No. 86 / Febrero 2016



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Us Latino Poets en Español
Copatrocinado por el Smithsonian
Latino Virtual Museum

Demetria Martínez

por Xánath Caraza



Demetria Martínez, chicana de mucho corazón, activista social, escritora, poeta y periodista es ejemplo vivo, donde las palabras se transforman en poder. En la poesía de Martínez encontramos una constante reflexión sobre acontecimientos políticos actuales. Sus versos están llenos de observaciones agudas y críticas al sistema político o a la política exterior de los Estados Unidos. A través de su escritura ha explorado el feminismo, la identidad chicana, la conciencia cultural y el proceso creativo en sí mismo. La búsqueda espiritual es otro tema que resalta en sus estrofas. 

Martínez, quien radica en el estado de Nuevo México, es autora de los poemarios Breathing Between the Lines, The Devil’s Workshop entre otros. También del libro de ensayos autobiográficos Confessions of a Berlitz-Tape Chicana, ganador del International Latino Book Award para biografía de 2006. Entre sus novelas destaca Mother Tongue, ganadora de Western States Book for Fiction, basada en su experiencia como reportera del Movimiento Santuario en los Estados Unidos durante la guerra en
El Salvador. 

Uno de los poemas de Martínez, “Natividad: para dos mujeres salvadoreñas, 1968-87”, le causó una demanda en 1988 por su reportaje del Movimiento Santuario. Demetria ganó el juicio y quedó liberada de posibles veinticinco años en prisión. Martínez es una activista comprometida que a través de la palabra escrita lucha por los derechos de la mujer y los derechos de emigrantes, entre otras injusticias sociales. Ha sabido balancear su carrera como reportera para el National Catholic Reporter, como poeta, narradora y profesora.

Tuve el honor de conocer y de presentar a Demetria Martínez en la Ciudad de Kansas, en marzo de 2010, durante su lectura de poesía en la Biblioteca Municipal. En esta ocasión he seleccionado y traducido los siguientes poemas, “Cumpleaños”, “Poema que bendice”, “Canción” y “Natividad: para dos mujeres salvadoreñas, 1968-87”.


Cumpleaños

Nací en el año de la Rata.
Pulmón negro por el incienso
De banderas americanas quemadas
Primeros poemas encerrados bajo
El rojo resplandor de un cohete.
La matemática era más simple:
58,000 soldados
Y después ninguno.
Nací en el año de la Rata.
Treinta y ocho años, una vida
Aún a media asta.



Poema que bendice

                         Para Benjamin Theodore

Dicen que viene de nuestro lado indio:
La mancha azul de nacimiento cerca de la base
De la columna que con el tiempo se desvanece.
Pequeña luciérnaga, los doctores te bañaron
De rayos ultravioleta para quitarte la ictericia.
Tus padres ponían Mozart en la camioneta
Para activar la corteza cerebral.
Cuando arrullas, sueño contigo que cambias
De inglés a español, de español a tigua y de regreso,
Rezar en tantas lenguas que algún
Dios tendría que escuchar sino contestar.
Huesito de fruta madura, vive dentro del misterio
Mientras puedas. El mundo está resguardado
Por chalecos antibalas. Tus ojos son
Puntas de obsidiana apuntando a nadie.



Canción

Soñé que mi voz era una olla anasazi
Llena de lengua tigua, ladino y náhuatl.
Los conquistadores la aplastaron cuando
Oyeron sus sonidos salvajes.
Mi canción y mis oraciones sangraron hasta penetrar
El suelo y cuando el oeste fue ganado y pavimentado,
La superficie de la tierra, con todas mis palabras, voló.

Siete esquirlas fueron todo lo que pude encontrar.
Las enhebré, campana de viento.
Estoy muda mas la brisa es fuerte.
Oh triste, triunfante, hermosa canción.
Mi triste, triunfante, hermosa canción.



Natividad: para dos mujeres salvadoreñas, 1968-87

Tus ojos, largos como Canadá, dan la bienvenida
a esta extraña.
Nos encontramos en una estación de tren de Juárez
donde te sentaste por horas,
tu hijo brotando de ti
como el fruto del cactus,
vestidos manchados donde leche materna escapa,
bragas en bolsa de mano con etiquetas
“Hecho en El Salvador”
cinturones como la línea ecuatorial,
separan el norte del sur,
fronteras que no puedo cruzar,
porque soy reportera americana,
pluma y cuaderno, las herramientas
de mi tribu, nos distancian,
aunque en otro momento hubiese
colocado un estetoscopio en tus heridas,
escuchado la sinfonía del nonato,
guiado los infantes dedos a la luz,
limpiado después del nacimiento, cortado el cordón.

Es imposible ver crecer un niño
en ese país.

Hermanas, no soy ninguna santa. Solo una mujer
que es reportera,
una reportera que
es mujer,
acuclillarse en el bosque, orinar
en las agujas de pinos,
verlas vomitar nauseas matutinas,
nauseas infinitas como la guerra en El Salvador,
nauseas que mi pluma y cuaderno no apaciguarán,
díganme, ¿Por qué están aquí?
¿Cómo cruzaron?
En mi país cantamos sobre un niño en el pesebre,
Financiamos escuadrones de la muerte.
¿Cómo escribir de esta vergüenza,
de los niños que elegiste salvar?

Es imposible ver crecer un niño
en ese país.

Una reportera norteamericana,
sonrío, me dices que nace
en diciembre, asentimos,
sabiendo lo que saben las mujeres.
Cierro mi cuaderno,
veo tu auto mecerse
a través del Gila,
una canoa cuelga sobre el parabrisas
como el pico de un águila,
los bebés dando vueltas en sus vientres,
citados para nacer en Belén.




 

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