No. 94 / Noviembre 2016
US Latino Poets



Carlos Aguasaco



Por Xánath Caraza
Copatrocinado por el Smithsonian Latino Virtual Museum




Carlos Aguasaco vive y escribe en la ciudad de Nueva York. Sus poemarios son Conversando con el Ángel, Nocturnos del Caminante, Antología de poetas hermafroditas, Diente de Plomo y Poemas del metro de Nueva York. Es autor de la novela corta El viejo y el man y del libro de estudios culturales ¡No contaban con mi astucia! México: parodia, nación y sujeto en la serie de El Chapulín Colorado. Ha coeditado Ensayos sin fronteras, Multilingual Anthology: The Americas Poetry Festival, entre otras antologías. Es fundador y uno de los organizadores de The Americas Poetry Festival of New York. También dirige la editorial Artepoética Press.

Sus poemas han sido traducidos al inglés, el árabe, el portugués y el gallego. Es profesor de estudios culturales latinoamericanos en el Departamento de Estudios Interdisciplinarios en The City College of The University of New York.  

En 2010 recibió el premio India Catalina en la modalidad de video arte dentro del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. Aguasaco también coordina The Americas Film Festival of New York.  

La poesía de Carlos Aguasaco es muy versátil en cuanto a contenidos, sin embargo el comentario social está presente tanto en su poesía como en su narrativa. Asimismo, el proceso creativo es un tema de su predilección. Aguasaco escribe en español y es uno de los poetas que han promovido la literatura en español en Estados Unidos desde hace un par de décadas.

En su poesía dialoga con escritores y nos habla de una urbe, a veces, caótica, otras veces, cínica y competitiva como lo es la ciudad de Nueva York. Nos habla del metro, de sus edificios, de lo mucho que las ilusiones se derrumban en una urbe tan grande. Aguasaco también recuerda y camina de la mano, entre sílabas, con quien lo ha acompañado en esa aventura, la de comenzar una nueva vida en otro país, con otras reglas, otro idioma, otra manera de ver el mundo, otra forma de sentir. El proceso de adaptación o integración a otro país no es fácil; aquellos que han salido de las zonas seguras se identifican con mucho de lo que Aguasaco plasma en el papel. En sus recorridos por las calles de la Gran Manzana invoca a otros poetas, que entre edificios y el silencio, le responden en la hora áurea, lo acompañan en ese momento de creación. En muchos de sus poemas usa verso libre, refleja así ese modo de ser neoyorquino, fuerte y rebelde, Nueva York es una ciudad caótica y bella a la vez, Aguasaco lo sabe y lo comparte con sus lectores. 

Para esta ocasión he seleccionado los poemas, “Nueva York”, “Parque”, “Poema dos”, “Nocturno en Nueva York” y “Neoyorquina”.



Nueva York

Este mundo es por definición desprecio y arrogancia.
Gesto de asco y el asco de hombres hombro a hombro
Sentados en el tren.
Mirada fija que en el punto medio se cruza sobre ti
Y en ti se disipa en un arabesco con forma de turbante.
No es este mundo tu mundo y lo es.
La ciudad está allí para ser tomada

La ciudad está allí para derrocharse
Para dar desprecio, para ser reflejo del hombre y el hombre
Para recordar que siempre, no importa dónde se mire,
El calor de un lente te abriga con la discreción obscena
De quien sin mirarte te observa.

Sería necesario matar a John Lennon y afrontar el sarcasmo
De sonreír a la cámara para que ella te denuncie
En titulares de prensa diez años continuos sin pagarte un centavo.

Reírse como un loco y apestar a dinero
Apestar con un loco y reírse del dinero.
Nueva York, no es a mí a quien saludas
Con tu antorcha encendida en el Atlántico.



Parque

El poema es un recurso de la piel
abrigo de huesos y el corazón que late
nací para llorar a cántaros y sentarme en los parques
la lectura en voz alta es hija del poema que se prolonga en el aire
Nueva York juega a ocultarse bajo el sol de la tarde
Soy un bulto sobre el césped que mira las palomas volar en círculos
El tren elevado marca el paso de los minutos en intervalos de a siete

Vengo hasta aquí para sentarme en silencio

Si fuera un árbol mis ramas harían una pirueta en busca luz entre los edificios
Si fuera un árbol mis raíces serían el remedo de esa pirueta
Me quedo inmóvil hasta que una paloma me caga la cara
Y me río
porque también me sé reír a cántaros
La piel escucha el poema y se eriza con sus acordes
La lectura en voz alta le rasca la espalda al viento
Y el tren, que allá viene, hace inaudible la siguiente línea

                                         (Para Nora y Úrsula en Woodside) 



Poema para dos 

Para escribir el poema, hacen falta dos
Nadie escribe la poesía y no hace falta nadie para que exista
Para que existan estas líneas haces falta tú
Y mi lengua que las traza sobre tu piel
La pluma de saliva que deletrea tu nombre en el borde de tus labios
Y tus labios como una pizarra en la que aprendo a ubicar los acentos 

Para leer el poema, haces falta tú
Y los ojos que lo escriben en el aire
Tus ojos re-escritores, creadores de mundos posibles
E imposibles
Como ese mundo en que tú y yo somos una sola ballena gigante
Sumergida en un océano de luces, ebria de amor
O casi imposibles
Como ese mundo en que caminamos por las calles de Nueva York
E ignoramos el frío del invierno, las luces de Times Square y las sirenas de
Emergencia
O mundos que fueron posibles
Como ese mundo en que nos amamos sin un centavo en los bolsillos
Y cantamos la canción de las vocales con que se escriben nuestros nombres 

                                                                           (Para mi esposa)



Nocturno en Nueva York 

Es la noche
un pez, que soy yo, en las aguas de la noche
nada en dirección a la luz
en busca de calor y de letras
la respiración es un grupo de burbujas que entorpece la vista
hace incómoda la lectura
Borges, un ojo que se oscurece como el corredor de mi edificio
Cervantes, la luz del elevador que se abre 

Es la noche
un pez, que soy yo, en las mareas de la noche
desvelado junto a la pantalla
con los dedos como escamas sobre las teclas
el hambre es un trabo salobre que revienta las tripas
y distrae la lectura
Borges, un endecasílabo indescifrable a la luz del día
Cervantes, todo el mar que me rodea en silencio 



Neoyorquina

Nueva York era un largometraje en tecnicolor
La bailarina frustrada que las hace de mesera en el Village
Junto a una india peruana que cocina como los dioses
La Neoyorquina de la espalda descubierta
La mujer de cadera destroncada
La clavícula de azúcar
Un anuncio de Coca-Cola con piernas largas
Alguien que pasa deprisa, que vuelve deprisa, que va deprisa

Nueva York era unas miradas en el bar
Y un motel a las afueras
Un argumento de Huidobro producido por David Linch
Cesar Vallejo envenenado con luces
Y otra vez, la mesera que da un brinco ensayado
La mujer que me sirve y me enseña la espalda
La joven actriz que se sorprende al verme leer

El poeta entró en la película por accidente,
Le dieron un papel secundario ordenando café en la barra
Tenía que encender un cigarrillo sin filtro y ver pasar a la protagonista
lucir extraviado en Nueva York
verse como un oso hormiguero husmeando entre el fierro y callar
Pero el poeta no sabe actuar, sólo sobre actuarse, tomarse demasiado en serio
Pasa la vida entre bares y no sabe de restaurantes 

Nueva York era un largometraje en tecnicolor
La bailarina sentada con el poeta
Y la preciosa india peruana que traduce al español
Todo lo que dice la rubia.