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No. 94 / Noviembre 2016


Luis Ernesto González
(Ciudad de México, 1966)


Antología mínima de dolores patrios

Tratado de Libre Desprecio


I.
Difícil, exportar la vida. Arrancar la tráquea del bálsamo cotidiano, quitarle el aire suyo de cada muerte postergada por una ignota dicha de tierra conocida, de la constancia, amor, de saberse presente, ser de una especie rítmica, no alada, hecha para atrapar del viento sus caminos. Objeto de comercio, todo menos la vida.

II.
Difícil, el exilio. Piérdete, que te trague la arena, que te demande el mar para su anonimato de grandeza, para ser perdidizo, olas o duna idéntica a su casual hermana, amorfas igualdades convertidas en drama de montículo aislado frente a la cordillera.

III.
Difícil, horadar paredes a prueba de mágicos conjuros. Estar fuera, ya no estar donde estabas, tu casa, el eco de lo tuyo en su viaje a la voz del origen. Que te mueras, qué importa… si te exportan. Alguien ha usufructuado tu tragedia.

IV.
La brutal inmersión. No sabemos nadar y nos arrojan. El agua te recibe entre terrazas, entre terrores abismales mutuos. Y ambos cambian de estado. Ella debe aprender a circundar tu cuerpo y darse forma en ti. Tú debes aprender a rebasar sus límites, generosa cesión de un espacio en donde tus pulmones flotan después de muertos. Y si los dos aprenden, el milagro: ella, tu aura infinita de tornasoles súbitos; tú, una voz cincelada de piel y calosfríos para cantarle a ella.

V. Que no mueran las olas en la piel de la amada. Que embista siempre el mar su diadema de pólvora. Que el estallido alcance la escalera lunar, que la rebase. Y que recojas tú los astros sorprendidos que decida la ola sembrar entre lunares.




En el reino del postsidente del desempleo

I.
Pagaré el terror en efectivo. Rechazo capsulitas de veneno. Si vienen a matarme, pagaré en efectivo. Antes, ¿de qué me sirve? ¿A qué llamar el crédito a la calle, esas lentas goteras erosivas que perforan la confianza en el prójimo?

II.
Manos limpias susurraron su halitosis y qué fácil cayeron los oídos. Tum-tum, tum-tum, venga a nosotros tu miedo, yo te salvo, tú no sabes nada, yo te digo qué quieres, no hagas caso del loco. Aunque tengan razón, esos mesías no van a comprenderte, quieren de ti mucho más de lo que puedes darles… El pueblo unido jamás será vencido… ¿Ahora entiendes por qué hoy estás vencido? ¿Ya comprendes por qué son disparates? No vayas a creerle a quien tiene razón. Tal compromiso es demasiado grande para todos. Cruz, cruz, que no te crucifiquen.

III.
Yo te amara, dolorido paisote, si no fueras ese cruel militante del olvido. Qué feroz activismo por no reconocerte, qué ganas de darle la razón a los versos grandiosos de Pacheco. Tampoco yo te amo, incandescente ahogado en tres o cuatro ríos por los que sí navega mi cansada vista. Mañana, pobre mío, mañana, con tus doscientos años de mentira, ya nada te diré. Tum-tum, tum-tum… porque tiran la puerta so pretexto de defender mi derecho a decir que no te amo. Sí, oficiales, aquí tengo efectivo. Así les pago.




No vavale la pepena

I.
El cansancio, señores, qué fiesta de bostezos. Pero no se detengan, no nos dejen sin circo y lo más serio: no nos dejen sin sueldo, que los sueldos humanos, amiguitos, salen siempre del circo. Pasen, pasen y vean cómo ha bostezado la mujer lagartija; miren al domador en tan grande bostezo que el león (gato curioso) se le mete a la glotis. A ver, hágalo usted, si le parece poco. ¿Que no se pierde de nada si no mira? ¿Y qué me pierdo yo no mirándolo a usted? Señor Gobernador Pena de Muerte, creo que hay un errorcito en sus iniciativas, asesino. Pero qué importa, cierto. Prian y circo. Y de los otros ni hablemos: unos por fraudulentos, otros por continuar mamando ubres presupuestarias.

