No. 90 / Junio 2016


Poesía y política


Entre dos desayunos en Chilpancingo

Por Jorge Aulicino



E
l viernes 22 de julio por la mañana, el alcalde del estado de Guerrero, Héctor Astudillo, recibió a los participantes del primer Avispero. Festival de Poesía de Chilpancingo (nombre este que en lengua náhuatl significa sitio de avispas), con un desayuno. Habló allí de la importancia de los eventos culturales en la región, una de las más castigadas por la violencia. Después del discurso, el habitual avispero de periodistas le preguntó por la amenaza concreta, formulada por una banda narco a causa de la detención de un jefe del clan "los Beltrán", en el cercano balneario de Acapulco, símbolo y emblema de la dolce vita de América en los años 50 y 60. La respuesta del gobernador fue que era de esperarse y le restó importancia. 
 
En los siguientes días, no se concretaría la amenaza de los narcos de "rafaguear" turistas en Acapulco. En cambio, el sábado al mediodía se conoció la noticia de que el alcalde de San Juan Chamula, Domingo López, y un síndico, Narciso Lunes Hernández, habían sido asesinados junto con otras personas en el vecino estado de Chiapas. Las imágenes que difundió la televisión mexicana eran de gentes dispersándose por una plaza mientras se oían secos los disparos de armas automáticas. San Juan Chamula es un poblado indígena, y el alcalde, del Partido Verde, había logrado romper allí la hegemonía histórica del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El alcalde había ido al verde y colonial edificio de la intendencia a escuchar a manifestantes que reclamaban por el cumplimiento de pagos previstos en programas sociales, cuando empezaron disparar sobre él y su comitiva. 
 
El domingo por la mañana, el gobernador de Guerrero estuvo ausente del desayuno con que iba a despedir a los asistentes a Avispero. El desayuno se sirvió igual en la casa de la gobernación, con esa mezcla de gusto dulce y mórbido de frutas y de picantes ardientes que da su carácter a la comida mexicana, pero no sabíamos que el gobernador estaba ausente porque, en lo que va de un día, otro alcalde había sido asesinado, esta vez en su propio estado, Guerrero: Ambrosio Soto Duarte, alcalde de Pungarabato, había sido baleado en una carretera, la noche anterior. Soto era del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Si había dudas respecto de los autores del asesinato en Chiapas (el Partido Verde lo calificó de "crimen político") no cabía ninguna respecto de los ejecutores de Soto: el alcalde izquierdista había pedido protección federal por amenazas de las bandas narco que actúan en el estado bajo nombres tan vistosos como Guerreros Unidos o Los Rojos. 
 
El Festival de Poesía fue, en este marco ―dos asesinatos en su transcurso−, un modo sensato de restituir la política, de sanar un ambiente aún lóbrego por la desaparición y presunta masacre de 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa en la ciudad de Iguala, en 2014. 
 
Las calles de Chilpancingo, la capital del estado, no son bellas, pero tampoco parecen violentas. Guerrero es un estado pobre y bello, de montañas cubiertas de bosque bajo. En cualquier recodo sin embargo puede suceder a) que una patrulla de policías federales y soldados detenga automóviles; b) que los narcos los baleen. En Chilpancingo la policía patrulla con fusiles. Pero el resto de la vida es normal, con gran ajetreo y unos embotellamientos dignos de gran metrópolis. La ciudad, en el valle, trepa por las faldas verdes. Viven allí unas 200 mil personas, más o menos la mitad de las que habitan la ciudad bonaerense de Avellaneda. No se oyen disparos y nadie impide que uno fume de noche en las veredas. Pero el ala invisible de la violencia cruzada, aunque básicamente narco, cubre las colinas y los valles. 
 
Es posible o casi seguro que la masacre de estudiantes hace menos de dos años haya sido un "crimen de Estado" como reclama la oposición al PRI. Es posible también que el asesinato del alcalde de San Juan Chamula, frente a la verde intendencia, lo hayan cometido pistoleros de un partido, entremezclados con peticionantes indígenas. Esto solo significaría que la ley de las bandas corroe la política. Cuando la distinción entre crimen político y crimen organizado se haya casi borrado, nada podrá esperarse, ni de la derecha ni de la izquierda en país alguno. En este sentido, y mientras escuchaba a un "poeta espontáneo" que pasó del homenaje a los 43 de Ayotzinapa a una especie de corrido lacrimoso, alzando las manos como un predicador, pensé que la función de la poesía es política, una vez más. Pedro Serrano, el notable poeta mexicano, director del recién nacido festival Avispero, lo deslizó en su breve intervención durante el primer desayuno: "Todo lo que aquí van a oír tiene que ver con Chilpancingo".