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Vocación de animal
Gustavo Iñiguez,
Mantis Editores,
Guadalajara, 2016.





 
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No. 93 / Octubre 2016


El buey desollado de Rembrandt será el poema

El poema,
ese animal que llevaremos a colgar
del travesaño para abrir en dos su cuerpo.

 

Que      » confronte,
» asombre,
» conmueva,
» renueve
y         » convoque       con la sangre
de su cuerpo al ser abierto por el filo.

 

Contemplaremos con obscenidad

 

al poema,

 

ese animal patético que al ser escrito
y desollado seguirá aquí
destilando símbolos
hasta vaciar sus vísceras.

 

El sonido en las gotas
irá diciendo por dónde
a las rutas de la luz.

***

Échenle sal al lomo del poema,
al animal, para que se conserve
y no se pudra antes de tiempo.

 

Déjenlo atado para que perdure
y nos confronte.

 

Colgado a la madera
que puede y no va a convertirse
en barca para surcar los ríos del tiempo
como Cristo, el dios desollado de mi infancia.

 

Échenle sal al lomo del poema, al dios,
al animal para que nos refleje
y nos confronte
con las puntas de sus huesos.

***

Sabemos que es una bestia y nos asombra
ver su adentro. La oscuridad sale a la luz.

 

Esto es lo que profeso, la religión negra
de los huesos y los besos puestos al aire
de la piel con absoluta devoción del tacto.

 

Abro en dos las cosas que me tocan
y toco            verdaderamente
la emoción abierta con que escribo.

 

Sabemos que es un buey o un poema
que desollado alumbra o guía
orienta
como decir: asombra.

***

No es el fuego lo que quema
sino el calor que se desprende
y entra. Es lo que ocurre más allá
lo que conmueve.

 

Ilumina un poco desde arriba
para que haya un atrás
en la penumbra
donde lo esencial habita.

 

No hay absoluta oscuridad
no en el poema
porque vienen otras negruras

 

para estallar en luz

 

y desordenar a Dios
que »deslumbrado«
abre otras puertas
más allá del sótano donde oscila

 

el buey en canal.

***

Presenciar
para cambiar el nombre
a cosas anteriores que sucedieron aquí.

Después de ver la muerte en un animal expuesto
nada será visto como eterno.

 

El cuerpo cuelga de una rama
que el ojo va poblando de renuevos.

 

Un buey cambió su nombre
a Dios, después de Rembrandt.

 

La poesía sabe renovar
a quien la ha visto acontecer:

 

»el poema es todo lo que acaece«

***

Digo esencialmente
el nombre de las cosas
para que sucedan o se eviten.
Invocar:

 

esta palabra como un hacha
abre de golpe el vientre del poema.

 

Pronuncio a Dios
esencialmente en el nombre de las cosas
es decir lo que sucederá
y evito lo volátil de ser polvo.

Es la carnicería de convocar.
Palabra que se amarra al palo
para que todo
lo que pedimos con la voz

 

se exhiba en la fe que pongo
a las palabras, desolladas, ciegas.


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