...................................................................

portada_euforika.jpgEufórica [partituras para la guerra]
Andrés Cisneros
Sikore Ediciones,
México, 2015.
 

Por Joel Gustavo Rodríguez Toral
.....................................................................

No. 86 / Febrero 2016


Eufórica o la poética de los vencidos

Una poética de rigor, zurcida en los avatares de un extraño simbolismo, es una peculiaridad entre poetas actuales, y a pesar de que muchos intentan hacerlo, sólo mezclan muchas vertientes que se direccionan, eclécticas, hacia donde pueden y donde se ofrece notoriedad; por ello es significativo cuando un poeta —aún joven— escoge el rigor y la tradición para proponer una poesía transcendental, vigente. Éste es el caso del poeta y editor Andrés Cisneros de la Cruz. Eufórica [partituras para la guerra], compilación que realiza Sikore Ediciones, dirigida por Estephani Granda Lamadrid, incluye una oportuna presentación de la gran poeta Silvia Tomasa Rivera. Es un libro que no sólo recopila poemas, sino una trayectoria poética, que muestra tanto mesura como arte poético, consolidado una maestría, que se sostiene en las hierbas que carga en su saco de caminante.

He dicho “maestría”, porque es difícil ser el autor de una obra consistente en mesura, en rigor y en propuesta, y no caer en la vanidad de encontrar en una frase al poeta que se haga notar a ego-exprés; no, Andrés Cisneros de la Cruz, logra significar más en su obra, lo que le dará ese sello sustancial para permanecer en la memoria de la comunidad y llegar así a la irreversible lectura del núcleo de su obra poética, que es a todas luces un tema de debate: ¿debe el arte estar al servicio de la víctimas de las políticas actuales?

Aunque esta sea sólo una de las muchas interrogantes que se presentan, creo que antes de contestar ese cuestionamiento, así como los demás que vayan resultando en medida de que la poesía se desenvuelve, se tendrá que tener en cuenta que en estos tiempos ya no es común aquella vieja característica, o síntoma de época, que era el dogma de programación dentro de un partido, que muchos poetas por alguna extraña razón pusieron en boga o enterraron para siempre detrás de versito codificados de ligera manufactura. En México es largo el cementerio, en vida, de muchos poetas panfletarios, y es justo ahí donde el poeta Cisneros logra hacerse a la orilla de estos alardes, porque logra hacer en sus poemas las voces del pueblo; hacer que sus poemas sean la voz de los vencidos, esa voz necesaria sí, pero sin ser vocero de víctimas; en estos textos no hay martirologios, no hay en Eufórica (partituras de la guerra) ese discurso de la victimización ideológica del pueblo, como en los casos de la poética de Ernesto Cardenal, en sus grandes obras poéticas: Hora Cero (1957) y El Estrecho dudoso (1966). Que en el caso de Ernesto Cardenal, es más que evidente, pues perteneció al Frente Sandinista y ha sido Secretario de cultura del gobierno de izquierda de Nicaragua, y que no se le ha satanizado de manera irrazonable, como se hizo con Pablo Neruda por su afiliación Stalinista, siendo que no fue el único artista que tuvo simpatía por la pretensión de aquella época. En Cisneros también se percibe la sabiduría de Cantos (1925) de Ezra Pound, que con buena mesura da un brillo a su trabajo poético, digno de aplaudir.

Por lo pronto encontramos voces de la familia Eufórica, voces que sostienen el tono de Andrés Cisneros de la Cruz; Pound, de manera sostenida; Ernesto Cardenal, Pablo Neruda y Ramón López Velarde: estos dos últimos se manifiestan en la poética de Cisneros, porque es una épica no épica, es como dice el gran bate Velarde: una épica sordina, donde hay un lirismo propio, un canto crónico y critico bien realizado, una vista sin nubes ni ojeras, una visión amplia del espectro poético, que conlleva un gran compromiso y fidelidad al trabajo del verso, y por ende, una gran dignidad.

Andrés no en vano es editor de poesía, y ha sabido limpiar algunos daños en pro de la claridad poética, en esto se da algo indudable, pero su épica que pareciera contradictoria, tiene una contra-lógica del uso épico, ya que canta y narra las penas del pueblo, al que no quieren mirar ni los noticieros, telenovelas y mucho menos los comerciales; Cisneros no nada más los mira; los observa, los sostiene, los ecualiza y los disecciona de una manera plural —palabra de uso demócrata político, y no poético— que en mirada de Andrés, hace que el poema épico sea para el pueblo, porque el pueblo es el Dios, el héroe, o el reinado. Su poesía es hija del espectro del arte, y en eso es a raja tabla y no se traiciona en su concepción, logrando un paisaje artístico de gran valor.

No hay letras para escribir tu epitafio nos sentencia, con verso artero, y en Decapitación de los tritones, Pound, así como Neruda en el Soliloquio ante un cristal rayado por un ser desconocido. Y qué se puede señalar del gran poema que es “El falo que todos llevamos dentro”, que soporta un discurso digno, de la esperanza ante la decadencia; poema fundacional y de largo aliento que se perfila ante la discusión tan vigente del machismo y la misoginia, ante el hombre y su justeza en la vida conyugal, y para con la mujer, así como para con el mundo. Indudablemente en: “La cena de los poetas” hay mucho de “La nube en pantalones” de Vladimir Maiakovski. Debo sincerarme, y aceptar que estos poemas me son atractivos y tienen en gran medida lo antes mencionado, pero los demás poemas son de calculada ejecución y componen un libro muy bien editado, desde el ala independiente.

Sikore nos muestra lo mejor de la poesía de Cisneros, con una impecable manufactura, y al mismo la lectura de una visión que ha ido madurado. Nos presenta también, entre líneas, a un editor que sin ser el compilador de esta reunión de textos poéticos, confía en lo que para algunos pudiera ser un muestreo del espectro de su sumo poético; sin embargo Granda Lamadrid también muestra una gran sensibilidad y atino editorial. El caso que se deberá decir de esto, de esta edición; lo que podemos entender del autor, es que es un poeta que emana desde la vivencia, pero en estos poemas muestra que lo es más profundamente, desde el rigor y la elocuencia de su propia ejecución poética, y lo mejor, es que no se contradice en el acto.

Haciendo un parafraseo del título de Miguel León Portilla: qué importante es que el poeta logre en su arte de palabras, una reunión crítica, filosófica y de gran ilustración histórica, como en estos textos, con los cuales Cisneros sale airoso. Su poesía lleva entretejidas las voces mencionadas, pero toma y pone en la mesa, y suma la lectura de voces emergentes de gran efectivísimo como lo son Maiakovski y la poesía de arte comprometido, pero en vez de proponer el dogma panfletario, Cisneros propone la crítica y el debate del arte comprometido.

Ahora bien, el maestro Andrés deberá hablarnos acerca de esto de manera más directa. Cuál es su causal en el horizonte del arte comprometido. Por lo pronto en Eufórica nos da una buena muestra y amplia visión de lo que hasta ahora ha sido la poética que profesa: que es indudablemente artera, irreverente, crítica, crónica y de gran manufactura.