...................................................................

Práctica de caza
Rosa Gaytán 
Textofilia / Dirección
de Literatura UNAM,
México, 2015.

Por Alicia García Bergua
.....................................................................

No. 81 / Julio-agosto 2015


 

 

Al acecho en la oscuridad

Quisiera empezar a hablar de este libro citando una estrofa del poema de Joan Margarit, “Ruleta rusa” de su libro Aguafuertes.

Podría disparar contra la poesía.
La he buscado en mi frente tal si fuera a cazar
poemas con el trueno de un disparo en la noche.
Indiferentes duermen, apátridas, los versos.
Sólo si alguien los lee se iluminan de pronto
y, en un instante extraño, ellos somos nosotros.
He apretado el gatillo, pero había tan sólo
una página en blanco en el tambor del arma.

El título enigmático de este libro de Rosa Gaytán, Práctica de caza –que es en realidad de uno de los poemas que lo encabeza, anticipándonos un poco lo que va a decir– nos remite a la pregunta de dónde está la poesía, de dónde y cómo hallamos los poemas. Es fácil responder a esta pesquisa y decir que en el lenguaje, pero hay mucho lenguaje supuestamente poético en el que no hay poesía. La poesía está en esa iluminación de los versos, a la que alude Joan Margarit, cuando la leemos a partir de la propia experiencia. Este libro de Rosa me parece entonces un viaje de caza en busca de los versos que tocan la experiencia que alimenta los poemas y que está contenida en ese espacio memorioso y oscuro que habita uno con su mente, y que es la verdadera vivienda. Los versos pueden iluminar todo y darle trascendencia e importancia y eso es el quid de la poesía; en ellos las palabras rozan los hechos y los elevan a otra esfera donde cobran otras dimensiones. Dice Rosa en la estrofa final de su poema “Viajes”: “Salir por la mañana/ del sueño/ rumbo al azul del baño/ exige decisión,/ como subirse a un tren/ a descubrir una ciudad lejana.” Decidir hacer el pequeño y trivial recorrido al baño que todos hacemos al despertar se convierte aquí en un acto decisivo que cobra otra dimensión vital en este caso.

El libro plantea también el hecho de por qué la poesía no es estrictamente una narrativa, sino una especie de correlato que hay que encontrar en detalles muy mínimos, por ejemplo, la mirada de alguien  con quien la comunicación se hace difícil por el desconocimiento mutuo de los idiomas; unos versos en el poema titulado “Añu” dicen: “Pero hay lugares a los que no llegamos,/ esos que sólo podríamos visitar/ con la ayuda de una lengua compartida./ Puedo ver el paisaje que me muestras,/ los detalles se escapan/ hay un momento en que el silencio le gana/ a nuestra voluntad de compartir.” Es en la poesía, donde sobran las explicaciones, donde se pueden observar esas dos miradas ansiosas de comunicarse cruzándose en silencio y de llegar a los lugares donde las lenguas no llegan, y así sentir la fragilidad que todo eso implica; dice el poema al principio de la segunda estrofa: “Cruzamos los puentes del Danubio/ mirando los palacios que renacen/ como hemos transitado/ de tu lengua a la mía,/ de un continente a otro/ sobre esa frágil balsa/ que son nuestras miradas.”

Los poemas están hechos en gran medida del deseo de comunicar eso que nos pasa por dentro pero que no se puede enunciar trivialmente o completamente y hay que encontrar las palabras para poder cazarlo o capturarlo; por ejemplo observar que la figura y la actitud de alguien delata un origen campesino, y hacer de esta observación algo sutil y personal que hace trascender un hecho que podría pasar completamente inadvertido o considerado algo trivial; dice en su poema “Perspectivas”: “Aunque comparte/ el sudor de la jornada/ con los otros, es diferente de ellos./ Creo que viene/ del sol rotundo de los surcos/ del sudor del esfuerzo/ sin la paga y las propinas/ que aquí encuentra./ Tal vez tenga otra razón/ para esa alegría sospechosa/ que nos muestra,/ pero no me atrevo a preguntar,/ sólo sonrío y agradezco.”

