No. 91 / Julio-agosto 2016


Poéticas de la Negatividad
 
Condición de lo mínimo. María Auxiliadora Álvarez
 


Por Ana Franco Ortuño

 

—La cuestión -zanjó Humpty-Dumpty- es saber quién es el que manda...,
eso es todo.

 

Si comienzo citando a Carroll es porque su nominalismo autoriza diccionarios. Un brevísimo diccionario de María Auxiliadora Álvarez contendría principalmente tres palabras: hueso, ojo, pájaro.

Quiero partir del plano del papel en que se extienden con precisión plástica sus versos; ese es su sitio: tiradas largas o cortas en estrofas brevísimas (de tres o cuatro). Con el movimiento se puede imaginar que por la noche, en la mesita, el libro amanecerá en otro acomodo y que, de nuevo, será ese su sitio. Puede imaginarse porque los poemas de María Auxiliadora pertenecen al reino de la fábula. La lúcida fabulación de la vida y el consecuente dolor de esa consciencia.

Se suma al anecdotario y los personajes, la dimensión vital de las letras (grafía). Y entonces, el ojo –esa cuenca llena o vacía, de humedades distintas y líquidos significantes– comprende el trazo diacrónico y sincrónico, como si se pudieran sumar abecedario y gesto. Porque se puede, la cuestión es saber quién manda.

En la depuración se conocen los recursos, su aplicación es escenario de una sintaxis rota que sabe religar con mayúsculas a mitad del verso o con paréntesis que duplican el sentido, en relación directa con el constante desmembramiento de la lengua, del cuerpo, de la mujer, del mundo. “Vértigo de la quietud”, de apariencia dulce en lo terrible, ecuánime en lo adverso, luminosa en lo opaco, la obra de Álvarez mira la grave puntualidad de quien babea indefectiblemente hacia abajo o de quien pare, y propone una inversión de estas determinaciones; no aspira, sin embargo, a que cambien, en términos ontológicos, se trata más bien de una propuesta a las leyes físicas. Tal vez de un regaño al universo, desde la condición humana y femenina.

La larga trayectoria de sus libros hace un recorrido por la brevedad que va de la distribución articulada de ocho o nueve palabras en la página, al aforismo en versículos, metáforas de herida que suman un poema. Habla de la madre y del padre, de los hijos, de la guerra y los sueños, del exterior incomprensible.

A lo largo de la lectura de sus libros las palabras terminan por significar en función de propiedades e impropiedades, sumas o restas en el intercambio o la repetición de las piezas, hacia una significación lejana ya a la Real Academia, y en pro de la lengua de una poeta que conoce bien los recovecos del oficio; lengua plena en el desgarro de la sorpresa:

XXI

Sinqué llegó a no existir
era en realidad una sombra
y no sólo una sombra sola
era la sombra del aire
la sombra del árbol donde estuvo
la sombra de las huellas
más abajo de las huellas
la sombra de la hojita sola
más debajo de la sola
sombra de la memoria
de la nada



El hueso, por ejemplo, es de lo humano el poroso sostén, dureza, estructura y disección, o la tensión de un erotismo casi doloroso. El pájaro, un trazo significante, un cuerpo diminuto en la dimensión del aire, también signo de lo que muere o se silencia.

Es en la conmoción de lo mínimo, a partir de una microfísica del mundo, que el espíritu humano cuestiona lo esencial y sus definiciones; porque se sisma desde lo pequeño para una condición, quizás, sobreexistente.




Grávida y Grávida

quebrada en la rama del silencio La hoja de la voz se precipita
                                                     en un pozo sin superficie

                                      Su peso la sumerge una y otra vez:
                                                              Grávida y Grávida

                          Era en el sólo-contemplar donde se sostenía
                                                                          El vaivén
                                                           de su (des)aparición



Orejas y lenguas

     el tren es el reloj de los sordomudos Mas sólo pasa
                           en las madrugadas Cuando los ojos
                                  son una estación inhabilitada

Su silbido urgente parte semi-vacío: triturando partículas
                       de orejas y lenguas inútiles y confundidas
                                           Y velozmente arrastradas

De Paréntesis del Estupor.





Un peine de hueso


tu mano es un peine de hueso
sobre mi cabellera

hundiendo sostenido

para llegar al fondo
                                                            y al extremo

el pulso no es libre
ni una hebra

sin el gemido
de la perfección




Al altar de los días

al altar de los días
traigo

                                                             un hijo de pájaro
                                                             que no conoce el cielo


la cabeza pende
del cuerpo diminuto


un ala es gris


la otra no viene nunca

De Resplandor, 2006, en Las nadas y las noches.





Ideograma

una familia
de pájaros quietos
bien puede ser
un ideograma
que en un lenguaje
distinto
diga otra cosa

y puede no ser
la memoria
de los pájaros
que han muerto

la escritura
de sus cuerpos
y sus últimos
sonidos

15

Un hilo de agua
sale de la boca

y baja

y baja

y baja

Si un hilo de agua
alguna vez
viera
                                                                                    hacia atrás

SI UN HILO DE AGUA
SUBIERA
OTRA VEZ

Cómo sería la vida de la boca
caliente y cubierta
con el agua de su nacimiento
y de su propiedad

quizá entrara el aire de la mañana
y el aire del mediodía
y el aire de la noche
y entrara lo que quisiera

y la lengua subiera
y hasta saliera
a veces
en cualquier dirección
como un animal de río

y cada labio por su cuenta
todo vivo
todo moviéndose
todo creciendo

Un hilo de agua
baja

y se va

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    De Ca(z)a, 1990