Entrevista a Xánath Caraza:
Palabra e identidad entre viajes y encuentros

Por Elizabeth Villalobos


Quiero expresar mi sincero agradecimiento a Xánath Caraza por tan generosa entrevista en la que las palabras disolvieron el hermetismo del espacio cronológico para abrirnos las puertas de los mundos circulares de la poesía.

Xánath Caraza es viajera, educadora, poeta y narradora. Su poemario Sílabas de viento / Syllables of Wind recibió el 2015 International Book Award de poesía. También recibió Mención de Honor en la categoría poesía en español en los 2015 International Latino Book Awards. Su poemario Conjuro y su colección de relatos Lo que trae la marea / What the Tide Brings han recibido reconocimientos nacionales e internacionales.

No. 84 / Noviembre 2015

 

Entrevista a Xánath Caraza:
Palabra e identidad entre viajes y encuentros

 

Por Elizabeth Villalobos


Quiero expresar mi sincero agradecimiento a Xánath Caraza por tan generosa entrevista en la que las palabras disolvieron el hermetismo del espacio cronológico para abrirnos las puertas de los mundos circulares de la poesía.

Xánath Caraza es viajera, educadora, poeta y narradora. Su poemario Sílabas de viento / Syllables of Wind recibió el 2015 International Book Award de poesía. También recibió Mención de Honor en la categoría poesía en español en los 2015 International Latino Book Awards. Su poemario Conjuro y su colección de relatos Lo que trae la marea / What the Tide Brings han recibido reconocimientos nacionales e internacionales. En 2014, Caraza recibió la Beca Nebrija para Creadores del Instituto Franklin en España. Sus otros poemarios son Noche de colibríes, Corazón pintado y Ocelocíhuatl. Es docente en la Universidad de Missouri-Kansas City y es miembro del Círculo de consejeros Con Tinta, una organización literaria chicana/latina en los Estados Unidos de Norteamérica. http://xanathcaraza.webs.com/


Hola Xánath. Muchísimas gracias por concederme esta entrevista, es un placer enorme poder conversar contigo. Me gustaría explorar el tema de la “identidad” en diferentes aspectos de tu obra y para tal efecto quisiera comenzar comentando tu labor como escritora, especialmente como poeta, ¿podrías explicar cómo percibes la cosmovisión de tu obra?

Obviamente creo que existe una cosmovisión indígena atrás de mi poesía. Permea muchísimo, como binomio del yin y el yang indígena: lo blanco, lo negro; lo bueno, lo malo; el día, la noche. Por ejemplo, en poemas como “Mujer” y otros que van en par −que se acompañan el uno al otro, como “Alcanza la niebla” y “Centauro” −; considero que van juntos aunque los escribí en tiempos diferentes. Esa cosmovisión de lo dual está presente y creo que eso es algo indígena que se transluce. La otra característica de mi cosmovisión poética es que canto mis poemas. El canto es la traducción o interpretación de mi corazón, porque yo no pienso que los voy a cantar al momento que los escribo. Yo no pensé que iba a cantar “Yanga”, por ejemplo, tampoco pensé que iba a cantar “Tormenta”. “Imagen digital”, sí, fue el único que fue escrito intencionalmente para ser cantado porque yo quería un elemento que llegara a la gente, que te impactara porque es el ser mujer de color. Pero muchos de los poemas me piden que los cante cuando estoy leyéndolos y eso es bien interesante. La primera vez que leí “Yanga” en voz alta empecé a cantarlo y dije es que así va. Me pidió el poema que lo cantara. Igual con “Tormenta”: tengo un verso que es en náhuatl “Uala atl uan ehecatl” y lo canto. Creo que eso también refleja la parte indígena que me sale del alma. Es nuestro flor y canto, es decir la poesía, nuestro In Xóchitl In Cuicatl. También, la mujer para mí es algo muy importante, no puedo dejar de escribir de la mujer. Es una gran necesidad que tengo de que seamos escuchadas, de que seamos valoradas. Entonces, veo la poesía desde un punto de vista femenino, no feminista necesariamente, pero sí femenino. Me gusta mucho explorarlo en todas sus versiones porque siento que es muy bello ser femenina. Pero creo que una manera de definir mi poesía es que es dual, siempre conceptos binarios; y también que rescata, de cierta manera, esa voz guardada de la mujer que es la madre, la tierra, la luna, que está siempre presente. Algo más, obviamente, son los temas de justicia social y los tipos de opresiones que experimentan las mujeres, por eso vas a ver en mis cuentos también voces de mujeres.


