No. 86 / Febrero 2016


Encuesta a poetas del mundo
¿Por qué y para qué escribir?

 
 

 

María Ángeles Pérez López*
(Valladolid, España, 1967; vive en Salamanca)

encuestas_maria.jpgCuando busco verbos que definan lo poético (su porqué, su para qué), resistir aparece como el único lugar en el que puedo quedarme. Es, también, el lugar al que llegan algunos de los poetas y críticos a los que más admiro. Recientemente le preguntaban a Juan Carlos Mestre si con todas las noticias que nos invaden y atenazan, había lugar para la poesía, y su respuesta era tan concluyente como quiero serlo yo: “Si hay lugar para la resistencia entonces existe un lugar para la poesía. […] La poesía recuerda qué ha de significar en épocas de penuria la palabra justicia, la palabra piedad, la palabra misericordia. Testigo incómodo, voz sin boca de la dignidad humana”.

Antes, había afirmado René Char: “Parece que la poesía, por los caminos que ella ha seguido, por las pruebas que ha resistido para merecer su nombre de poesía, constituye la posta que permite al ser exhausto y desmoralizado volver a encontrar fuerzas nuevas y razones frescas para perseguir la presa o la sombra una vez más”.

Y Deleuze, en una conferencia que tituló “Qu’est-ce que l’acte de création?”, proponía justamente que la creación artística (en todas sus formas) radicaba en su resistencia. Con sus propias palabras:
“los libros de filosofía y las obras de arte tienen en común la resistencia, la resistencia a la muerte,
a la servidumbre, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente”.

Muchos más nombres ampararían esta visión desamparada: Eduardo Milán, Claudio Rodríguez (“estamos en derrota, nunca en doma”), Antonio Machado (o Juan de Mairena, para quien de nada sirve “la libre emisión de un pensamiento esclavo”), Blanca Varela, Wisława Szymborska (“Nada en las paredes/ y solo la humedad que va cayendo./ Aquí hace frío y está oscuro.// Pero un frío y una oscuridad/ de fuego apagado./ Nada, pero después del bisonte/ pintado con ocre.// Nada, pero una nada pendiente/ después de una larga resistencia/ de cabeza agachada./ Así pues, una Nada Bella./ Merecedora de letras mayúsculas./ Una herejía ante la vulgar nada,/ no convertida y orgullosa de la diferencia.// Nada, pero después de nosotros/ que estuvimos aquí,/ y nos comimos nuestros corazones/ y nos bebimos nuestra sangre”). Quien persigue presa o sombra en el corazón mismo de un lenguaje inasible y refractario, poesía que evita repetir los lenguajes devaluados (del poder, del discurso, de la propia poesía). Que se resiste a sí misma, desde luego, y se resiste al poeta, al mismo tiempo que resiste cualquier intento de mediación o depauperación pues aloja el disenso y
la individualidad, evita la visión gregaria y uniforme de gran parte de los lenguajes que nos rodean
(y a la vez conforman), se escabulle y no se deja someter al principio de deshumanización que intenta constreñir la experiencia de lo humano en términos del presente. Y que cuando de veras merece la pena, se resiste a sí misma. Como se me resiste a mí para traerla hasta este lugar.

 

Marina Serrano
(Quequén, Provincia de Buenos Aires, 1973)

 

encuestas_maria.jpgYo no sé por qué escribo y no intento descifrarlo. Así como no intento hallar un por qué a la existencia del ser humano o al devenir del universo. Simplemente, pasados los cuarenta, un buen día, me rendí y comencé a ver absurdo todo aquel asunto de buscar una verdad, y en especial, el hecho de buscar una verdad que explique, de forma coherente, mi proceder.
Quizá este abandono se debió solo a la caída, a la aceptación dogmática de algunas ideas, como la existencia de mociones inconcientes, la historia de Charcot en la Salpêtrière y su creación de la histeria, las pruebas neurocientíficas acerca de la diminuta porción de mundo que nuestra mente es capaz de abarcar, comprender y explicar, y en medio de tal maraña, no me quedó otro remedio que entregar a factores incomprensibles el poder y el orden de mi vida.

Pero entiendo la voluntad de hallar un por qué, como entiendo la necesidad en un bebé de chupar su dedo aunque no lo sacie, entiendo las clásicas palabras, “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”, entiendo la necesidad de atribuir un sentido a lo que hacemos, solo que, para mí, esos sentidos parecen ser, en muchas ocasiones, una atribución posterior a la acción, lo cual los convierte en meros consuelos, vanidosos en su mayoría.

Para mí, plantear una hipótesis sobre un determinado por qué, en este caso sobre el por qué escribir, o por qué escribo, no puede ser sino una hipótesis tan débil y contrastable como cualquier otra. Supongo que hay algo posible que da lugar a esta consecuencia en mi vida que se llama escribir, pero eso es algo que excede a mi saber. A una forma de mi saber.

Yo escribo como otros corren o tocan un instrumento. Escribo como acto, en forma biológica, por acostumbramiento y, como tal, en el fenómeno de la repetición nace mi felicidad, y radica la maestría que me da felicidad, y el reconocimiento que viene aparejado con la maestría o que, a veces, ni siquiera la necesita.

Seguramente existan porqués y sentidos tanto para la escritura en general como en particular, solo que me resultan absolutamente desconocidos. Y pasando al terreno pragmático, inútiles. He edificado un sistema de pensamiento donde solo importa la creencia, la creencia en esos porqués. Si creo que escribo porque me hará feliz, porque voy a cambiar el mundo, o porque incrementará mis posibilidades de contacto sexual, no importa la naturaleza de mi creencia, el resultado será el mismo, un escrito. 

Y vuelvo a lo mismo, yo no sé por qué escribo y no intento descifrarlo. No creo poder comprenderlo y no lo veo posible porque, a fin de cuentas, comprender por qué uno escribe no puede decirse con palabras, porque comprender por qué uno escribe, como toda comprensión genuina, es un afecto.

Y, ¿para qué? ¿Para qué escribir? Creo que existen distintas clases de para qué: el que se intenta y el que deviene. Así como el Sildenafil, más conocido como viagra, creado con el propósito de, o sea para, ser usado en pacientes con hipertensión arterial y angina de pecho, resultó finalmente utilizado para casos de disfunción eréctil, y luego extendido a la población masculina en general como medio para alcanzar un rendimiento sexual de características maratónicas, así, probablemente termine mi poesía.

Me gustaría poder decir que escribo para descifrar sentidos ocultos, para mantener viva mi memoria y la de otros, para que alguien se emocione, o se sienta identificado, o se olvide de su realidad por un momento, me gustaría creer que escribo para la posteridad, pero quizá a todo aquello que hoy escribo movida por tan enormes propósitos concientes, el futuro solo le depare un destino fortuito, banal, cómico o, inclusive, absurdo.


 

* Parte de estas reflexiones se encuentran en "Poesía y resistencia", http://www.lyracompoetics.org/pt/poesia-e-resistencia/