No. 85 / Diciembre 2015 - Enero 2016



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Us Latino Poets en Español
Copatrocinado por el Smithsonian
Latino Virtual Museum

Eugenia Toledo

por Xánath Caraza


Residente de Seattle en el estado de Washington, Eugenia Toledo revela en su poesía la memoria errante entre laberintos imaginativos de emociones y pensamientos que van hilvanándose y le dan sentido al presente de la poeta. Un presente que desgarra en muchas ocasiones, porque confronta un pasado doloroso, donde los lugares son, quizá, los únicos testigos sobrevivientes de realidades pasadas de la poeta. En un viaje a su país de origen, Chile, ese pasado la recibe en su presente y deambula por sus lugares sagrados, sus cafés, sus escuelas, sus calles adoloridas. Donde no hay amigos, no hay familiares, sólo el eco en su memoria de voces que se han desvanecido. Amigos perdidos, otros exiliados, otros torturados son el presente y el pasado de Eugenia. El tan anhelado viaje de retorno, es, sin duda, un viaje doloroso.

Toledo comenzó a escribir poesía en 1960 pero todo se perdió en 1973. Desde entonces es residente de Seattle. Autora de diez libros de educación para adultos y cuatro poemarios, Arquitectura de ausencias (2006), Tiempo de metales y volcanes (2007), Casa de máquinas (2013) y para 2016, Trazas de mapa, trazas de sangre.

Toledo escribe en español y todos sus libros son bilingües. Usa poesía concreta y poemas en prosa.  También escribe poemas en verso libre. Los sentidos están muy presentes en sus líneas, los que nos envuelven, nos hacen ver a través de una ventana oval con fondo blanco, o nos permiten sentir el viento ulular entre las frondas de los árboles o miradas que se penetran mutuamente o recordar la última vez que vimos a un amigo. Cielos amplios y poesía honesta, aunque a veces dolorosa, son parte de los sueños y recuerdos de Toledo.

Para esta ocasión he seleccionado, de Trazas de mapa, trazas de sangre (2016), en exclusiva para Periódico de Poesía, los siguientes poemas, “Nocturno de mis huesos”,  “Trazas de mapa”, “Colgar la ropa al sol” y “Fragmentos”.



Nocturno de mis huesos

La fórmula para viajar es mirar por una ventana oval en blanco.  El rumbo te hará señas,
Mientras la luz y los ojos se penetran mutuamente. Es una paradoja. No tengo ojos y no veo el purificado cielo. Ni tampoco la tierra azul. Siento sólo el frío o el calor, la añoranza y, tal vez, la alegría. Sin ojos, no cielo, no nubes, ni siquiera lágrimas. Mi imprevisible camino sin tierra, aire sin aliento, días blancos sin mancha, cerca sin siguiente. Pero si sigo la metáfora, viajo a donde quiero a través de la ventana oval y las nubes cruzan entonces el telón blanco al ritmo del pestañeo de mis ojos. Velo sobre velo, la memoria despliega muchas formas. Sé que he vivido varios mundos. Uno es haber sido, otro fue partir, y a veces, como ahora, volver a ti.

*

Volver a ti
como traza de caracol a la luz de la luna
como aureola del cuerpo austral
o aliento de pudú en los bosques magallánicos
te recupero una vez más y
te entrego mi vida
el nocturno de mis huesos
        es tuyo

*

Ahora sé que la palabra cordillera
es más               muchísimo más
y no es reconocible en la cercanía
enraizada en mis huesos la veo

cuando la nombro huye y continúa llamando mi nombre
quiere que vaya hasta la hondura
donde termina ese valle vicuñal dormida madre fecunda

(El día abrió su boca como cráter de volcán
su erupción me dio en el rostro e hizo florecer mis sentidos
la brisa agitó el humo)

*

Aquí estás, mi país. Eres una buena tierra

Ven, replicas
Yo desdibujé tus alas cuando ni pensabas en mí

Me tiendo a tu costado
reposola cabeza en tu pecho
subo la escala de tu columna serrana
la cadena de tus montañas

*

Una mirada oculta vacila en el aire        cada vez que te miro
se desvanece al instante         mar invisible      sin compuerta
entre flor y flor         ojo acariciando el otro ojo

la divinidad practica sin experiencia el arte de crear
la tierra prometida          la vuelta al Edén
esperamos demasiado tiempo para probar la manzana
se nos ha podrido          se nos ha agusanado

yo soy Rea ahora y vengo a defender nuestro caso
aquella mirada descombró el sueño
fue conato         un lugar donde nunca estuvimos, amado
porque en nuestro país Azul nadie lee
la escritura de lo mirado callado



Trazas de mapa

Sueño las trazas de la tierra rupestre
la nombro tres veces    me incluyo en su sendero

permanece      cápsula del tiempo      precaria
no somos geografía desconocida

cénit amarillo de lluvia        sobre la arena o de arena
abstracción de una ceremonia nocturna      todavía

el amor la mitad            me mira de lejos
apenas la mitad             me mira de lejos

las raíces de los árboles levantando piedras
paisaje de profundas rupturas trazas de sangre

dice tal vez        a lo mejor        después        nunca
digo es mi tiempo de trazar y poemar

suspenso en la ceremonia nocturna        todavía



Colgar la ropa al sol

La lámpara de mis brazos con que ilumino tu cuerpo, se apaga en las lagunas que nos separan.  Aún así saldo los espacios sin darme cuenta y te alcanzo. Tierra de otras épocas que vive en un viejo mapa colonial tan inscrito en imágenes y tan pensando en versos, tan manchado de café. En tu útero, esqueletos van y vienen por las calles que marcaron la piel de las noches que pasaste en vela. En ti los pobres entierran y desentierran sus muertos, caminan alrededor de una plaza, llevan pancartas con una foto donde se lee “Dónde están” o “Por los hijos caídos, luchamos sin olvido”; bordan arpilleras a lo Violeta Parra o bailan la cueca sola. Es necesario aprender el abecedario y creer en un cambio, empezando por colgar la ropa al sol.



Fragmentos

Fragmentos es lo que poseo. Ramas en vez de árbol entero. Vidrios en vez de una ventana. Cortina en vez de la luz. Voces, pero nadie. Niebla adentro, sol afuera. Otros puertos, pero no estos. Celebro tu partida, pero no recuerdo cuando llegaste. El ayer, porque hoy es un pestañeo. El lugar preciso, no tengo idea dónde se encuentra. El mapa no es el terreno, ni una vida, una línea férrea. Estando aquí, de allá me llaman. La piel con que me vistieron y ahora no toleran. El atasco. El sector metalúrgico al que me ataron: mi escondite. El perro de caza que pusieron para rastrear mis huellas y que ahora se me acerca, moviendo la cola. Este poema que cojea conmigo —por culpa del nervio ciático— mientras avanzamos, perdiéndonos entre las páginas.



 

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