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No. 81 / Julio-agosto 2015


 

Amaranta Madrigal
(Coahuila, 1965)


Batracio

Y caminas con tus ancas doloridas
derritiéndose en el cemento del pasillo
y tu bufido sale, cuando tu andar se enrarece
por carencia de ejercicio
vas flotando entre gases fétidos
que inflan tus ojos sapos.


María

Sí María, sé que sus sinoples sables
hacen trizas tu sofisticada gala
te contempla y te quiere desnudada.

Sí María, sé que envías aposta, tus hechizos
directos a su apetito para negarle deleites
y te desea, te posee solo en su mente.
(Mientras mi encanto agoniza en los pinceles)

Sí María, sé que tu diabólico poder turgente
se apoderó de su ser y tu sonrisa lo doma
piensa en ti y se obsesiona.
(Mientras mi vigor está seco y ya domado)

Sí María, celestialmente María…
Sé que sus hipnotizados pasos
solo siguen el delicioso vaivén de tus tacones
manteniéndose endiosado con tu abrazo.

Sí María, celestialmente María…
Sé que por las noches alimentas
al diablo del embrujo, a cambio de mantenerte seductora
y él, enajenado, en tu alcoba, te devora.

Sí María, por siempre María, altiva, mandona
hoy te tocó arrogante y desdeñosa
coleccionando títeres amantes
peleles a voluntad
de tu desalmado imán.

Quedarás condenada eternamente, a ser un rasgo deslucido
en mi mente, rendida ya, en ese mundo serás menos que ordinaria
mientras mi espíritu rejuvenece ante la calidez del sol Divino
y la ingenua protección de mi perro sedado…