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No. 81 / Julio-agosto 2015


 

Carlos Germán Belli
(Lima, Perú, 1927)



El nostálgico de los sueños gratos

En medio de las pesadillas mil,
de repente se yergue con firmeza
el nostálgico de los sueños gratos,
que aunque pocos allí están imborrables
en el seso del soñador feliz,
ya que en él son el existir mismísimo
del día venidero,
de un óptimo talante enteramente,
tornando en una fantasía dulce
esta vigilia horrible,
que lo aguarda a la vuelta de una esquina.

Los sueños redivivos parte a parte
cómo los disfrutamos nuevamente
tal la primera vez durmiendo entonces,
que ahora cuán fielmente lo soñado
vuelve a la superficie de las horas
con la dicha vivida en las entrañas,
que es como estrella fija
en el espacio inmenso de los cielos:
he aquí el buen soñar agradable a todos,
que la angustia disipa,
y de la que no queda rastro alguno.

Allá las pesadillas amarillas
en claro retroceso finalmente,
gobernando lo opuesto a plenitud,
hasta qué fecha no sabemos nunca,
que con ansia esperamos la mudanza.
Como el nacer luciente de la aurora,
pues grande la nostalgia
del momento nocturno en total paz,
y de repente así renace entero,
como el soñador riente
de noche y por igual a pleno día.


A mi madre farmacéutica

Suprema descendiente, oh madre mía,
eres de los mayores alquimistas,
porque temprano fuiste farmacéutica,
que así la vida humana prolongaste
en virtud de tu ciencia en ti divina,
y en fin menos dolor y más salud,
por donde tú anduviste
de continente a otro continente
preparando tu gran farmacopea
como para escudar
con un medicamento al mundo entero.

Dotada con el don de la sapiencia,
con el cual tu existir iluminaste
de la cuna a la tumba día a día,
colocándolo en el central paraje
de la galaxia en donde radicabas,
que la tornaste en clara estrella fija,
y por cierto también
pensaste en los queridos seres tuyos,
a quienes elevaste con tus luces,
desde el terrenal suelo
hasta el cielo a la mano por ti solo.

El amor filial todopoderoso
y el materno dechado similar
allí entre las mil perfecciones tuyas,
que por tu madre fuiste cumbre humana,
y por mi padre igual, tu amado esposo,
y tus hijos, tus seres entrañables,
pues gracias a ti todos
disfrutamos el sumo sentimiento,
y por ello pasamos
como bajo un escudo por el mundo.

Canción, sin duda alguna,
por mi madre te encuentras aquí ahora,
Y por ti ella renace
con sus mil atributos plenamente,
y yo y tú y ella juntos
por siempre en este espacio terrenal.


El diccionario paterno

He aquí en toda su exacta magnitud,
como en el remotísimo pasado,
el sumo diccionario castellano,
y por añadidura de mi padre,
que para mí fue siempre más que un libro,
piedra angular de la terrenal vida,
hasta determinando
un gran sino entre cielo y suelo acá,
de la cuna a la tumba día a día,
que primero comienza
desentrañando las cien mil palabras
y ávido después ante la hoja en blanco.

Por delante están los cultismos chics,
que es el buen sonar de una y otra lengua,
joyas verbales cuyo esplendor luce
afuera eternamente iluminando
el hablar y escribir de Eva y Adán,
que en príncipes se tornan por tal hecho,
y casi acto seguido
aquel paterno libro es el custodio
de todas las palabras castellanas,
para que la luz vean
en armonía con el cuerpo y alma
de cada cual (que es su divino ser).

Y consecuentemente, en fin, ahora
deduzco que este nuestro diccionario
es un objeto trascendental y único,
porque asumí por él y para siempre
el entrañable quehacer poético,
que es como un acto corporal y anímico,
inclusive automático,
en virtud del copioso libro amado,
entre cuyas dos tapas me estimulo
a revelar fielmente
desde las sombras hasta los albores
de este mi interior reino por entero.