Valerio Magrelli

(Roma, 1957)

Por Jorge Aulicino






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Valerio Magrelli (Roma, 1957) conduce su libro Ejercicios de tiptología  (Mondadori, 1992) más como una exposición de planos cortados que como un alfabeto de sonidos, un repiqueteo significativo, un morse, a pesar de lo que sugiere el título con su mención de la disciplina aplicada al desciframiento de mensajes obtenidos mediante golpes. El golpe aquí es en todo caso como el cliqueo del ratón de una PC y sirve precisamente para saltar desde una pantalla a otra como en un programa Windows.

Leer crítica...

Después de haber guiado algunas horas...

Después de haber guiado algunas horas
miro la cara
de mi interlocutor
y veo que sus rasgos se separan,
continúan abriéndose en la fuga
de un camino arbolado.
Hazme de camino, ahora.
Mientras me hablas,
yo surco el espacio
incontrastado
de tu cara.



El abrazo

Tú duerme a mi lado así yo me inclino
y pegado a tu rostro tomo sueño de ti
como hace una mecha
con otra mecha que le pasa el fuego.
Y las dos luces brillan
mientras la llama pasa y el sueño hila.
Pero mientras hila vibra
la caldera en los sótanos.
Allá abajo se quema una naturaleza fósil,
allá en el fondo arde la Prehistoria, muertas
turbas sumergidas, fermentadas,
rugen en mi termotanque.
En una oscura aureola de petróleo,
el cuartito es un nido recalentado
por depósitos orgánicos y hogueras.
Y nosotros, mechas, somos las dos lenguas
de aquella única antorcha paleozoica.

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Valerio Magrelli

valerio-magrelli.jpgValerio Magrelli (Roma, 1957) conduce su libro Ejercicios de tiptología  (Mondadori, 1992) más como una exposición de planos cortados que como un alfabeto de sonidos, un repiqueteo significativo, un morse, a pesar de lo que sugiere el título con su mención de la disciplina aplicada al desciframiento de mensajes obtenidos mediante golpes. El golpe aquí es en todo caso como el cliqueo del ratón de una PC y sirve precisamente para saltar desde una pantalla a otra como en un programa Windows. Las señales de este procedimiento están dadas, si así se quiere: Magrelli menciona a menudo capas, estratos, fronteras que se saltan con prontitud (la que separa la visión de una ruta de la cara del acompañante de un automovilista, por ejemplo).El poema Helgoland  es un testimonio de esta técnica -una concepción de la realidad- y uno de los mejores del libro, que alterna poesía con poesía en prosa. Helgoland  forma parte de la sección Viaje de invierno, como los restantes que se incluyen aquí.

La suerte de videoclip que Magrelli construye facilita la labor de mistificadores: con alguna ligereza, podría utilizarse como argumento de apoyo a una tesis sobre la posmodernidad que representaría Magrelli en cualquier panorama de la poesía italiana. Sería inútil decir que la mecánica de la poesía de todos los tiempos no difiere de la de Magrelli, si no existiera tal campo para el facilismo en la crítica. La fluidez del lenguaje de Magrelli y sobre todo sus temas son el signo de su modernidad; la ratificación de una hipótesis peregrina que alguna vez se opuso a la concepción tradicionalista que afirma que los temas no cambian con el tiempo y sólo son variables las formas. Más allá del modo suelto, rápido, libre del discurso, no hay en Magrelli ningún otro rastro de diversidad formal respecto de las estructuras permanentes de la poesía. El carácter de su angustia es, en cambio, contemporáneo. 

Jorge Aulicino










Equilibrio variable
Viajes de invierno 

Cada uno a su turno...

Cada uno a su turno lleva el genetlíaco,
el día donde muere
la propia edad. Enero,
el mío, la puerta
de las estaciones, cuando
cargo mis despojos hacia la brecha,
ojo de aguja del año,
nudo corredizo y aprieto, angina
que me aventa la sangre,
dejándome heladera
a cuidado del hielo.