¿Cómo defines el tipo de búsqueda de tu creación poética?

Busco respirar a través de la poesía. Busco tener una visión del mundo más amena, más estética, más pasable, más agradable a través de la literatura. Ver el mundo, lo bonito, lo malo, lo difícil. También la poesía es registrar lo que está pasando en el mundo o rescatar las figuras históricas perdidas, porque me gusta trabajar con figuras históricas como la China Poblana, Yanga, Isabel Moctezuma e incluso Sor Juana, porque aunque ahora todo el mundo la lee, hubo un tiempo en que la tuvieron olvidada. Hay que seguir celebrándolas, no porque ya las estudien vamos a dejarlas a un lado. Entonces es realmente ver la vida a través de la poesía y la literatura, pero la poesía la llevo grabada aquí en el pecho. Es hacerme la vida un poco más amable porque la vida es dura y la poesía me permite respirar en paz y darle sentido a mi existencia.


¿Cuándo o cómo fue que encontraste por primera vez esta función vital de la poesía en tu existencia?

Aprendí a leer y a escribir muy pequeña, porque iba a la escuela con mi papá, él es maestro y médico, y daba clases en una escuela unitaria en un pueblo que está como a una hora de Xalapa, Veracruz, y como yo no quería ir al kínder, me iba con él a su escuela. Creo que fue entonces cuando aprendí a leer y a escribir porque cuando finalmente me decidí ir al kínder yo ya sabía hacerlo. Los primeros poetas, como Lorca, los leí estando muy joven. Leí a Edgar Alan Poe, todos sus cuentos, cuando tenía diez años. Leí a Sartre cuando tenía quince. Simone de Beauvoir, igual, me leí todo; leía mucho, siempre. Desde ahí mi contacto con la poesía aunque, conscientemente, yo no pensaba ser poeta; me acuerdo que mi papá decía “es que la que lee mucho algún día va a escribir”, entonces dije “sí, algún día voy a escribir”. Como a los veinte años, tenía una columna en Xalapa, México, en una sección cultural donde tenía que llenar una página cada semana. Entonces yo publicaba poesía, reseña, cuento, ensayo filosófico, lo que fuera, la cosa era llenar la página. Me impactó mucho que fuese leída; eso creó en mí una consciencia diferente, el saber que mis palabras pueden afectar a la gente. Era para mí una consciencia nueva, el efecto que había de la intención de escribir, de mi mente al papel, y luego, del papel al lector y eso me hizo sentir escritora por primera vez.


¿Cómo dialoga tu obra con movimientos literarios como el barroco, la vanguardia, el modernismo, etc.?

Creo que todos reflejamos nuestra época o la época en la que estamos viviendo. De todos los movimientos trato de rescatar algo y, consciente o inconscientemente, lo incorporo, ya sea a mi poesía o a mi prosa. Hay rasgos del modernismo que me fascinan, por ejemplo el uso de los colores y el simbolismo. Me molesta que no habla de lo indígena, entonces yo hablo mucho de lo indígena. Las mujeres, como las argentinas, la Storni, me fascinan. Me harta un poco que hablan tanto del amor porque creo que cuando tienes que hablar del amor no tienes que decir “te amo” directamente. Tal vez con eufemismos, de manera sutil, te guío, te llevo a un estado amoroso en mi lectura pero nunca te voy a decir la palabra amor aunque la gente se sienta enamorada. Hay muchas texturas en mi escritura. Escribir con los sentidos es muy importante. Entre más detalles, más te voy a conducir a donde quiero llevarte, con más sabor.


