No. 91 / Julio 2016


Especiales

Perspectivas contemporáneas México-Brasil

Como circuladô: sobre la lengua desde la poesía



“Unfold”, Ximena Berecochea y Salvador Alanis


Antonio Andrade (UFRJ)


Usando su dicción conocidamente irónica, beligerante y, a veces, narcisista, Haroldo de Campos en el ensayo “De la razón antropofágica: diálogo y diferencia en la cultura brasileña”, relata la siguiente discusión:

Nathalie Sarraute, una vez, a mediados de los años 60 (…), me hizo la observación, conversando, que la índole de la escritura francesa no admitía un experimento a la Joyce. Le pregunté, en respuesta (vivos en mi memoria, de manera neolatina, los ejemplos de Macunaíma de Mario de Andrade y de Grande Sertão de Guimarães Rosa), si no consideraba a Rabelais un escritor francés. Desde 1963, yo había comenzado a escribir y a publicar mis Galáxias, una “barroucamortopopéia ibericaña” entonada, a contra canto, en el “feldoradoeldoridolatinoamargo”. Desde la segunda mitad de los años 60 (…), Severo Sarduy comenzaría a barroquizar, por acto de co-presencia, el espacio cartesio-valeryano de Tel Quel. (CAMPOS, 2004a, p. 254)



En el relato haroldiano, quedan olvidadas, sin embargo, informaciones curiosas al respecto de Sarraute: el hecho de que la escritora nacionalizada francesa es de origen ruso y su nombre de bautizo es Natalia Ilinitchna Tcherniak; que llegó a estudiar inglés a Oxford y se dedicó a analizar críticamente la obra de autores como James Joyce. O sea, habría una gran probabilidad de que la observación de Nathalie fuera fruto de una perspectiva extranjera respecto a las diferentes materialidades lingüísticas, históricas y culturales que conforman esas lenguas con las cuales ella estableció ambivalentes relaciones de L1/L2.

Mi observación tiene como objetivo no solo refutar la crítica de Haroldo a Sarraute/Tcherniak, sino antes, llamar la atención para cierta división dicotómica que los estudios literarios brasileños acostumbran hacer entre los escritores e intelectuales empeñados en la formación −y, modernamente, en la reconfiguración crítica− del sentido de nacionalidad, por un lado, y los que militan por un paideuma literario cosmopolita, capaz de deconstruir preceptos nacionalistas aparentemente “ingenuos” sobre los cuales nuestro canon literario habría sido fundado. Y, es interesante apuntar, que la noción de antropofagia parece servir para ambos propósitos. Nótese, al respecto, la reflexión con la cual Haroldo concluye su ensayo:

Escribir, hoy, en América Latina como en Europa, significará, cada vez más, reescribir, remasticar. Los vándalos, hace mucho, ya cruzaron las fronteras y son tumulto en el senado y en el ágora, como se predijo en el poema de Kaváfis. Que los escritores logocéntricos, que se imaginaban usufructuarios de una orgullosa koiné de mano única, se preparen para la tarea cada vez más urgente de reconocer y redevorar el tuétano diferencial de los nuevos bárbaros de la politópica y polifónica civilización planetaria. (CAMPOS, op. cit., p. 255 – itálicas nuestras)



La dicotomía entre el monolingüismo de una “koiné de mano única” versus el plurilingüismo de una “polifónica civilización planetaria” parece representar una fuerte reducción de posibilidades de abordar la lengua/lenguaje en el dominio discursivo de la literatura. Partimos del principio de que toda escritura se da como reescritura de textos de esferas de actividades diversas que confluyen en la corriente del interdiscurso. Ese movimiento configura, en palabras de Bakhtin (2003), procesos de polifonía y heteroglosia que movilizan formaciones discursivas que prevalecen en diferentes idiomas, registros o variedades lingüísticas, repercutiendo en formas marcadas y no marcadas de no coincidencias enunciativas en el plano de la textualidad (AUTHIER-REVUZ, 2004). Siendo así, no nos parece productiva la realización de una simple oposición entre lengua homogénea (una especie de koiné producida por la supuesta uniformización culta de la escritura) en contraposición a la radicalización polifónica del discurso (representada por Haroldo a través de la metonimia: vanguardia > vandalismo > nueva barbarie). Invirtiéndose el ángulo de visión, creemos que es importante poner en perspectiva la tensión que hace evidente la performatividad del lenguaje literario en el campo de las discursividades de una lengua.

