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No. 91 / Julio - Agosto 2016


Adán Echeverría
(Mérida, Yucatán, 1975)


Para que pueda poner al día todas mis ideas

Es el aire
y la tristeza en remolino
dentro de la piel
en mis ojos
el diablo
dice que no somos Pensantes
sino hechos en fábrica
clonados frente al ordenador
junto a las ventanas virtuales
esperando siempre
El diablo nos mira desde el ojo de la cámara
pequeñito como ha sido siempre
pobre diablo de arrugadas alas
celofán
pobre diablo de mirada musical
caído de tan viejo
en el objetivo de la cámara
sueña que lo reconozcamos en cada nuevo rostro
donde somos el aire
la virtualidad
mirándonos en el otro
vigilantes calladitos y ensimismados
por el teclado
somos la idea detenida
el mismo ser humano que no deja de aullar
su para qué para qué para qué
ad infinitum




Esos días

el tiempo me castiga lo sé
son estos kilos estas arrugas estas páginas deshechas del calendario
y la ruda tarea de reconocerse
hay un hartazgo acechante siempre
y el látigo no podrá con todas nuestras penas
acá están los alaridos
ahí las muñecas sin cabeza
en los rincones quedan las colillas apagadas de los cigarros que todos fuimos
antes de la prohibición
hubo flama y ardimos
y en esa combustión pudimos reconocer
lo que somos de humo
y lo que podemos flotar en distintos espacios
llenarlo todo abarcarlo
pero el tiempo cae con sus vértigos imprecisos
y solos somos ceniza
aniquilados hígado y riñones
los pulmones negros
y los dientes amarillos amarillos dientes
en que fueron quedando nuestros años dorados
qué fue de nosotros
el álamo se ha ensanchado junto al cenote
y ya no guarda pájaros para nuevos amaneceres
giramos nuestras ramas con el viento
cargados de termitas donde una a otra cruzan las arrugas
y en el fondo
sabemos que fuimos niños estúpidos
que nos equivocamos tantas veces
y solo nos queda reír de la emoción
por saberlo:
hemos vivido