Carlos Llaza (Lima ,1983; vive en Arequipa)
Mi madre separa los desechos vegetales para tirarlos en los panteones que ocupan el jardín.
Son dos rectángulos que albergan huesos de aceituna, corazones de palta, ojos de papa, esqueletos de púrpura.
Los ocupantes están cubiertos de moho blanco y verde. Las tumbas huelen a trago dulce.
Sé que en la calle las ratas hurgan cuerpos de jebe, mientras en casa la nube de moscas viene al asalto de mi cabeza.
calaverita
Mi abuela guardaba un cráneo en una caja de cartón.
Calaverita era el guardián de su kiosco en el colegio.
Tener un cráneo, al parecer, era común en ciertos círculos,
no obstante nunca me dejó acercarme al niño—había sido un niño.
Solo sé que lo encontró casi incorrupto en un bosque de eucaliptos
junto a la tumba de un perro cerca del río.
lo que no dijo Stetson
el cadáver que planté el año pasado en mi jardín ya comenzó a brotar
ahora paso las horas en este trono de plástico a la espera de las flores
con tabaco de liar y licor escocés en vigilia para impedir
que mi buen amigo el perro hunda sus garras y arrase con los huesos
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