Esa cuestión remite a la concepción de Foucault (2002) en relación a la intrincada relación entre los mecanismos de productividad y coerción que constantemente se reactualizan en la práctica discursiva. De acuerdo con la advertencia del filósofo: “Se tiene el hábito de ver la fecundidad de un autor, la multiplicidad de los comentarios, el desarrollo de una disciplina, como recursos infinitos para la creación de los discursos” (Idem, p. 36). Esa apuesta de una cierta idea creadora de la autoría parece todavía rebasar la visión concreta, según la cual la potencialidad de la escritura creativa es realizada solo por determinados escritores protagonistas del escenario literario, alineándose en el supuesto de una intertextualidad libertaria capaz de trascender cualquier tipo de regularidad lingüístico-enunciativa. La crítica a eso, sin embargo, no quiere decir, evidentemente, que el diagnóstico de Sarraute de que “un idioma X no puede admitir un experimento verbal Y” sea el más acertado. Su reduccionismo está en justamente no pensar el hecho de que el poder −inclusive, el poder de la lengua; lo que legitima qué se debe (no-)decir− no es solo represivo sino también productivo, de tal modo que no es posible entrever el papel positivo y multiplicador del discurso “si no se toma en consideración su función restrictiva y coercitiva” (Ibidem).

Eso se coadyuva todavía a la articulación entre ideología lingüística y gesto literario, apuntada por Kristeva (1999). En su reflexión, la ensayista búlgaro-francesa −condición semejante a la de Tcherniak− nos permite vislumbrar el modo como la historia de las políticas lingüísticas contribuye para la deconstrucción de la idea de universalidad del canon occidental. Tómese, a modo de aclaración, su afirmación en relación a Francia, en donde, según ella, “La historia de la Monarquía y de la República, de su cultura administrativa, de su código verbal, de sus instituciones retóricas y educativas llevó a una fusión sin precedentes entre el hecho nacional y el hecho lingüístico” (Idem, p. 57). De ese modo, la autora demuestra, por ejemplo, que el fuerte carácter subversivo y extremista de los géneros y recursos enunciativos de las vanguardias francesas configura un enfrentamiento de la tradición nacionalista. A partir de esa idea, nos gustaría proponer −es claro, con propósitos y contextos analíticos completamente distintos a los de Kristeva− una especie de discusión comparativa entre la constitución literaria y cultural brasileña y su “hecho lingüístico”, enfocándonos en la poesía moderna y contemporánea.

En ese sentido, en lugar de la división entre un enfoque cerradamente nacional y otro abiertamente planetario, es importante percibir la potencia performativa de la exploración estética del continuum oral-escrito (MARCUSCHI, 2010), en sentido de resaltar el “hecho-de-que-se-habla” (VIRNO, 2013a), es decir, el trabajo realizado por dentro de un idioma, en las astucias de su enunciación, de sus modos de direccionamiento y de sus distintas formas de gramaticalización. Esta escena del habla en el lenguaje poético tensiona la cuestión identitaria del sujeto lingüístico, marcado por la problemática inserción en comunidades discursivas que, paradójicamente, se abren y se cierran en relación a la alteridad, en un movimiento constante de diálogo y de estratificación. De acuerdo con Esposito (2007), tal problema adviene de la imbricación entre la idea de communitas −término que delinea la configuración del “espacio común” como un vacío, lugar de establecimiento de relaciones múltiples e imprevistas con el otro −y la noción de immunitas− ligada a los proyectos de (auto)protección, gregarismo y consecuente aislamiento de los distintos grupos sociales, tal como los discursos que, a lo largo de la historia, intentan justificar la prevalencia ola posición de esos grupos en el terreno de disputas por la hegemonía–.

Veamos, a propósito de esa discusión, el poema “Pronominais” de Oswald de Andrade (1971, p. 125):

Dê-me um cigarro
Diz a gramática
Do professor e do aluno
E do mulato sabido
Mas o bom negro e o bom branco
Da Nação Brasileira
Dizem todos os dias
Deixa disso camarada
Me dá um cigarro



Ya en el Modernismo de 22, el énfasis dado por Oswald a la gran diferencia entre lo que se prescribe en la gramática normativa y lo que se realiza en el uso cotidiano de la lengua, sobre todo en su registro oral, se muestra como un modo de deshabilitar mitos, representaciones poéticas y narrativas que definieron la identidad nacional como un espacio de harmonía, señalando, por un lado, la existencia de variantes diversamente empoderadas en el terreno de lo lingüístico y, por otro, la manifestación de estrategias pragmáticas −como la utilización del imperativo en 2da. persona, y no en 3ra., así como el empleo del pronombre antepuesto al verbo en lugar dela posición enclítica (alteración enfocada desde el título)− responsables por la modalización del pedido y por la protección del pacto de interacción dentro de los patrones de cortesía del portugués brasileño. Tal materialidad intradiscursiva constituye incitantes resonancias enunciativas de nociones como cordialidad, malandraje y favorecimiento, las cuales son indicio de una formación socio-histórica y cultural en donde afecto y exclusión, familiaridad y marginalización se entrelazan.