¿Piensas que existe alguna relación entre esta tendencia de evadir ciertas palabras con tu experiencia como mujer del suroeste de México que radica ahora en los Estados Unidos?

Sí, creo que mi experiencia tiene mucho que ver con lo que escribo. Por un lado me ubico geográficamente bajo una cultura del sur. En la sociología se dice que somos las culturas de alto contexto, mientras que las del norte son de bajo contexto, como lo serían las culturas de aquí en los Estados Unidos, en donde la comunicación es concreta y es explícita, mientras que en las del sur le damos la vuelta al asunto. Yo lo sé y lo uso. Otro aspecto que marca mi experiencia es que muchas veces como mujer, socialmente, no se me permitía decir las cosas o no se prestaba atención a lo que yo decía. Una manera de sobrevivir mi experiencia como mujer fue simplemente hacer las cosas sin anunciarlas a nadie. Es, también, una forma de rebeldía que se transparenta en mi escritura.


¿Por qué diriges abiertamente tus presentaciones al público femenino?

Me acuerdo que cuando era niña, y al salón de clase llegaba un maestro o maestra, yo levantaba la mano y nunca me veían ni me daban la palabra. Desde entonces dije “eso no va a pasar cuando yo sea maestra.” Cuando yo presento, eso se traduce en mis presentaciones y, por eso, mis voces son femeninas y son personajes mujeres y la voz poética es bien femenina, sin decir feminista, pero obviamente lo es aunque no es mi intención, es simplemente femenina. Quiero explotar lo bello que somos las mujeres y es, como esa parte indígena, sentirme orgullosa de ser indígena y explotarla y salir con mis plumas de quetzal sin que las lleve por fuera pero se ven cuando estoy leyendo; igual llevo la voz de la mujer, lo femenino. Somos fuertes, somos guerreras, somos madres, somos las que mantenemos la casa, muchas veces, las que estamos solas, entonces hay que celebrarlo.


¿Cómo influye tu perspectiva de la identidad de género en lo que escribes?

Me encanta que lo que escribo refleje los sentidos y sea sensual. A mí me encanta ser mujer y que se note que lo soy. También busco que se vea el contraste de lo masculino con la sensualidad de la mujer. Me gusta mucho darle fuerza a la voz femenina, que se noten que son palabras que por un lado, puedan ser suaves y fuertes al mismo tiempo. Quiero que se note que la mujer es alguien fuerte porque vengo de una sociedad que es opresiva y también vengo de un hogar donde hubo violencia doméstica. Mi mamá, a pesar de ser abogada y ser fuerte en su trabajo, en lo doméstico, era diferente. Me recuerdo a los quince años, diciéndome a mí misma, “eso no me va a pasar a mí.” Esa discusión la tuve yo hace muchos años conmigo misma y nunca me ha pasado. Por eso mi poesía es fuerte.