Dice Joan Margarit en el poema citado al principio, que al leer los versos y hacer que iluminen algo, ellos se convierten en nosotros. Estos versos de Rosa que acabo de citar expresan la percepción y la duda que le suscita un personaje, y su perspectiva como poeta, porque en realidad la poesía está hecha de esas diferentes distancias con las que nos aproximamos, y son en realidad las que más importan, una distancia y una luz generales no iluminarían lo que se trata de decir. Dice el poema “Círculo”:

Mi nariz es origen
de la conciencia
que va tras un pañuelo
cuando aún duermo.

Prendo la luz
en busca de certeza.
Sangro
y con la sangre
un temblor primario
acompaña
al repentino miedo.

Despierto
para engarzar sueño y vigilia
con clarear el día

La luz no trae respuestas
ni certeza, la acompaña el olvido
que sostiene las horas
hasta el siguiente sueño
y sus temores.

Otra vez aquí el poema toca lo inexpresable: ese temblor o temor primitivo de sangrar que se vuelve trivial cuando amanece porque la luz que acompaña a la vigilia no ilumina de la misma manera lo que sucede por la noche, pues el sueño y la vigilia son finalmente estados de la mente que no se tocan en nuestro caso, sí en el de los delfines por ejemplo, que duermen con una parte del cerebro consciente de la respiración; no respiran automáticamente. Nosotros tenemos los poemas para tratar de engarzar ambos estados, para ponerlos al menos en un mismo plano del lenguaje. Pero también entre los poemas de este libro hay uno donde la autora logra gracias a las olas, saltar de la vigilia al sueño, dice en su poema “Olas”: “Hemos saltado todo el día estas olas./ Cuando el sol se ocultaba/ nos salimos del agua / sólo para entrar en la cama./ Con los ojos cerrados/ el paisaje se abre luminoso,/ azul, lleno de pájaros./ Y en una cierta ola/ llega el sueño.”  En la poesía se pueden engarzar o no, estos dos estados, parece decirnos Rosa en este poemario.

La poesía para ella no es cuestión de iluminar sino de oscurecer y salir a cazar los versos, dispararles a ver si se iluminan con las palabras. Dice su poema “Oscurecer la casa”, que en mí parecer encierra su poética:

Oscurecer la casa
y hacer que cada paso
se vuelva lento y suave
asomado a sí mismo.
Mirar adentro
un tiempo que no consiente luz,
el de la palabra
que busca una salida
y encuentra
sólo en esta palabra
a la que escribe,
la que tiene el caldero
repleto de preguntas
Oscurecer la casa
y esperar las respuestas
por si vienen.

La práctica de caza que la autora lleva a cabo en este libro, la hace precisamente en la oscuridad, como reza la última estrofa del poema que lleva ese título. Dice, en él “Traigo este animal/ para lucir su pelaje/ deslizarme en la oscuridad/ y practicar la caza/ Estoy atenta a su respiración,/ a todo movimiento,/ a cualquier verso./ Hoy es él quien me tiene”. Hay en este libro un empeño de oscurecerse y de acechar el transcurso de la propia vida para que de éste surja a la luz de las palabras, un empeño de mirar atrás sabiendo el peligro que implica y a la vez remontarlo, distanciándose en cada caso según lo necesite para encuadrar lo dicho en el poema –como si fuera una fotógrafa–, y para verlo en perspectiva, asiéndolo con las palabras como si eso fuera una forma de consuelo y de resistencia.

Al final del libro hay un apartado titulado “Cacería” cuyos poemas vuelven a la fragilidad de la persona que escribe, sobre todo el poema final, cuya segunda estrofa dice: “Voy de la tierra al mar/ sin lograr la comunión del pez./ Busco al pájaro que vuela/ y, si es preciso, pisa tierra/ o se arriesga en el agua./ Yo apenas planto el pie y respiro del aire.”, que parece decirnos que pese a que uno puede sentirse muy fuerte cazando los versos, éstos se escriben no solo desde la oscuridad sino desde el titubeo, el desasosiego y la búsqueda continua de lo que no se encuentra, en realidad desde la condición humana; ella nos obliga a tomar todo desde perspectivas muy variadas, y ésa es la gran riqueza que nos da la poesía: obligarnos a tantear siempre en la oscuridad, no dar nada por visto ni por hecho, y esta parece ser la forma en que se fue haciendo este libro, cuya lectura recomiendo mucho.

 

 

 


Leer poemas...