De cierto modo, el poema de Oswald marca una relación doblemente problemática de (no-) pertenencia del sujeto a la cultura letrada y a la comunidad de habla, de tal modo que opta por el distanciamiento por medio de la omisión de la 1ra. persona, en pro de la atribución de enunciados en discurso directo a entidades genéricas (“la gramática”, “el buen negro y el buen blanco”). Existiría, así, un cierto descontento y desacierto en los modos de estar en la lengua, una inquietud que adviene del propio cuestionamiento de la posibilidad de comunicación o, en otras palabras, del “tener-lugar-en-el-lenguaje”, de acuerdo con Agamben (2006).

Sin embargo, ese deseo de ocupar un lugar en la lengua, aunque de manera tensa e inquieta, no aparece solo en esa época literaria. Se presenta en muchos otros poetas brasileños e, inclusive, en la literatura del propio Haroldo de Campos. Léanse los siguientes fragmentos de una de sus Galaxias:

circuladô de fulô ao deus ao demodará que deus te guie porque eu não posso guiá eviva quem já me deu circuladô de fulô e ainda quem falta me dá (....) mas o povo cria mas o povo engenha mas o povo cavila o povo é o inventalínguas na malícia da mestria no matreiro da maravilha no visgo do improviso tenteando a travessia (...) não peça que eu te guie não peça despeça que eu te guie desguie que eu te peça promessa que eu te fie me deixe me esqueça me largue me desamargue que no fim eu acerto que no fim eu reverto que no fim eu conserto e para o fim me reservo (...) e não fie desafie e não confie desfie que pelo sim pelo não para mim prefiro o não no senão do sim ponha o não no im de mim ponha o não o não será tua demão (CAMPOS, 2004b – itálicas nuestras)



Es importante destacar, en ese fragmento, la presencia de la función fáctica por medio de la inclusión de un acto de habla de despedida prototípico (“que deus te guie” correspondiente a la expresión “Dios te bendiga”), lo cual muestra la fuerte presencia en el dialecto popular nordestino, aún en su ámbito cotidiano, de las condiciones de producción del discurso religioso. Virno (op. cit., p. 57) entiende la función fáctica como aquello que inserta el discurso en el mundo y, al mismo tiempo, bloquea el intercambio real de informaciones o mensajes y atrofia el uso descriptivo del lenguaje. El énfasis sobre esta característica del lenguaje de revelar sus recursos de construcción de la comunicación en enunciados no sometidos a lo referente, o al eje semántico central del texto, evidencia la relación constitutivamente problemática entre palabra y cosa. Tal vez por eso, Haroldo haya optado por asociar la noción de dispersión líricamente metaforizada por la bella expresión “circuladô de fulô” a la despedida, encrespando desde el comienzo, de modo paradójico, la posibilidad de interrupción del diálogo, aunque según Jakobson (1992, p. 126), la función fáctica pudiera servir para iniciar, “prolongar o interrumpir la comunicación, para verificar si el canal funciona (…), para atraer la atención del interlocutor o confirmar su atención continuada”. Eso se relaciona, en el texto, a la cuestión del “fin” y a la presencia reiterada del “no” como índice de cuestionamiento de la relación sujeto/comunidad. Tal percepción se revela lingüísticamente por la alternancia sintáctica del uso de tratamiento en 3ra. persona verbal y 2da. persona de pronombre personal y posesivo (ej.: “ponha o não o não será tuademão”). Además de eso, investigaciones en el campo del Análisis del Discurso señalan que en el portugués de Brasil hay una prevalencia de resonancias discursivas transitivas y que modalizan, en las cuales se evitan o se atenúan los enunciados de fuerte carga negativa o abruptas (SERRANI, 2010). No es casualidad que el movimiento de Haroldo en ese texto parece ser justamente lo contrario, dado que responde críticamente a este patrón pragmalingüístico (“prefiro o não”).

