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No. 86 / Febrero 2016


Elsa Cross
(Ciudad de México, 1946)



Insomnio  10


La mente se vuelve un insecto hipnotizado
Entrevé a la araña del insomnio
deslizarse ligera por su red
postergando el ataque
O es arrebatada
por un zumbido que taladra el minuto

Vibran las piedras
Algo se mueve velocísimo y sutil
entre sus poros
algo se enerva en la retina
La noche dilata su pupila de gato
abre sin fondo un jade parpadeante
Hojas caídas se enroscan
como manos cortadas
Voces repiten una cadencia hueca
Vibran aleteos inciertos
y se retraen en una barda al fondo
mientras sigue latente
la pupila que se ensancha
                                                                 [...]
Zumba en su túnel negro
el viento que se acerca
el negro vuelo que arrastra dando tumbos
y se aquieta de pronto
Bosques de tumbas
o fosas a flor de piel
con su festín de moscas azuladas
de buitres ceremoniosos
de cuervos y gavilanes
de perros que llegan a recoger los huesos
y dejan solo los cráneos y las pelvis
reluciendo entre el lodo.

Zumba la mosca fija en el cerebro
Las hojas secas de la higuera
se enroscan en la tierra
como embriones
o como cuerpos muertos
con su curva dorsal amarillenta
Brota musgo en las piedras
se desperezan criaturas diminutas
escurren gotas de leche
útero o tumba
vasija desquiciada
vaina que esparce sus semillas
roedor que las come
serpiente que lo atrapa
águila que al vuelo la levanta

Una hoja que cae
una rama quebrada
crecen hacia el oído de la noche
Todo es verde y negro y prolifera
Abajo en las raíces
el puro sedimento
de hojas y cuerpos
que se secan o se pudren
A flor de tierra crecen
colmillos de los tallos
savias venenosas
en la región sin sueño
en el reino de los desencarnados
con sus cortinas de raíces colgantes
con sus cascadas de hojas secas—
y se alzan triunfales
         −y suicidas-
verdes parásitas sobre su árbol muerto

La gruta crece hacia la tierra
Mueca feroz en el basalto—
jaguares de bocas negras
y de cejas flamígeras
con sus perforaciones
sus sartales
sus ajorcas
Verde que se pierde en lo negro
verde de jade y jadeíta
de serpentina y de obsidiana
verde de pedernal
verde quetzal
barro quemado
espejos de hematita—

En los glifos de tiempo
las hondas comisuras
duplican los huecos oculares
se oxidan
garras de águila arpía
y picos de guacamaya
conejos y lagartos
volutas de oreja o caracol
ojos saltones
ojos descascarados

El tiempo se enclaustra en un cuadrángulo
entre barras y círculos
desgrana la cuenta de los días
cambia el giro de los rumbos
pulsa asimétrico

Sentada sobre las plumas preciosas
sobre los peces de esmeralda
la diosa agita las manos
en su montón de basura
la diosa junta las manos
Sus dedos repiten
el motivo del pectoral y el faldellín
del tocado y el cinto—
líneas paralelas
para que el ojo resbale en sus ranuras
se deslice en sus filos
y encuentre un refugio
y se restaure
La diosa borra en los cuerpos
escarificaciones negras
borra los vericuetos
del ciervo desolado
ayuntando en sus belfos
agua lodosa y hojas machacadas
derrengándose solo—
La diosa alza los brazos
Sus manos que son garras que son alas
que son huellas llameantes
avivan las flores secas
el canto seco
El mundo se destraba
El aliento alcanza el rumbo postergado

Monos se columpian en su nombre
saltan de rama en rama
sueltan sus brazos lánguidos
 —restos deshilachados del insomnio—
Los ojos se entrecierran
La conciencia deambula como el ciervo
en un sueño que sueña
creaturas que nacen de un reflejo claro—
Y quiebra al sueño un sobresalto
como si se cayera a un precipicio/
y es solo la conciencia
que desciende de golpe
a un sitio incognoscible
¿Y si la mente se dejara ir
al fondo de ese pozo?
¿a un fondo más allá de ese fondo?

Pulcras líneas en su juego de sombra
manchas volátiles
Junto al tronco que se pudre
alza una ceiba joven sus baluartes
Se destierra el espejismo
Las ramas se recortan
contra el cielo raso del insomnio
Se enciende la forma de las cosas
sus líneas nítidas
su volumen cumplido
La mente vuelve a su cauce
y al fondo solo quedan
una barda de piedra
hojas caídas en la tierra
Y el silencio detrás—
pétalo vibrante
pulso leve en las sienes
un arrullo de mar en la memoria