No. 91 / Julio - Agosto 2016


Poesía y política


Mundos paralelos

Jorge Aulicino



En 2007, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, dos poetas mexicanos, Pedro Serrano y Víctor Manuel Mendiola, y dos argentinos, Susana Cabuchi y yo, asistimos a un coloquio coordinado por Jorge Fondebrider acerca de "qué hace contemporáneo a un poema". Me parece que puede resultar útil que recuerde mis apuntes de entonces y los reformulé a la vista de algo que aún no era tan claramente perceptible por entonces: el impacto de la simultaneidad virtual sobre la estructura del poema y sobre la estructura de la idea de poesía.
 
Esto, en vista de la crisis de la contemporaneidad y de la participación de la poesía en la política de su tiempo.
 
Decía en 2007: 
 
La contemporaneidad de un poema no está datada. Un poema es siempre contemporáneo o es un poema malogrado. No es que recuperemos en un poema contemporáneo las antiguas formas. Es que la búsqueda de contemporaneidad es la búsqueda en la forma, el lugar en la forma. Las formas han sufrido pocos cambios, debidos a violencias necesarias, a énfasis necesarios, en tanto los contenidos cambian constantemente. La adopción del endecasílabo y los restantes metros de arte mayor en la poesía en habla castellana fueron uno de esos grandes cambios, de esas grandes violencias, quizá la mayor, en los últimos 500 años, en lo que se refiere a la forma. La otra gran violencia contra la forma fue la adopción de la métrica irregular y la sustitución de la rima regular por otros recursos rítmicos, como las rimas irregulares, las rimas asonantes, la aliteración y las asonancias y consonancias internas.
 
"Al poema no lo hacen contemporáneo las innovaciones en el contenido. Al poema lo hacen contemporáneo los empeños por mantenerlo en forma.
 
El gusto, el olfato, el tacto son los sentidos que nos mantienen aún aferrados a la idea de una realidad real que corre paralela a la realidad virtual, ese lugar de todos los comercios (económicos, políticos, culturales, que genéricamente podemos llamar la red).
Un tercer lugar, el de "la nube", hace posible la idea de una tercera o cuarta revolución industrial en tanto el comercio y aun la producción pueden alojarse en la nube.
 
Los tres sentidos que nos permiten decir "esa sangre es real" compiten con el creciente dominio de los sentidos de la vista y del oído, ligados cada vez más a la red. 
 
La experiencia virtual ha alcanzado estados impensables hace diez años. Podemos encontrar en la "vida real" a personas que conocimos en la red virtual, pero esas personas seguirán siendo, en lo real, seres de lo virtual (“un amigo de Facebook”: así las presentaremos a otros).
 
En mi caso personal noto que la simultánea experiencia de lo real y de lo virtual han producido cambios en la estructura de mis poemas. La estructura pasa a ser simultánea. La experiencia corre por caminos de realidad y virtualidad con el mismo peso. La metáfora ha dejado ser una figura retórica para ser existencia. Cosas que suceden "a la par" hablan una de otras. Se remiten unas a otras.
 
Antes podíamos decir que una metáfora, una imagen, un poema en conjunto, "movían" algo en nosotros. Ahora podríamos decir que las imágenes y los poemas mueven cosas que ya se han movido, porque habitamos entre cosas en movimiento: imágenes flotantes en dos corrientes que por ahora percibimos paralelas, pero que mañana pueden tener límites muy difusos.
 
Se abre así la posibilidad de que el poema se haya armado antes de que lo armemos y ofrezca, en el flujo, una posibilidad de sentido, secreto siempre como siempre ha sido la conexión entre los términos de una metáfora. Si esto sucediera, y no me cabe duda que está sucediendo, la poesía sería simplemente política sin que nos propusiéramos que lo fuera. Influiría en ese flujo civil de dos vertientes. Cada dos por tres estaría proponiendo un orden provisorio formado en las dos corrientes por las dos corrientes, mediante elementos cosas o imágenes arrastrados en esos torrentes y que de pronto se encuentran en un remanso. Luego, quizá, eso suceda entre dos corrientes no muy claramente diferenciadas. Más tarde, tal vez en una sola y única corriente. 
 
El acontecimiento nos habrá superado. Seremos políticos a la fuerza, sin saber que es a la fuerza. Habremos asistido a la revelación sin percibirlo en el primer momento. La memoria humana, la única que actúa a su exclusivo arbitrio y según leyes que seguramente son las de Dios, dirá, sentenciará, establecerá que eso o aquello otro fueron poesía. Que eso o lo otro han conseguido mantener la forma. 
 
Y tendremos a la vez recuerdo y promesa de paraíso.