No. 81 / Julio 2015 |
En la cabeza del autor
Por Francisco Segovia |
En la cabeza del autor (Cuernavaca, 05/09/2004) ~ Cuando un crítico confiesa su perplejidad aceptando que, para resolver tal o cual cuestión, sería preciso haber estado en la cabeza del autor, no hace sino mostrar que no tiene la menor idea de lo que pueda ser la cabeza de un autor. Porque, en efecto, lo que pasa en esa cabeza no solo pasa sino que, sobre todo, pasa por ella, más que en ella. La pregunta por lo que pasa es justamente la pregunta del autor (y no debiera ser la del crítico) y la respuesta no es otra que la obra misma. Al crítico le correspondería mejor la pregunta sobre cómo la sombra del autor se proyecta sobre la obra que la pregunta sobre cómo la obra se proyecta en él, pues en este caso trata al autor en el momento de la creación, sí, pero desde la perspectiva de la obra ya creada; es decir, teleológicamente... Un creador, en el momento de Steiner y el momento de la creación (Cuernavaca, 03/10/2006) ~ Steiner se equivoca. Nadie que crea haber explicitado el contenido de un párrafo literario revela nada sobre el acto de escribir. El ideal que exige del crítico la capacidad de decirle al autor algo que el autor no sepa sobre su propio texto no se refiere en realidad a la escritura sino a la lectura. Un erudito siempre hallará más que decir sobre un texto que su propio autor. Quizá porque la lectura ocurre siempre en un contexto más ampliamente consciente que el de la escritura; es decir, ocurre ya en el ambiente de la interpretación, en un ámbito hermenéutico ya constituido. Esto es, porque se da sobre una obra ya hecha, no sobre una obra por hacer (que es lo que distingue al traductor del autor original). En cualquier caso, el crítico recibe como presupuesto el ámbito de la interpretación, que el autor en cambio ha debido crear. Con todo, hay en la escritura un misterio que, aun pasando al lector, no puede ser explicitado (y mucho menos explicado). Por eso el escrito del crítico se refiere a él, mientras que él no se refiere al del crítico (salvo raras y gozosas excepciones, a menudo irónicas, como los cuentos y ensayos de Borges). Teoría ideológica (Cuernavaca, 02/11/2007) ~ Si es válido inferir la existencia de algo por los efectos de los que se le supone causa, entonces existen los hoyos negros, pero también Dios. Ambos se definen como la causa de tales y cuales efectos considerados. Es tan pueril oponerse a esta conclusión como dudar de la existencia de la lucha de clases o de la codicia del burgués “inhumano y cruel”. El burgués prueba que existe la codicia como la Iglesia prueba la existencia de Dios. Uno y otra son fuerzas que mueven el mundo, y convendría reconocerles al menos cierta clase de existencia, aunque fuera la de la simulación, que en este sentido es la mitad de la realidad. Los gnósticos entendían bien la inutilidad de combatir la evidencia de lo inferido. Podían ser ateos y profesar al mismo tiempo una fe verdadera.
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