Helgoland***

Una losa de piedra en el agua, inclinada
dulcemente hacia Gran Bretaña, rampa de lanzamiento,
verdísima, arbustos y madrigueras de V-Booten,
cantera cariada, isla y astillero mimético.
Al fin, conquistada, testarla rápido, borrarla de las cartas
geográficas, fregando con algodón el borbotón argentino,
como para controlar si queda algo. El resto
resuena por meses en el hueco del Invierno, sopla
sobre el Mar del Norte, dentro y debajo, hasta que la aldea
se va sesgando en dos. Ahora sobre el filo de las nuevas
  escolleras
(flamantes, de cuño fresco en el hervor
del bricolage litoraleño), su historia está escrita en las
  capas
visibles. Bajo la hierba, las mayólicas de alguna cocina,
  asfalto,
saloncitos, conductos y cableados
en una dulce lección de anatomía al aire libre, abierta
a los cuatro vientos.
Pero el proyecto se detiene, el explosivo no basta,
mejor el turismo. Y he ahí el duty-free, estos negocios
puerto libre, y la isla sin aduana, carcomida, manoseada,
  limada,
sillita moldeada rengueante, envoltorio para tirar y
   entonces
MARCA,                                                                   
placa mellada, condenada a flotar
en miles de medallas-souvenier.



Hablan

"Hay alrededor una tal quietud que casi se puede
oír el tintineo de una cucharita que cae
en Finlandia" (I. Brodski)

¿Pero por qué siempre detrás de mi pared?
Siempre detrás, las voces, siempre
cuando cae la noche comienzan
a hablar, ladran o creen a veces
que susurrar es mejor (y siento
este hilo de aire frío de sus palabras
que me hiela, que me ata
y me atormenta en el sueño).
En los confines del círculo polar
una pareja lloraba en su cuarto
del otro lado de un muro transparente
lloraba, luminoso,
blando, como la membrana de un tímpano
(mientras yo vibraba, caja
de resonancia de aquella historia). Hasta que
refaccionaron el techo de mi casa, la tubería,
la fachada, todo, y golpeaban
por todas partes, arriba, abajo, y golpeaban
siempre, parloteando entre ellos,
solo cuando dormía,
solo porque dormía,   
solamente para que fuera caja de resonancia
de las historias de ellos.



Sobre el nombre de un utilitario de la D.D.R.
que en alemán significa "satélite"

Satélites de un sistema solar que se disuelve,
de un núcleo que decae, libera partículas
y pierde las perlas de sus hilos orbitales,
confites en un repiqueteo que granizando
brilla sobre los asfaltos occidentales,
TRABANT rosa, beige, verde
pastel, carrocitas de dos tiempos, tintineantes
armatostes azulinos, trinos trémulos,
TRABIS, patrias portátiles, alhajuelas
de una clase fósil con estilo,
estuche de lata en que se aprieta
una temerosa burguesía comunista, hallazgos
minerales, conductor de Topolino
que escapas de tu piafante asesino,

bienvenidos a Hameln, B.R.D.!



Al frente

Caminamos por la nieve fría
ahora,
ahora patinamos pero
doblar
en esta nube de luz y de aire
frío
pero doblar es difícil
doblar.



Después de haber guiado algunas horas...

Después de haber guiado algunas horas
miro la cara
de mi interlocutor
y veo que sus rasgos se separan,
continúan abriéndose en la fuga
de un camino arbolado.
Hazme de camino, ahora.
Mientras me hablas,
yo surco el espacio
incontrastado
de tu cara.



El abrazo

Tú duerme a mi lado así yo me inclino
y pegado a tu rostro tomo sueño de ti
como hace una mecha
con otra mecha que le pasa el fuego.
Y las dos luces brillan
mientras la llama pasa y el sueño hila.
Pero mientras hila vibra
la caldera en los sótanos.
Allá abajo se quema una naturaleza fósil,
allá en el fondo arde la Prehistoria, muertas
turbas sumergidas, fermentadas,
rugen en mi termotanque.
En una oscura aureola de petróleo,
el cuartito es un nido recalentado
por depósitos orgánicos y hogueras.
Y nosotros, mechas, somos las dos lenguas
de aquella única antorcha paleozoica.


***Isla alemana del Mar del Norte

 


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