No. 90 / Junio 2016
Leer un poema...
 

“A algunos les gusta la poesía”, de Wislawa Szymborska

 

Por Carmen Villoro
 

No todos los poetas, aunque sean buenos poetas, saben o quieren responder a la pregunta: “¿Qué es la poesía?” Hablar sobre el oficio requiere de una habilidad distinta a la de hacer un poema. Construir una poética exige claridad de pensamiento, conocimiento de la técnica y de la práctica, lecturas sobre ars poetica, capacidad de análisis y de síntesis. La lucidez del intelecto está comprometida en este discurso. En cambio, en el acto de escribir un poema se ponen en juego, sobre todo, los sentidos. Quien escribe sobre la poesía o elabora una poética, en el momento en que lo hace se sitúa más en el lado de la filosofía. Sin embargo, algunas veces las fronteras entre el pensamiento y la percepción, las ideas y las imágenes se diluyen, cuando el poeta piensa y el filósofo imagina.

Wislawa Szymborska, poeta polaca que recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1996, confiesa en su discurso de recepción del mismo, 
no sentirse muy hábil para hablar sobre el tema de la poesía. Describe la dificultad de los poetas de asumirse como tales ante la sociedad: “En diferentes encuestas o en conversaciones casuales, cuando el poeta tiene necesariamente que precisar su ocupación, se define de forma general como ‘literato’, o da el nombre de la profesión a la que se dedica por añadidura.” Porque es difícil describir eso de ser poeta. Crear poemas tiene que ver con ese fenómeno humano que es la inspiración, y Szymborska hace la siguiente reflexión al respecto: “La inspiración, sea lo que sea, nace de un constante ‘no sé’”. Estas dos pequeñas palabras a las que tiene tanta estima hermanan al poeta con el científico en su búsqueda de comprender el misterio de la vida. El asombro da lugar a una disciplina o a otra. Pero la ciencia trata de ser precisa, de purgar el lenguaje de todo lo que pueda tener de ambigüedad, en cambio el lenguaje poético se mantiene en la imprecisión. A veces el fenómeno es de tal manera inabarcable por el conocimiento, que solo puede nombrarse con lenguaje poético.

En su poema A algunos les gusta la poesía, Wislawa Szymborska habla con poesía sobre la poesía:


A algunos les gusta la poesía
 
A algunos,
es decir, no a todos.
ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.
 
Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.
 
La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.
 

La primera estrofa del poema describe una estadística. Precisa o imprecisa, exagerada o corta, lo que la poeta nos quiere compartir es que son pocas las personas a las que les gusta la poesía, y entre ellas están los propios poetas. Wislawa Szymborska sugiere que la gran mayoría de las personas tiene un contacto obligatorio con la poesía en años escolares, pero que pueden prescindir de su presencia el resto de sus días. Esta descripción va perfilando al poeta, a los ojos de Wislawa Symborska como un ser singular, un avis rara.

La segunda estrofa le quita toda solemnidad a la poesía. Para la mayoría, 
es un objeto de satisfacción tan simple como una sopa de fideos, como una vieja bufanda, como la acción de acariciar al perro. En esta enumeración de placeres cotidianos, Szymborska le devuelve a la poesía su naturalidad mundana, pero le reserva un sentido único a quien la practica.

En la tercera estrofa se hace a sí misma la difícil pregunta: “La poesía,/ pero qué es la poesía.” Y contesta que no lo sabe, pero en los dos últimos versos del poema hace una declaración de principios íntima y contundente:

                                      Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
                                      como a un oportuno pasamanos. 
 

Lo interesante es que en el vocablo “esto” del penúltimo verso, cabe la poesía y cabe también la incertidumbre. Ante el vacío y la angustiante nada, la poesía nos brinda (o brinda a los poetas, esos seres extraños), un apoyo del cual asirnos para no desplomarnos. No se trata de un apoyo construido en la certeza sino en la duda, no en las respuestas sino en las preguntas. 
En la frase “me aferro” nos comunica una experiencia personal, una necesidad biológica y emocional y nos confiesa el miedo y la vulnerabilidad que la acompañan. Y en el adjetivo “oportuno”, le otorga a la poesía su efecto salvador. Sin decirlo, nos dice que el poeta es aquel que ha encontrado el sentido último en los versos, y que la poesía, que no se sabe qué es, es eso que nos puede salvar la vida.

Hay en el poema de Wislawa Szymborska esa ironía muy sutil que atraviesa toda su poesía. Por eso Malgorzala Baranowska, crítica literaria que conoce bien el trabajo de Szymborska, dice en su ensayo “Wislawa Szymborska, poeta de la conciencia del ser”, que “su sentido del humor es el resultado de la combinación de una paradoja filosófica muy refinada y de un lenguaje inusualmente sencillo en el que abundan expresiones de lo más corriente.”

No cabe duda de que algunos poetas también son ensayistas y pueden desarrollar una poética compleja rica en ideas y abstracciones. Otros, como Wislawa Szymborska, hacen de la poesía un tema más de su poesía, como un árbol o un pájaro. Y con versos escuetos y profundos, nos comparten su universo filosófico
.