No. 93 / Octubre 2016


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Leonora Carrington / Max Ernst

Enrique Juncosa

 


Muchos artistas y escritores pasan, tras su muerte, por períodos de olvido, períodos que pueden ser duraderos e incluso permanentes. Este no es el caso de la longeva artista y escritora Leonora Carrington (1917-2011), cuya obra, como la de otras mujeres surrealistas, está siendo objeto de una gran y merecida atención en los últimos años. En el mismo 2011 apareció Leonora, una muy buena novela de Elena Poniatowska inspirada en su vida. Poco después, en 2013, su obra fue objeto de una retrospectiva en el Irish Museum of Modern Art de Dublín, curada por Sean Kissane, seguida por otra en 2015, en la Tate Liverpool, ésta última organizada por la escritora mexicana en lengua inglesa, Chloe Aridjis. Leonora Carrington, quien huyendo de la Segunda Guerra Mundial llegó a México, donde se nacionalizó y desarrollará el grueso de su carrera, había nacido en Gran Bretaña, en el seno de una familia adinerada, siendo su padre inglés y su madre irlandesa. Las exposiciones mencionadas reivindicaban respectivamente ambos orígenes, celebrando además su obra plástica y su figura paradigmática de singular escritora y mujer independiente. Carrington fue una de las protagonistas del movimiento feminista en México en los años 70.

Su vida fue ciertamente novelesca. Fue expulsada de dos escuelas por su carácter rebelde, y logró estudiar arte, en la década de los treinta, a pesar de la oposición familiar. En 1936, siendo estudiante, verá en Londres la Exposición Internacional Surrealista organizada por el poeta David Gascoyne, y los críticos Roland Penrose y Herbert Read. Conocerá entonces a Max Ernst (1891-1978), bastante mayor que ella, y a quien seguirá a París al año siguiente de forma escandalosa para su época. Ernst se divorciará entonces de quien fuera su primera mujer Marie-Berthe Arenche, para acabar instalándose con Leonora en Saint-Marind’Ardèche, en el sur de Francia. La relación entre Max y Leonorano fue muy larga por culpa de los grandes conflictos políticos de aquellos años. Max Ernst, ciudadano alemán, fue arrestado al comenzar la Segunda Guerra Mundial por las autoridades francesas. Sus amigos, encabezados por Paul Eluard, lograrán que se le libere relativamente pronto, pero tras la invasión alemana de Francia, vuelve a ser arrestado, esta vez por la Gestapo. Los nazis consideraban el arte moderno, como es bien sabido, un fenómeno peligroso y degenerado.

Max Ernst logró evadirse de los nazis y llegar a Nueva York, gracias a la millonaria coleccionista Peggy Guggenheim, con quien acabaría casándose. Su matrimonio no duró mucho, sin embargo, y Max Ernst volverá a casarse a finales de los cuarenta con la pintora Dorothea Tanning. Ernst está considerado una de las figuras capitales del movimiento surrealista, habiendo desarrollado una obra siempre cambiante, comprometida con la experimentación. Ernst inventó la técnica del frottage, y utilizó también el grattage, la decalcomanía o el collage. Fue autor, precisamente, de tres prodigiosas novelas en imágenes con esta última técnica, siendo la primera La Femme 100 têtes (1929). Sus pinturas, caracterizadas por su diversidad estilística y temática, incluyen máquinas dadaístas, como Katharina Ondulata (1920); animales fantásticos como El elefante Celebes (1921); imágenes oníricas como Dos niños amenazados por un ruiseñor (1924) y La tentación de San Antonio; paisajes ricos en texturas como El bosque petrificado (1927) y Flores de nieve (1929); o imágenes de contenido político como Europa después de la lluvia (1940-42). Además, Ernst fue escultor.
Como hemos dicho, Carrington y Ernst vivieron juntos muy poco tiempo, periodo al que ella se refirió después como “un momento en el paraíso”, pero en ese momento colaboraron mutuamente más de una vez. Max Ernst ilustró la novela corta de Leonora Carrington,

La dama oval, y escribió un prólogo para otro de sus relatos, La casa del miedo. Ella por su parte le pintó un retrato extraordinario en 1939, donde se ve al artista alemán paseando por un paisaje helado con una suerte de vestido peludo que acaba en forma de cola de pescado. Sobre todo, Max y Leonora convirtieron juntos su casa en Saint-Martin d’Ardeche, una casa del siglo XVII, en una obra de arte, decorando sus paredes con murales y relieves escultóricos, además de crear allí un jardín de esculturas. Carrington escribió un relato autobiográfico sobre su llegada allí, El pequeño Francis, donde ella y su amante se convierten en figuras casi míticas, tales como las dos grandes figuras del relieve que permanece en la fachada de la calle, una mujer inclinada y desnuda, con un pájaro en la mano, y otra figura de un pájaro antropomorfo con los brazos en alto y otro pájaro más pequeño a sus pies. El pájaro, Loplop, es un tema recurrente de Max Ernst, y la mujer es la Novia del viento. Los dos artistas amantes llenaran la casa de criaturas maravillosas, incluidas sirenas, minotauros, caballos e híbridos de pájaros y toros o mujeres caballos, asustando, según se cuenta a los vecinos del pueblo.

De su vida juntos también es conocida una anécdota sucedida mientras Ernst era prisionero de los franceses. Estuvo internado primero en Largèntiere, donde compartió celda con Hans Bellmer. El comandante de aquel campo de prisioneros le permitió pintar tres horas cada día con la condición de que le pintara un paisaje del lugar, que iba a conservar como recuerdo. Leonora Carrington, que se alojaba en una posada en los alrededores para estar cerca de su amante, le consiguió lienzos y materiales. El caso es que cuando el comandante vio el cuadro se indignó con el resultado, habiendo exclamado que el prisionero no tenía derecho a pintar cosas así.

Durante el segundo arresto de Max Ernst, Carrington desesperada y enloquecida logró huir a España, donde acabó internada en un hospital psiquiátrico de Santander, en el que fue tratada con medicamentos hoy considerados peligrosos. De allí, en cualquier caso, logró llegar a Lisboa y pedir asiló en la Embajada Mexicana. En la capital portuguesa, obtuvo ayuda del poeta mexicano Renato Leduc, quien había vivido en París y frecuentado a Breton, Picasso y Eluard, entre otras figurasde las vanguardias parisinas, y quien se casó con Leonora para facilitar su viaje a México.Leonora Carrington fue apoyada después por Edward James, otra figura del surrealismo británico que tuvo una importante relación con México, como testimonia el jardín que diseño en Xilitla. Gracias a él, Carrington expuso en la galería Pierre Matisse de Nueva York en 1947, una de las galerías más importantes del mundo entonces y que mostraba la obra de los surrealistas europeos. La pintura de Carrington pertenece bien a ese contexto. Su mundo es un mundo mítico y onírico, con referencias a la magia, el ocultismo y el folklore celta, y a maestros antiguos reivindicados por los surrealistas, como El Bosco. Los títulos de algunas de sus pinturas, El nigromante (1950), El jardín de Paracelso (1957) o El mundo mágico de los Mayas (1963), sugieren cuáles son sus intereses. Carrington fue además una gran escritora. Uno de sus libros más conocidos, La trompeta acústica, está editado en inglés por Penguin Modern Classics.