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Historia solar
Jair Cortés
El Errante,
México, 2015.


 
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No. 92 / Septiembre 2016


No

No tuviste verdad,
no en tu huerto.
Tuviste una cajita que llamaste radio,
y conociste el voltaje de la existencia en una playa.

No tuviste que darme una moneda
para convocar a la decencia;
era yo la decencia misma,
con zapatos rotos,
quien te buscaba en las más pestilentes cantinas.

Un coro,
desde esa cajita, nos cantaba,
y con el vino
dijiste que me querías
decir
una cosa.

Y al día siguiente,
con barba y mil años encima,
pensé en el cuarto rayo de sol
que caía sobre la encalada pared,
mientras un escarabajo parecía buscar
el umbral de ese ruido,
de esos dientes tuyos,
de sal,
sin alivio.

 


Alumbramiento

Hombres y mujeres
se han reunido alrededor de ella.
Los testigos del milagro ayudan,
entre jadeos y sudor,
a que el verbo de luminosa fuerza venga al mundo.

La mujer
alumbra
desde su dichoso dolor
esta parte sombreada de la tierra,
y llorar es el canto del que inaugura
una alegría indescriptible.

Dar a luz,
dar de la luz otra luz misteriosa,
que mueve sus pequeñas manos
queriendo agarrar el aire.

Y entonces los demás,
miran al pequeño átomo,
y buscan rodearlo,
porque él los imanta,
los atrae desde la ternura
y la egoísta curiosidad de un extranjero.





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