No. 90 / Julio 2016


Lenguas originarias


Irma Pineda: la nube vestida de verde 



Por Kalu Tatyisavi

 


Considero que cada quien, cada cultura o nación, debe auto denominarse, ahora bien, si esto se hace desde la lengua —como lo primordial de aquéllas—, a la larga tendrá más peso, es decir, su mirada puede dirigirse a un sitio permanente, trascender lo colonizado; en este sentido, no es el pasado informe que camina sino que se trata de un deseo en espiral. Entonces, atreviéndome a parodiar el libro de Federico Engels, me referiría a ‘El papel de la poesía en la transformación del hombre en poeta’. Así, la poesía servirá para quien desee usarla honestamente, vivir y morir con ella, como dicen tantos; entre ellos, Enrique Lihn: “Pero escribí y me muero por mi cuenta/ porque escribí porque escribí estoy vivo”.

Esto viene a colación al revisar uno de los libros de poemas que publicó Pluralia Ediciones en el año 2013; dentro de la quinteta se encuentra Guie’ni zinebe (La flor que se llevó) de Irma Pineda (Juchitán, Oaxaca, 1974), referente contemporánea de la poesía en lengua diidxazá. La literatura en esta lengua tiene una tradición y, como todo, el nivel actual es muy disparejo, pero ahí está, insiste, fracasa y pone el rostro conjuntamente con la lucha social que ha mantenido su población por su identidad y por la conservación de su lengua, lucha contra los cacicazgos políticos y la historia. Es decir, la poesía y la lucha están latentes, y son inmanentes.

Menciono lo anterior porque los poemas de Irma están imbuidos de esto y las fotografías de Frida Hartz son un buen complemento en el libro, basta ver la primera fotografía que aparece al abrirlo: una mujer sentada con la cabeza cubierta de una larga tela, como en situación de tortura. Luego aparecen fotografías de soldados, de mujeres; en blanco y negro, siempre en movimiento. Es decir, con solo ver las fotografías se nota un contenido social: la fuerza, el reclamo, la batalla de las palabras por ocupar su espacio en el verso.

La flor que se llevó contiene 45 poemas bilingües acompañados de un disco compacto en voz de la autora. Poemas sin título y sin signos de puntuación. Vayamos a la muestra: “Deja de seguir mis pasos/ como un animal furioso/ Deja de olfatear los caminos que llevan a nuestro hogar/ como un perro de cacería/ No somos conejos/ iguanas/ venados/ Tu espejo somos/ Mírate en nosotros/ y sabrás que no somos tu enemigo.” Poema que enfrenta, que se dirige inmediatamente a la segunda persona. Poema que busca la mirada y la comprensión del otro, que estira la mano esperando la reflexión y respuesta.

En otro poema aparece el deseo: “Despierta padre/ corre con los potros que ya se escapan/ que el valor no es nada frente a mis ganas de volver a verte/ ¿no ves que el demonio acecha?/ ¿oyes cómo suenan sus pies en la hojarasca?/ No son tortillas las que sostienen en las manos/ tampoco trae la voz de los abuelos/ Tiene sed, padre/ y quiere beber tu sangre.” Poema de nostalgia y melancolía, cercano al límite del panfleto pero que, en un último instante, libra el giro con las metáforas. Sin duda estos poemas salvan a la autora, de momento, porque el real poeta asumirá las consecuencias y, tarde o temprano toma su lugar físico junto al poema: 


          la orilla, es decir, el silencio.


Se nota y se siente la acumulación, como si los poemas hubieran estado guardados desde hace tiempo y ahora brotan, brotan de la tierra contaminada, de la tierra que requiere del químico porque no le basta ya el latir del surco y la coa. El libro es monotemático, esto es difícil de lograr, pues requiere fuerza y trabajo; el libro es un libro, no son poemas sueltos sino reservados, juntados, recopilados a través del tiempo; sacados del lugar donde estuvieron para romper finalmente la cáscara que no los mostraba, que no lo dejaba salir del cuerpo y del adentro. Poemas dolorosos pero necesarios. 

La lengua diidxazá circula sin pena en algunos municipios, principalmente en el de Irma; la Casa de la Cultura en Juchitán, Oaxaca, México, tiene buen tiempo que también anda; no hay pena tampoco por tocar temas y propiciar la diversidad sexual, en este sentido, la cultura como creación parece abrir mentalidades conservadoras y uniformes. Por otra parte, existen los Premios CaSa, creados específicamente para la lengua zapoteca —así dice la convocatoria— que, deseamos, propicien más escritores y géneros literarios, que experimenten, que critiquen hacia la profundidad del Binnizá.

¿Cómo funcionarán los poemas desde la lengua originaria? ¿Quién se llevó la flor como sugiere el título? ¿Cómo traducirá Irma la palabra soldado? Sin duda, la lengua se adecúa o propone según lo que ve, lo que siente; la palabra soldado la traduce como “los hombres vestidos de verde”. Desde mi lengua Tu’un savi, la traducción literal es: tee neen yutun ji’i (hombre carga madera mata). En últimas fechas —y a partir de la masacre en Nochistlán, Oaxaca— se minimiza y se ironiza: tee nee (hombre azul) o tee kuii (hombre verde). 

Ahora los Binnizá luchan contra las antenas eólicas españolas que invaden sus tierras; en estos tiempos de neoliberalismo no es época para descansar, sino para criticar y proponer, pero sobre todo, para buscar la esperanza con la acción permanente, con la autogestión, buscar en el resquicio de la utopía, permanecer despiertos a través de la pluma, la razón y el sentimiento. En algunos lugares del país, estos proyectos son denominados correctamente: proyectos de muerte.

Como un ejercicio, dejemos que el lector resuma, invada, recree el siguiente poema: “No apresures tus pasos madre/ yo también quiero correr a otros campos/ quiero encontrar otros corazones/ y hablar sin miedo/ Mas no puedo caminar aprisa/ con la sombra de los muertos/ que detienen mis pies.” ¿Madre tierra, lengua, naturaleza?

Finalmente, muestro un poema del libro-disco mencionado:

 

Naa nga gunaa yu ni guchezalu’ ne bisaananeu’ xpiidxilu’
Yanna caguiibelade’ ti che’ dxiibi
Cusiaya’ xtuuba’ guie’ xiñá’
ni biaana lu ziña yaa sti daa
Ma cadi dxapahuiini’ mudu di naa
xa ni cabeza guendandá dxi ra na’ xpa’du’
nga nuxhele laa
Zineu’ guie’ stine’
¡Dxu! ¡beenda!
Qui ñalu naa bichuugulu’ guie’
Ca yagana’ qui ñanda nucueezaca’ lii
Nisaguié ruuna lua’ qui zugaanda
cu’ gudxa layú
ne guni guiele’ sti bieque guie’ stine’

 

 

Soy la mujer tierra que rasgaste para depositar tu semilla
Lavo mi cuerpo para ahuyentar el miedo
Limpio las huellas de pétalos rojos
sobre la tierna palma del petate
No soy más la niña capullo
que esperaba el día en que las manos de su amado
la hicieran florecer
Te llevaste mi flor
¡Soldado!
Sin piedad la arrancaste
Mis ramas no tuvieron fuerzas para detenerte
La lluvia de mis ojos no será suficiente
para humedecer el suelo
y hacer que mi flor renazca