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De donde son los poemas

José Kozer, Ácrono- Umbral, México, 2007
 
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De donde son los poemas gira en torno de la escritura de la vida propia y del acto poético que no difiere de la vida. Se desarrolla a través de un diálogo dividido en doce partes alternas: De donde son los poemas expone la confesión de una vida que se escribe y "Autobiografía" aborda los mismos temas pero con/desde otra voz: “Kozer y el yo” se buscan y conversan.

 

“De donde son los poemas” abre el telón y nos presenta una habitación llena de libros:

“Pascal, Bernhard, Mann, Montaigne, Cervantes, Góngora, Lezama, Borges, Sterne.” Después, un hombre que no hace nada, “No es domingo, tampoco lunes”, “Toma entre sus manos un libro de cabecera, lee, los renglones de la lectura son precisos, áridos, de arista dura”. Deja caer el libro y bosteza; no se mueve. “El silencio es grande” y le agrada ya que no es el “silencio absoluto que imaginamos astral y de la Muerte”. En el silencio, repentinamente aparece una mosca. El personaje toma conciencia del insecto: “Es lapislázuli la mosca, una imperceptible estridencia que asemeja la estridencia imperceptible de las estrellas: música, música astral, viva música de las esferas”. De donde son los poemas es un “espacio oracular” donde brota el poema, como brota el siseo de las alas en el silencio:

 

La mosca es un poema. Los poemas son combustión de moscas en perpetuo movimiento eslabonado, sin origen fijo, sin destino ni destinatario determinados: y asimismo no proviene de la mano de un poeta individual, con nombre y apellidos fijos. Un poema no viene en última instancia de la instancia última de Dante o de Trakl, de Hita o de Góngora, de Casal o de Lezama, no viene de Vallejo ni de Huidobro, no procede de Rilke o de Verlaine: los poemas vienen de las moscas.
 
En un fragmento de "Autobiografía" se lee: “Una abeja es mi autobiografía” […] “Mi autobiografía son las moscas y moscardones”. He aquí una razón de escritura: el poema vuela como las moscas alrededor de su imán. Se cae en el abismo de la voz, en el acercamiento del ojo o la visión. El poeta observa su mano, escribe y “esa mano saca de la escritura una tajada: creo que entonces reconoce el espacio de la prosa. Sin embargo, si en lugar de una tajada, la mano siente escozor, salpicaduras de fuego, chispazos que la hacen retirarse y a la vez desear permanecer, entonces la mano se sabe dentro del espacio (en verdad, abisal) de la poesía”.

De donde son los poemas habla del trabajo y los días: “Más de cincuenta años escribiendo, haciendo poemas”. Confiesa una anormalidad ya que “una vida normal no se empeña ni se desempeña haciendo poemas”.

 

Kozer (o el Otro) nos dice que hace poemas porque es su trabajo y cuando los hace reza, respira, cumple. Declara: “No soy poeta, no soy autor, no soy escritor: soy persona que durante años ha hecho y hace poemas: decirlo de otra manera sería falsear, falsificar todavía más esta extrañeza.”

 

El poeta es un fingidor, nos recuerda Pessoa, ya que toda autobiografía es ficción. José Kozer está consciente de estos postulados y escribe su poema autobiográfico en el que aborda el tiempo perdido, las horas de contemplación de las flores, los poemas no escritos.

 

A la mitad del libro las voces que componen el poema se encuentran:

 

Soy irreal. ¿Cuál de los dos soy irreal? ¿Es tú el irreal, Kozer yo? ¿Kozer el irreal, es tú pues el real? ¿Dónde (está) (estás) estoy?

¿A mí me lo preguntas? ¿Dónde estamos? ¿En qué estábamos?
A ver, ¿quién de los dos calla, cuál habla, y qué? ¿Cuál de los dos escribe, qué? ¿Cuál abre paréntesis? ¿Quién lo cierra? ¿Y el contenido entre paréntesis, tú, él o yo?

 

De donde son los poemas evoca las primeras lecturas, el “mayor de los lujos”, el “motor de la existencia”. En la lectura no hay muerte y nace el poeta. Cuando surge el primer poema, ya no es posible parar “Escribir o morir, no escribir era morir, y morir era, lógicamente, no poder escribir”.

 

Lo que el lector encontrará en De donde son los poemas es un aventurarse en el fenómeno de la escritura, una forma de respirar y expirar que recuerda a Lezama. Dibuja el “deambular zigzagueante de los poemas”, de la "Autobiografía" asumida por el poeta como un “vivir en estado de escritura, de grafomanía (o grafofilia)”.

Este gran libro de sólo 43 páginas, es un poema, varios poemas, la autobiografía y la poética del autor.

 

José Kozer, con esta reciente entrega, nos abre la ventana de la vida de su escritura.

 


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