No. 83 / Octubre 2015


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Hélio Oiticica / Haroldo de Campos

 

Por Enrique Juncosa

 

La evolución artística de Hélio Oiticica (1937-1980), considerado uno de los más grandes artistas brasileños de la segunda mitad del XX, ilustra con claridad, y no solo si pensamos en su país, la evolución del arte contemporáneo más avanzado en las décadas de los 50, 60 y 70. En los cincuenta, Oiticica fue uno de los protagonistas del llamado Arte Concreto, que promulgaba un formalismo geométrico sin connotaciones líricas o metafóricas, y que tuvo un gran arraigo en algunas de las grandes metrópolis latinoamericanas después de la participación del suizo Max Bill −artista, diseñador y arquitecto−, en la Bienal de Sao Paulo de 1951, y en la que obtuvo el Primer Premio
y enorme repercusión. El Arte Concreto se convertirá entonces en un movimiento estético dominante en Rio de Janeiro y Sao Paulo, y también en Caracas o en Buenos Aires, atrayendo a numerosos artistas jóvenes como Lygia Clark, Amilcar de Castro o Ligia Pape, además de Oiticica. La obra abstracta y formalista de todos ellos, en esa época, coincide con los espectaculares desarrollos de la arquitectura moderna del Brasil. Ya en 1959, sin embargo, todos los citados y algunos otros artistas de su círculo, redactaron un manifiesto propugnando un Neo-concretismo reivindicador de la subjetividad, y en contra de la ortodoxia y el dogmatismo previo.

Es más, al comenzar los años 60, Oiticica ha abandonado definitivamente el formalismo, como también hizo Ligia Clark, y empieza a organizar happenings fuera de los espacios convencionales de arte, exigiendo con sus nuevas obras la participación activa del espectador. A Oiticica, sobrino de un destacado anarquista, le interesaron las ideas políticas libertarias que quiso introducir en su obra, algo que hizo en un contexto de distintas propuestas estéticas en Europa y EEUU que hablaban de una necesidad de no separar el arte de la vida. En plena dictadura militar, Oiticica, y en obras como Tropicalia, defiende una idea de arte capaz de englobar música, cine y teatro. Este trabajo iba a inspirar el Tropicalismo, el gran movimiento de la música brasileña de esos años. Después, en 1970, y gracias a una beca Guggenheim, Hélio Oiticica se va a Nueva York, ciudad en la que vivió hasta 1977, desarrollando allí una importante labor en el terrero del cine experimental. Todavía muy joven, falleció a los tres años de regresar al Brasil.

Un momento atractivo de la vida de Hélio Oiticica es su encuentro, el 28 de mayo de 1971, un año después de su llegada a los EEUU, con el poeta Haroldo de Campos. Este momento mítico tuvo lugar en el hall del Hotel Chelsea de Nueva York, por donde pasaron tantos escritores y artistas. Conocemos esa fecha con exactitud, porque la extensa conversación entre ambos fue grabada. Haroldo bautizó esas grabaciones como “Heliotapes”. A partir de entonces, ambos gigantes de las segundas vanguardias de su país, con tantos intereses en común, iban a colaborar en distintas ocasiones, y Haroldo escribió distintos textos sobre Oiticica, defendiendo su trabajo y su vocación y capacidad para el pensamiento crítico. Su relación es bien conocida, siendo ambos muy destacados en sus disciplinas respectivas, y un estudioso como Gonzalo Aguilar, profesor de Literatura Brasileña en la Universidad de Buenos Aires, la ha analizado en profundidad.

El poeta brasileño Haroldo de Campos (1929-2003) había fundado con su hermano Augusto de Campos y un tercer poeta, Décio Pignatari, el grupo Noigandres, tomando el nombre de una supuesta palabra provenzal de significado desconocido utilizada por Ezra Pound, y que resultó ser una errata. Con ellos fundará en los cincuenta, el movimiento concretista en poesía, que duraría hasta principios de los sesenta, y en el que también participó el suizo-boliviano Eugen Gomringer, que era entonces precisamente ayudante de Max Bill en la Universidad de Ulm, en Alemania. Max Bill dirigió allí una escuela de arte y diseño, en la tradición de la Bauhaus, de 1951 a 1957. La poesía concreta de Haroldo, en la que se exploran aspectos gráficos y visuales, fue expuesta en 1956 en el Museo de Bellas Artes de Sao Paulo, viajando a Río al año siguiente, teniendo una importante proyección de forma temprana. En los 60 la poesía de Haroldo de Campos evolucionó hacia formas más complejas, habiéndose relacionado a partir de entonces con el Neo-barroco, el otro gran movimiento poético vanguardista latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. Esa evolución del afán de pureza del formalismo a la búsqueda de una mayor complejidad semántica, constituye una evolución que no parece muy distinta a la que se manifiesta en la obra de Oiticica. Cuando se conocieron en 1971 tenían eso en común, resultado de un compromiso constante y mutuo con la experimentación, además claro de ser compatriotas.

En la relación de Hélio Oiticia con el grupo de los poetas concretos, a quienes les dedico obras y leyó en público, destaca su película Sousândrade, basada en el libro Revisao de Sousândrade (1964) de los hermanos de Campos. Joaquim de Sousa Andrade (1832-1902), fue un poeta brasileño que todos ellos reivindicaron como precursor de la modernidad y quien había sido ignorado en su tiempo. Haroldo, por su parte, escribió un poema titualdo Parango(h)elium, y los guiones para dos películas tituladas Heliorama y H. O., además de escribir varios textos sobre la obra de Oiticica. Además, y eso es todavía más relevante, no es difícil descubrir en sus obras profundas confluencias y paralelismos formales y conceptuales. Con el tiempo, la consideración del trabajo de ambos amigos no ha hecho sino crecer. La obra de Hélio Oiticica se ha visto en los últimos años en numerosas y ambiciosas exposiciones, organizadas en su país, donde se creó un museo dedicado a su obra en Rio de Janerio, que lamentablemente fue arrasado hace unos años por un incendio, pero también en ciudades como Londres, Nueva York, Lisboa o Barcelona. Sus ideas sobre un anti-arte participativo son claras precursoras del llamado Arte Relacional −nombre que se le ha dado a las prácticas heterogéneas de artistas como Ririkrit Tiravanija, Philippe Parreno u Olafur Eliasson−, que ha dominado la escena artística internacional desde finales de los 90. La poesía de Haroldo de Campos, en la que podemos destacar un libro como Galáxias (1984) se continúa leyendo y traduciendo a otras lenguas. Por cierto que Haroldo de Campos, desarrolló una impresionante labor como traductor, que veía como una acción creadora, habiendo vertido al portugués nada menos que a Homero, Dante, Goethe, Mallarmé, Mayakovski y distintos fragmentos bíblicos.




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