cornisa-inditos.jpg

No. 90 / Junio 2016


Fanny del Río
(Ciudad de México, 1959)


Línea de Fuego*

A Pedro Serrano

Nada hay tan rápido como la mirada y, sin embargo,
es conmensurable con el contenido de lo eterno.
Sören Kierkegaard



ELLA: Estoy aquí, entre el agua y la sangre. No hay nadie. Si miran, es solo por mis ojos. Antes también yo miraba. Fue largo el brillo ahogado en la curva del abierto espacio. Miré por mucho tiempo. Invento del espejo, luz a todas horas reflejada. Mirada puesta en la mirada. Soy sola, y a solas creo.

ÉL: Recojo en el azar los dedos, en pleno vuelo al pájaro. Me embiste una mirada y despedaza. Abrir la boca es invitar la herida, mas abierta está y queda: nombro el deseo. Mi carne es hambre de la carne, es ave de rapiña o mal agüero, es puro vuelo; oscura y extendida es capa. Ven, carne mía: hazte fuego.

ELLA: Es un toro lo que veo, y es la capa. Negra y roja masa que es un viento, y así pasa. ¡Ay, tiempo! Memoria: vista enturbiada. Ven, vista, y digna, olvida. Pero vuelve: alza la luz la capa, y oscurece. La tela es trama y está trenzada, ¿Quién urdía? Tres tiempos en la vida conjugaban. La oscura carne herida la sangre derramaba, y corría. Algo aquí me llama.

ÉL: Eran mis extremos. Allá yo los tocaba. Es cierto: eran dos, tres éramos. Eran mi lugar y eran mi espacio. Pero lancé la mano, y conocí lo que es el tacto. Cegado, no supe a quién estaba amando. Mas amaba.

EL HERMANO: Anoche amé a esta mujer. Su vida iba enredando. La grieta de su espalda latiendo resistía. Esta mujer tendí a mi lado. Y me abrí paso.

ELLA: Era la noche y la luna sobre el cristal se derramaba. Partí en tres caídas mi cabello y fui enredando. Estaba ante el espejo. Afuera, la noche tenía peso, y era volumen y, alta, en sus bordes se extendía y se desbocaba. Un punto negro me golpeó de pronto: era un grito sordo y era un pozo y una cuenca herida. Era un toro, como un repentino crimen; me llamaba.  

EL HERMANO: Mírame. Es a mí a quien hablas. Tu sangre soy, y existo. Anoche yo te amaba. Fuiste mía.

ELLA: De todos y de nadie. Así estalla…

ÉL: Sí: un ruido era. Después del artificio está la guerra. La pólvora en el aire como una enorme vela, y una tormenta. ¡Ay, la inexpresable nada! ¡Qué brillo inmenso! Relámpago furioso es la mirada, y lanza. La noche de su orgullo despojada queda. Atravesada.

ELLA: Noche, toro, espejo. La niña se miraba. Hilaba. Tres lunas la trenzaban desde afuera. Luna de luz reflejada, a todas horas reflejada.

EL HERMANO: La vida descarnada soy, la crudeza, la venganza. De nadie: solo mía. Yo no vi la guerra: estuve en ella. Tanto olor a muerte desembriaga. No estuve: fui. Ni olvido. Puntual estoy a un paso siempre de ella; soy quien soy en ella.

ÉL: Anoche yo la amaba. El eco es la voz en que se escucha el eco. Reflejo encadenado a su reflejo. Me pierdo en cada pliegue de una idea: la carne está fijada. Mi poder lo entierro en ella. Ayer, mañana… Anoche yo la amaba.

ELLA: Cierra ya los ojos y despierta: ¿quién me sueña? Miraba, yo miraba. Quizá una rueda, o es una arena. Polvo de polvo de la piedra. Estrellada. La noche inmensa de pronto abría su herida, y todo su artificio extraviaba. Un punto mínimo de fuego, el polvo de la pólvora me basta: rueda de la suerte, fortuna pronta en llamas, estrépito de toro en esa arena: la herida… otra vuelta, la herida… otra vuelta, la herida… otra vuelta…

EL HERMANO: Siempre atrás, siempre delante; a punto siempre de alcanzarte. ¡Ven, te toco!

ELLA: Ir hilando es un ir y venir de luz en otros dedos. Boca en boca iluminada. Desatada. ¡Ay, noche! Tres ángulos había, un cinturón formaban. Tanta paz, la piedra. Tanto tejer, ya no hay trama.

EL HERMANO: El hilo último, y te deshago. Mírate ahí, ya desvelada.

ÉL: Hube de amar. Quizá mañana. Pero no: he sido. En la punta de la lengua la derrota, la lucidez tentada. Vuelve, niña, a tocar y a ser tocada. Tal vez mañana.


* Publicado como “En línea de fuego” en sábado, suplemento cultural del periódico unomásuno el 21 de enero de 1983.