pueda resultar, tiende hilos de muy diversos tipos, grosores y fuerzas con la tradición y, al mismo tiempo, representa la reinvención constante de sus propias formas.


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