Yo digo que si a las mujeres nos hubieran dado la opción de ser poetas, como cuando me preguntan “¿qué piensas tú, los poetas nacen o se hacen?”; creo que todos tenemos la posibilidad de ser poetas. Las condiciones sociales no nos permiten dedicarnos a la literatura, muchas veces, porque hay que sobrevivir. Lo mismo pasa con las mujeres en países muy tradicionales, como México: a menos que tu familia sea muy liberal y tenga dinero para hacer lo quieras, que no sea estar en la casa, pues, hay que batallarle y poner límites, hay que tener consciencia y a veces la consciencia, como en mi caso, viene con dolor. Sin embargo no es algo que me amargue. No quiero decir tampoco que excluyo a los hombres, no, sino que las mujeres también tienen voz, que piensan, que pueden ser sensuales y que pueden ser fuertes. Mi poema “Mujer” es eso, “la mano que soporta las cargas mas pesadas, puño levantado, puño ensangrentado, mano de la caricia más experta dadora de placer.” Todo eso somos y hay que poner límites porque si no, nos quedamos como muchas de nuestras mujeres, aún hoy en día, en Latinoamérica. Yo puedo ser todas las mujeres que yo quiera en mi escritura, porque además somos pequeños dioses en nuestros textos. Ése es mi propósito de realmente dar fuerza a la voz de la mujer: podemos ser las mujeres que queramos, que tal vez no vamos a ser en la vida real, pero aquí sí, en el texto.


¿Te identificas como chicana?

Yo me convertí en chicana. Hace diez años que empecé aquí a publicar, mis temas fueron chicanos, y luego la comunidad chicana me empezó a abrir las puertas, tan es así que escribo para La Bloga. Es un proceso interno fuerte, de compromiso, y también tiene que ver cuando me hice ciudadana de Estados Unidos. Ya no era yo, era otra. Me costó mucho trabajo decidir hacerme ciudadana porque es dejar todo, dejarlo y no, pero para mí fue un proceso largo porque pude haberme hecho ciudadana mucho antes. Cuando lo hice fui muy consciente de que ya estaba lista para eso. Y creo que con eso se abrieron puertas en mi mente. Me sentí americana, me sentí estadounidense y luego dije “pero no soy blanca, pues ¿qué soy?” Soy chicana, y eso se traduce en mi poesía y los temas se repiten también, igual que la Anzaldúa. Leí a Anzaldúa cuando yo llegué a Estados Unidos, Bortherlands/La frontera fue uno de los primeros libros que leí; leí a Castillo, también y a Sandra Cisneros. Fueron las tres primeras que leí aquí y veo que mis poemas tienen a todas las diosas y todas las cosas de esa búsqueda de las raíces y la consciencia indígena. Todo eso y la consciencia social son temas que se repiten en la literatura chicana. Me decía una profesora de la Universidad Estatal de California en Northtridge, cuando me invitaron a leer para celebrar sus cuarenta y cinco años como departamento, “es que tú eras chicana sin saberlo, llegaste aquí y ya te hiciste chicana.” Ahí es cuando se reafirmó mi sentimiento de identidad, el ser chicana. Fue como la cereza en el pastel y también estar escribiendo en La Bloga que es algo público, es como una bandera que con mucho orgullo llevo.


Has viajado para presentar tus poemas en territorio nacional e internacional. Cuéntanos, en general, ¿cómo piensas que todos estos viajes han moldeado o influenciado de alguna forma tu creación literaria?

Definitivamente el viaje está presente en mi obra. No nada más viajes físicos, sino internos: se refleja en lo psicológico, lo traspaso al cuento o al poema, muchas veces parece que es físico pero en realidad son cambios psicológicos. Mucha gente ha llamado a lo que escribo simbólico; yo creo que hago esa conexión entre lo que aparentemente es físico, pero en realidad se refleja en una parte psicológica o emocional de los personajes o de la poesía. En Sílabas de viento especialmente vamos a ver que cada poema tiene una fecha y lugar diferente. Algunos poemas fueron escritos en España en diferentes años, otros en Italia en diferentes años, pero dice ahí, por ejemplo, “Frente al mar” que es un poema que me gusta mucho “Venazza, Liguria, Italia, verano de 2013”. En fin, le comentaba yo a alguien que en ese libro, Sílabas de Viento, −que por cierto acaba de ganar el International Book Award for Poetry de 2015, que para mí fue una sorpresa; no lo esperaba, y luego ganó mención de honor para el International Latino Book Awards de 2015 en la categoría de poesía en español− yo no pensaba poner una fecha y un lugar en los poemas. En un principio eran notas mías, de autor, para irme acordando cuándo escribí el poema, dónde había estado, pero me di cuenta que funcionaba como hilo conductor de todo el poemario.