Ligando el concretismo a la tradición modernista, nótese que un texto como “circuladô de fulô” profundiza la herencia de la reflexión oswaldiana sobre el uso no patrón del idioma, no solo por medio de la representación gráfica de la variante fonológica (“fulô”), sino también por el trabajo morfosintáctico que articula juegos de neologismos a la celebración intergenérica del ‘repente’ (composición típica del cordel nordestino), señalando cierta “malicia” del lenguaje que acerca la experimentación neovanguardista a la manifestación folclórica popular. Tal imbricación transcultural es incitada a través de la cita del verso de Maiakovski (“el pueblo es el inventalenguas”), repentinamente asimilado.

El trayecto de esta compleja relación entre materialidad lingüísto-textual y cultura se reactualiza, con gran fuerza, en el periodo de redemocratización brasileña a partir de los años 80, cuando la canción “Língua”, de Caetano Veloso, por ejemplo −llena de intertextos simultáneamente literarios y mediáticos, y de extranjerismos (característicos del hablar brasileño contemporáneo) que conviven con estructuras de diferentes variedades del portugués−hace estallar, paradigmáticamente, una interrogación: “Flor do LácioSambódromo/ Lusaméricalatimempó/ O que quer/ O que pode esta língua?”. No casualmente, la lengua, que ya en la letra de Caetano funciona como signo doble de lo (in)corpóreo −idioma y parte del cuerpo, al mismo tiempo−, es figurada en un poeta como WalySalomão bajo la noción de labia, es decir, verbalidad y experiencia, requiriendo también la memoria de la voz (sonido, saliva, cuerpo, sujeto) en la corriente de la enunciación poética, alcanzando la dimensión erótica que el placer de escuchar/comprender la voz del otro en el proceso de lectura del poema puede desencadenar, de acuerdo con Zumthor (2007).

Es interesante notar que en el poema/canción “Talismã”, hecho en homenaje “al talismánico trío Noigrandes”, el autor de Gigolô de bibelôs reacciona críticamente a las voces que reducen la poesía concreta a la constructividad elíptica y metalingüística, asociando, en un movimiento de contraposición en tono marginal, las nociones de lengua, naturaleza, corporeidad y exceso:“Minha sede não é qualquer copo d’água que mata/ essa sede é uma sede que é sede do próprio mar/ essa sede é uma sede que só se desata/ se minhalínguapasseia/ sobre a pela bruta da areia” (SALOMÃO, 2014, p. 169-170). La reiteración excesiva del vocablo “sed” −vinculada a un mecanismo de énfasis por clivaje oracional, más común en el habla (“esa sed es una sed que es sed…”) −en un poema cuya proyección subjetiva se ancla en la 1ra. persona (“mi lengua”) demuestra el carácter hiperbólico de la dicción de Waly, que en una lectura apresurada puede ser confundida con subjetivismo ingenuo. No obstante, es importante percibir que el proceso de subjetivación de esa poesía revela la configuración problemática de una singularidad que no se reduce, de modo alguno, a la idea esencial de “yo” pleno e inmune a los contactos y a la dinámica sociocultural. Ver el sujeto singular como un agente simultáneamente circulado(r) de sentidos, frente a la exterioridad y a la heterogeneidad de formaciones discursivas, es fundamental para su comprensión contemporánea. De ahí se comprende el hecho de que la subjetividad es muchas veces perspectivada por medio de su relación con el común y con la dimensión de lo anónimo. Es fundamental pensar, en ese sentido, el modo como el sujeto es atravesado por la lengua y cómo el elemento pre-individual constituye el mosaico dialógico que conforma la enunciación. A propósito de eso, Virno (2013b) discute, agudamente, que:

La noción de subjetividad es anfibia: el “Yo hablo” co-habita con el “se habla”, lo que no podemos reproducir está estrechamente mezclado con lo recursivo y con lo serial. Pero precisamente: en el tejido del sujeto se encuentran, como partes integrantes, la tonalidad anónima del que es percibido (…) y el carácter inmediatamente inter psíquico o “público” de la lengua materna (…). La co-existencia del pre-individual y de lo individuado en el seno del sujeto está mediada por los afectos; emociones y pasiones señalan la integración provisoria de los dos aspectos, pero también su eventual desapego: no faltan crisis, ni recesiones, ni catástrofes. (VIRNO, op. cit., p.103)


