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portada_padre.jpgPadre nuestro
Francisco Magaña 
Libros Magenta-Conaculta, México, 2013.

 
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No. 81 / Julio-agosto 2015


I

Fuimos muchos. Fuimos legión cantando. ¿Quién nos adoctrinó en el canto? ¿Quién dijo que la voz es el único acto de resurrección en busca de sosiego? Lenta viene la noche, y todos miramos cómo se va la luz, como la veladora se convierte en refugio.


II

¿Quién abrió las puertas en la madrugada?
¿De cuál silencio vienen tus palabras?
¿En nombre de quién alzo la voz o callo?


III

Pido perdón como quien dice: “miento”. Y me levanto. La oscurana me transcurre. Son las tres de la mañana. Algo ha cambiado de lugar. Algo no estaba aquí esta mañana. Algo que viene a darle sentido al mundo. Y es tan mínimo que ilumina de gracia la mirada.


IV

¿De dónde viene la pregunta que me invade a medianoche?
¿Cuál de todas las voces es la mía?
¿Cuál de todos los rostros del espejo es el mío?


V

Una voz, un susurro como preludio a la ternura.


VI

Digo tu nombre en el jardín. Oculto en las palmeras. Creyendo ver más allá del sonido, vuelvo en la noche, sombra, a tu parcela. Frente al miedo los ojos que revientan, el oleaje tenso de la sangre. Y la piel donde amanece el hálito de sangre palpitando.


 



Una palabra
Una palabra inmensa de tan sola
llegó a nuestros oídos
para hacernos conocer el odio
y la impotencia

a cosa mala suena

contraria a la reverberación
(que es la persistencia del sonido
hasta que cesa la causa que la produce)
la trepanación no cesa
todavía se escucha
no cesa
no




Es la mañana.
Nada es igual que ayer, nada
es ni será lo que nació en la garganta
del miedo. ¿Por qué la voz se esconde
en la oscurana? Viene otra vez, fugaz,
el grito del asombro, la sangre que retumba
en las venas a punto de explotar. Es la
mañana. Son las ganas de hablar. Son las
ganas de marcar el inicio, el punto de partida.
 
 

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