Tengo un nuevo libro, que va a salir en diciembre de 2015, que se llama Ocelocíhuatl, donde también hay mucho del lugar, por ejemplo, hay un poema que es muy fuerte que se llama “Espuma sangrante” que está dedicado a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. No nada más está dedicado a ellos sino que también lo escribí en Acapulco, Guerrero, el 11 de Octubre de 2014. Entonces sí hay mucho de los viajes en mi experiencia que después se traduce en mi poesía. Acabo de estar en Italia y terminé un poemario nuevo. Llegué a Italia el 15 de mayo y regresé el ocho de julio a los Estados Unidos. Escribí todos los días. Es como una especie de diario, y no, porque es poesía, pero había días que escribía cuatro o cinco poemas. Tengo noventa y cinco poemas y todos tienen fecha en diferentes partes de Italia.


Háblanos de tu más reciente viaje a Italia y tu participación en el Festival Internacional de Virgilio, en Italia, este verano de 2015.

Bueno, fui originalmente invitada para el Festival Internacional de Venecia La palabra en el mundo, la palabra como acción de paz. Y, de ahí, fui invitada al festival de Virgilio, que es en Mantúa, Lombardía, y luego en Roma presenté Sílabas de viento. En Salerno fui a otra conferencia de poesía, 100 Thousand Poets for Change World Conference, y, en Venecia, tuve otras presentaciones con una revista que se llama Proyecto Siete Lunas, donde he sido editora invitada. Entonces tuve presentaciones en diversos lugares de Italia y varias actividades.


¿Cómo sientes que recibieron tu poesía en Italia?

Muy bien. Me sorprendí mucho. Primero yo creo que el tema, que no es nada más el viaje, es la voz de los menos afortunados y el enfoque en lo social, que siempre llama la atención. Así como a mí me gusta ir a otros lados y escuchar, ver, lo que mis otros compañeros poetas están haciendo, yo también soy como la que lleva las noticias. Soy la testigo ocular de esos poemas, sobre todo de lo que está enfocado en lo social. Me sorprendió lo bien que fueron recibidos los poemas y lo pude observar al terminar de leerlos y por las presentaciones que se me fueron ofreciendo después. Me hicieron una grabación muy linda, que agradezco, de una serie de poemas míos, por parte de la Universidad de Ca’Foscari en Venecia, hecha por el Dr. Mistrorigo del departamento de Filosofía y Bienes Culturales. Hay otro proyecto que se llama Blind Spot, también de Venecia, creación de Debra Werblud, el cual agrupa poetas enfocados en lo social, y estoy muy contenta y honrada por la invitación. La invitación a grabar fue como resultado de que me escucharon y vieron cómo reaccionaba la gente al final de mis lecturas, se me acercaba y me decía qué había sentido, que vibraban conmigo, y yo se los agradezco mucho, de todo corazón.


¿Cuál es el impacto de este viaje en tu obra?

No me di cuenta qué tan benéfico había sido el viaje de Italia hasta ahora que regresé y que estoy todavía procesándolo. Siento que me quitó un peso de encima, porque conviví con muchos poetas que son bien radicales. Me encantó eso. Radicales en el sentido de que te dicen todo, se desnudan con la página, y yo estuve leyendo muchísima poesía italiana en italiano. Para mí fue un reto porque yo quería leer en italiano, fue adentrarme en la poesía, lo que me fue abriendo otros canales, me reconectó con cosas que yo hacía, pero que se me habían olvidado. He comentado con algunos amigos que la cultura italiana es una cultura muy cálida, muy cariñosa, afectuosa físicamente, te tocan, te saludan, te besan, y algunos de sus paradigmas son diferentes de los de los Estados Unidos. Creo que me reabrió canales que tenía casi olvidados porque ya tengo aquí casi veinte años. Ese viaje me reconectó y por otro lado me limpió de todo este año que fue tan difícil para mí. Estoy sintiendo los beneficios ahora. Haber escrito ese poemario que todavía no estoy segura cómo se va a llamar, tentativamente Donde la luz es violeta, ha sido como quitarme un peso de encima. El último poema lo escribí subida en el avión y salieron noventa y cinco poemas en total.


