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portada_una.jpgUna y fugaz
Pura López Colomé,
Difusión Cultural UNAM,
México, 2010.

 
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No. 81 / Julio-agosto 2015


En su origen

Quedarse dormido amaneciendo,
el asombro bronceándose en la piel,
amanecer sin haber soñado
(lluvia sin cielos nublados):
sobre el muerto, las coronas,
sobre el atril, las congojas;
tras el ceño, latitudes,
tras la vida, contraseñas,
filigrana en clave
de un discurso
panegírico.

Amaneció
con mayor fuerza que nadie,
brújula en mano.
Sonámbula,
dormida caminante
o durmiente caminando.

Por la tangente escapaba
la escena,
parecía mentira,
agraviaba sin querer:
no había personas desplomándose,
rodando por alguna ladera indiferente
y cayendo hasta la falda en vuelo,
nada de sinsabores,
hambre palpa y paladeable,
zonas supra o sublinguales.

Sola a sus anchas
la amapola,
floreciente si bien frágil,
muda id est indulgente,
gemela del mal ajeno,
huésped única sin anfitrión
en un siniestro refectorio,
guarida libre de afanes
donde se bailaba sin pareja;
única oportunidad
de palpar las cosas
en su origen.

Ad(i)vino ahí mi merecido:
el lápiz entre los primeros tres dedos,
pulgar índice y medio,
doblando apenas la falange;
juntos los dos pimeros en su lomo
recargados sobre el tercero,
no dejando que éste se les una,
de dos es el asunto de escribir.
Ni demasiado adelante
ni muy cerca de la punta (el peligro acecha)
ni demasiado atrás, cerca de la goma,
cerca del limbo
(donde puedes ir a dar).

En su origen.

Hay que apoyar contra el papel de modo
que vaya dibujándose el pespunte,
unirlo sin lastimar la hoja, grafiteando,
y el contorno cuajará cual forma,
borde de un(a) cierto(a) linde sonoro(a):
ahora
deshazte
desbrátate,
sobre la línea de fuego.

En su origen.

En voz alta se acoplaron los misterios:
no me castigues más,
exclamaron para sí los pétalos,
regalando cáliz y corola:
me recorrió un escalofrío,
se salió de madre,
me movió y me conmovió
me turbó y me conturbó
aquella natural página entera
dando aliento en papel calca
comprendiendo dicho y hecho
cayendo cual blanca mariposa;
lábiles alas, pétales en sangre
amapolina
tapizaban el atrio de mi mundo:
llegó volando, entró gritando, murió llorando,
voló llegando, gritó entrando, lloró muriendo.

En el origen.




Prestísimo

Navegábamos a flote perfecto
sobre las sábanas, las charlas, el césped,
el piso de granito, de loseta, de duela:
se hundían los remos con cadencia luminosa,
un brazo a un lado, el otro al otro,
tú repiqueteabas algo al aire, yo te seguía el ritmo,
el viento nos golpeaba, empujaba aquella nave
en y hacia su locura

Atención:
nuestra Vida, escrita en la quilla,
en el mascarón de proa,
puede naufragar,
qué hacemos,
algo horrendo se aproxima,
un tifón o acaso
una tormenta común y corriente
ostentando cola de pitón.

fementida, fementido, he mentido,
gritabas a voz en cuello,
vuelto mantra a toda hora,
cosa ardiente y elevada,
lo que no se articula no es,
suspensa en el verdor
y en el aire y en la mano y en la almohada
porque al dormir podía salírsele a uno así porque sí,
alardeando y ufanándose por
ser articulada
campeona velocista,
paralítica bailarina
moviendo la cadera con soltura,
toda don de nacimiento.

Una caricia por encima del cabello.
Un soplo tenue, un resoplido fuerte.
Que logra hinchar las velas de aquel barco
hasta una punta, la de aquel nuestro suceso;
la punta de una espada de epopeya,
reflejando su empuñadura de oro.
Con que para eso nos habían convocado
al límite:
un ya mero, un ya se borra,
ya casi, ya.
 

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