No. 81 / Julio-agosto 2015 |
Voz contiene fantasmas
Tienda de fieltro Por Miguel Casado
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![]() Porque, y Agamben lo advierte desde el principio, en este juego de lo visto y no visto, de lo manifiesto y lo oculto, de lo que invisible late en lo visible, está inscrita “la imposibilidad de poseer plenamente el objeto de conocimiento” que caracteriza a nuestra cultura. Quizá por ello el libro participa del mismo sistema, alienta en él algo decisivamente perdido, una carencia perfora el espesor de su sabiduría; la escritura empuja a seguir leyendo en una experiencia de notable excitación intelectual, y a la vez va dispersando preguntas, malestar, la sospecha de una extraña renuncia del autor que al lector le cuesta precisar. La enciclopedia tiene un centro oscuro, cuya imantación la dirige, la va absorbiendo, su “modelo de conocimiento se busca en aquellas operaciones en las que el deseo niega y a la vez afirma su objeto y, de este modo, logra entrar en relación con algo que de otro modo no hubiera podido ser ni apropiado ni gozado”. Y esta resistente y tal vez fértil negatividad la encuentra Agamben en la melancolía o en el fetichismo o en la concepción del amor de los poetas del dolce stil nuovo o en los emblemas barrocos. ![]() Estancia era para los poetas del siglo XIII la morada capaz y receptáculo que custodiaba el núcleo esencial de su poesía; aunque el plural del título de Agamben ya señala la multitud de sus núcleos, quizá los que más me dan que pensar son la relación entre la teoría del fantasma –huella de las imágenes en el alma o la memoria– y la concepción amorosa, por un lado, y entre el “fetichismo de la mercancía” descrito por Marx y la propuesta poética de Baudelaire, por otro. “El descubrimiento medieval del amor –indica Agamben– es el descubrimiento de la irrealidad del amor, o sea de su carácter fantasmático”; esta impresión, que los lectores de la poesía cortés bien podemos compartir, se apoya en un tupido palimpsesto que enlaza la teoría de la imaginación de origen aristotélico y, como derivación suya, la fantasmología medieval, con la doctrina neoplatónica del ‘pneuma’ –el soplo cálido, transmisor de la vida– como vehículo del alma, la teoría médica antigua de los influjos entre espíritu y cuerpo, las aportaciones de Avicena y Averroes, etc. Todo el tejido es apasionante y, sin embargo, parecería reductor el corpus de poemas de Cavalcanti y Dante que se citan, los que más se adecuan a su trazado filosófico. Sugiere Agamben que esta concepción procede de un giro en la categoría patológica del amor hereos, enfermedad mortal de la imaginación, y no en el rescate de la teoría idealista y alta de Platón; pero esto apenas le lleva a notar el componente decisivo de sufrimiento que el amor medieval incluye desde su germen; quizá si se hubiera abierto a textos como Tristán e Iseo, los de Chrétien de Troyes o de ciertos trovadores occitanos, el cuadro habría pintado un fantasma menos aséptico, más nítidamente impreso –aunque fuera en negativo– en la materia de la vida y en la perspectiva de la muerte. Por su parte, Marx descubría el fetichismo de la mercancía como fruto de la pérdida del valor de uso de los objetos, en aras de la abstracción de su valor de mercado –“fantasmal objetualidad, mera gelatina de trabajo humano indiferenciado”, en las palabras de El Capital. La poética de Baudelaire –atento observador de las primeras Exposiciones Universales, como lo fue Marx– exprimiría en paralelo el poder de extrañamiento con que se cargan las cosas liberadas de su utilidad; así, el poema amplía su espacio hacia lo inasible, a cambio de perder la garantía de la tradición. Baudelaire inaugura la poesía moderna asignándole –cree Agamben– “la tarea más ambiciosa que el ser humano hubiese confiado nunca a una creación suya: la apropiación misma de la irrealidad”. Pero quizá la radical lucidez de la reflexión del filósofo italiano sobre la alienación lingüística en las sociedades contemporáneas, presente en otros libros suyos (Medios sin fin, por ejemplo), no lo está tanto todavía en Estancias: la voz expropiada por sus fantasmas. ![]() Lecturas.- (Este texto ha sido publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento del diario El Norte de Castilla.) |
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