¿Cómo comparas este viaje con otros viajes anteriores donde has compartido tu poesía y has convivido con otros poetas de manera similar, como ocurrió en Italia, pero en contextos completamente diferentes como, por ejemplo, tu visita a El Salvador el año pasado?

Por los contextos. El Salvador es un país muy pobre con mucha violencia y tenían que estarnos cuidando; estaba alerta también. No me sentí libre de salir a caminar a media noche y sabía que no lo podía hacer. Son zonas tomadas por las Maras. Nos subían y nos bajaban de los autobuses con guardaespaldas. En cambio, en Venecia me sorprendió muy gratamente que a media noche o dos de la mañana yo salía de la casa de algunos amigos poetas, caminaba hasta Fonte Nove a tomar mi vaporetto, atravesaba la laguna para llegar a Murano y caminaba sola y no había ningún problema. Esa libertad, la agradezco porque ya no la tenemos en México y para mí fue también como un peso menos que yo no lo podía creer. Se lo dije a cuanto poeta y amigo, para que trataran de entender la felicidad que me daba poder caminar sola en el laberinto que es Venecia a media noche sin que me pasara nunca nada. ¡Eso es maravilloso! Ese sentimiento de seguridad, esa sensación de que nadie te va a tocar y de que estás ahí para escribir. Yo estaba ahí para escribir, para aprender lo que estaban haciendo otros y para leer poesía italiana. Además la estética de Italia que es un país con una tradición altamente cultural y artística me llenó, me bombardeó de imágenes y estoy procesando todavía todo eso positivamente.


¿En qué formas piensas que tus textos (poesía/narrativa) impactan a tus lectores?

Eso depende realmente del público y del contexto, porque creo que hay gente muy conservadora que se puede ofender con lo que escribo, pero no escribo con la intención de ofender. Trato de contar, a través de mi voz, y canalizar las voces de los menos afortunados. Para mí es importante la experiencia estética aunque esté hablando de un asunto social; quiero que haya un trasfondo estético para que con esa estructura se te quede más grabado y te haga un impacto más fuerte. Como la recibas está fuera de mí. Eso ya no es mío. Veo que le gusta a la gente, le llama la atención, pero no lo hago para que le guste a la gente, que eso es algo diferente. He tenido buena recepción y me da gusto.


¿Qué proyectos tienes para el futuro?

Próximamente tengo el libro Ocelocíhuatl que sale en diciembre. Ya tengo mi casa editorial y están trabajando en la portada, la traducción y en los comentarios. Estoy muy contenta. También viene este otro poemario que escribí en Italia, ya tengo una oferta para publicación y sale para finales de 2016. Y ya está casi terminado mi segundo volumen de cuento. Necesito curarlo porque todavía no encuentro bien el orden pero eso ya es menos trabajo y, por supuesto, volver a revisar. Son veinte, quizá veintiuno o veintidós cuentos, pero ya es un libro. Eso sale para el 2017. Todavía tengo que encontrar una casa editorial para este último libro y tengo más planes, pero, en concreto, esos son los tres libros por publicar.


¡Muchas gracias Xánath por tu tiempo y espero que sigas publicando de manera bilingüe!

Sí, eso es muy importante para mí. Todo es bilingüe, en inglés y español, porque es mi nuevo contexto. También llevo el náhuatl, no lo hablo pero no lo quiero dejar de hacer presente en mis textos, que salga, ¡que salga!