Justamente en esa zona de crisis y tensión en donde se da la relación entre el pre-individual y el proceso de individuación se instituye el papel de la performatividad en el lenguaje. Y el gesto estético de la literatura parece ser el de anteponer el performativo absoluto “Yo hablo” en toda escena de escritura poética, mostrando, por un lado, que la lengua histórico-natural es el elemento pre-individual central, responsable del compartimiento múltiple y deslizante de trazos y regularidades lingüísticas, la potencia anónima de la comunicación que rebasa la comunidad antes del individuo; revelando también, por otro lado, que el performance verbal del poeta es su virtuosismo delante del público. El enunciado poético es así, en un solo tiempo, “eslabón en la cadena de la comunicación discursiva” (BAKHTIN, op. cit., p. 288) y gesto virtuoso sobre la lengua, expuesto a los ojos, oídos y reacciones del otro (VIRNO, 2013a, p. 34). Este abordaje, como se puede ver, intenta todavía deshacer la dicotomía de inspiración jakobsoniana estipulada por Haroldo, en el Secuestro del barroco en la formación de la literatura brasileña (1989), entre la exploración de la “función comunicativo-expresiva” en la historiografía literaria hegemónica (emblematizada por la figura de Candido) y la focalización crítica de las funciones poética y metalingüística (protagonizada por el propio ensayismo haroldiano).

No es casualidad que Waly, siguiendo una visión de la escritura como actividad necesariamente intertextual e intersemiótica −o, en palabras de Antelo (2014), como excavación arquifilológica− trae a la superficie, en el poema “Arauto escola”, la idea de escribir a partir de un “modelo”, pero dentro de una sintaxis moldeada por lo oral y utilizando, de modo ambivalente, el recurso del pronombre de tratamiento “você” como índice de generalización en el portugués brasileño (correspondiente al “se”). De ese modo, el poeta parece querer llamar la atención agudamente, a través de la exploración del impersonal, para el intrincado eje que intersecta en el poema (en cuanto género) ecos significativos del diálogo entre sujeto, alteridad y lengua:

Aí então você descobre afinal um modelo e você escreve tal qual ele horas e horas a fio e você tenta penetrar no espírito do seu modelo e escrever noite e dia e noite e dia e noite nenhum dia sem um traço nenhuma noite sem uma linha tomado possesso possuído pelo seu modelo e é este o papel dos modelos enquanto você persevera topando a parada sem medo de errar até matar a charada (SALOMÃO, op. cit., p. 179).






Referencias:

AGAMBEN, G. La comunidad que viene. Valencia: Pre-Textos, 2006.
ANDRADE, O. Poesias reunidas. Obras completas, 7. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1971.
ANTELO, R. A cena arquifilológica. In: ANDRADE, A. et al. (orgs.) Caminhos do hispanismo: vozes críticas, tendências teóricas. Rio de Janeiro: 7 Letras, 2015, p. 98-115.
AUTHIER-REVUZ, J. Entre a transparência e a opacidade: um estudo enunciativo do sentido. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004.
CAMPOS, H. Sequestro do barroco na formação da literatura brasileira: o caso Gregório de Mattos. Salvador: FCJA, 1989.
----. Metalinguagem & outras metas. São Paulo: Perspectiva, 2004a.
----. Galáxias. São Paulo: Ed. 34, 2004b.
BAKHTIN, M. Estética da criação verbal. São Paulo: Martins Fontes, 2003.
ESPOSITO, R. Communitas: origen y destino de lacomunidad. Buenos Aires: Amorrortu, 2007.
FOUCAULT, M. A ordem do discurso. São Paulo: Loyola, 2002
JAKOBSON, R. Linguística e comunicação. São Paulo: Cultrix, 1992.
KRISTEVA, J. El amor por la otra lengua. In: El porvenir de la revuelta. Buenos Aires: FCE, 1999, p. 55-76.
MARCUSCHI, L. A. Da fala para a escrita. São Paulo: Cortez, 2010.
SALOMÃO, W. Poesia total. São Paulo: Cia. das Letras, 2014.
SERRANI, S. Discurso e cultura na aula de língua. Campinas: Pontes, 2010.
VIRNO, P. Cuando el verbo se hace carne: lenguaje y naturaleza humana. Buenos Aires: Tinta Limón, 2013a.
----. Gramática da multidão: para uma análise das formas de vida contemporâneas. São Paulo: Annablume, 2013b.
ZUMTHOR, P. Performance, recepção, leitura. São Paulo: Cosac Naify, 2007.




“Fronteras y desplazamientos de la poesía contemporánea en Brasil y en México”, Claudia Dias Sampaio
“La naturaleza como retorno y extravío en la poesía brasileña contemporánea”, Celia Pedrosa
“Perspectivas contemporáneas México-Brasil. El lugar del no-luga”, introducción, Periódico de Poesía núm. 90, junio 2016