II.
Me encanta su energía. Vamos a La Fondesa, ahí están los artistas. Todos irreverentes, qué hiperchido. Qué taller recomiendas pintas o escribes vamos a la cama que hay que segregar estas experiencias para poetizar. Conózcalos en su mejor babel. Todos son unos genios. Aire puro… sí, aquí, yo te lo vendo, pero me reverencias. Es más, te lo regalo… pero me reverencias y me becas. Es becado mortal regalar las letras al Estado.

III.
Nuevas deudas pafobaproar. Salvemos a los ricos, pobrecitos. Qué cansancio, por Dios. ¿Ya te pagaron? Se te quemó el billete por andar de tragafuegos. Humedecida esquina que oye tu sed y cruje. Te vende amor, amigo, agradécele mucho. Sólo está solo el que sólo está solo. El mundo es complicado, qué fusiones. Con fusiones así todo me queda claro. Claro café de nadie para el que es tridente de diablitos.

IV.
Hasta pa protestar contra el cansancio… qué cansancio. Qué cansancio de cuerpos energéticos. Ladrillo, cuánta lana, la cantera rosa de los floyds. ¿Cómo escapamos? Ya ni el santo ni el loco se liberan. El suicida menos, menos. ¿Cómo escapo de ti, mi genial compañero gremial? ¿Cómo escapo de mí, que me interesa lo que a diario mi prójimo me arroja?

V.
Amanece. Abro los ojos. El gato matutino se adhiere al vidrio de la puerta. Una mano que entiende la geografía de estos cobertores toma mi mano y aprieta. Buenos días. Un poco más, sí. Mucho más. Siempre.




Año nuevo, boiler viejo

I.
Su apellido apantalla, calderota, qué barco, carbones ardidos atizando el progreso desde el cuarto de máquinas; humea, haiga sido... Y en verdad es sólo calderita.

Y celebraron muchos. Pero esto viene de antes. Desde la broca que taladró el cerebro y lo llenó del eco de un grito de “¡Peligro!”.Dineros-dedos y-picaporte y el miedo más idiota de la historia.Y el devoto voto guadalupano por la máscara del zorrillo. Qué cosa. Cayó el dictador de las 14 cabezas electas por digital caricia, más alguna que otra mano negra en la verdadera cabecera. Qué pronto la santísima Roma psiquiátrica nos avisó que aquel que no fue décimo quinto sino el primero de dos estaba enfermito del cerebro. A tiempo, sí, ya era millonario de ranchos, de decepción ajena y voceras que arrastraban las heces (¿lo escribirán así los adeptos de la literatura del pibe José Luis y la rabina?). Muy a tiempo para él, babeante encantador que demostró lo obvio: somos un pueblo hambriento que lo da todo por platos de lentejas. Muy a tiempo. Delicia, imaginar cómo se siente aquél cuando se queda sin sus amigos, los medicamentos.

II.
Y luego el espanto del espantajo, las manos pánstinas (porque prístinas no… si el dizque mérito fue que no estuviera gobernándonos el de los 71 años y las 14 cabecitas). Inventar el coco y salir disparados a los brazos del justo tribunal patriótico que salvó a todos del riesgo a meter la cárcel a los dueños de México. Su apellido apantalla, calderota (ni en su ciudad lo conocían cuando se pustuló —postuló, postuló, corrijo— para gobernador. Qué importa. El drenaje de las estrellas inventa héroes formidables en pocos minutos). Qué bien le sienta el uniforme, cuádrese usted, amigo, aquí hayautoridá.

III.
Feliz año, compatriotas de nación naufragada. No podemos amarla, pero sí a cuatro ríos, a Morelos, a Juárez y al general que procreó a un señor que perdió su tamaño en la historia por mezquino. Feliz año, si sobrevivimos. Feliz andar las calles temerosos de ser víctimas de víctimas. Corramos a que nos cuiden los jefes de los secuestradores. Sus feudos benditos vulnerables sólo a fatales accidentes turbulentos.

IV.
Pero hay algo de veras luminoso y es patria, no colonia: nadie puede robarse nuestra ruta interior. ¿Viste lingotes verticales de luz entrar por la persiana? Mientras mi mano los interceptaba, invaluables tesoros, vi al gambusino diminuto cocinar una danza con las motas de polvo. Fui niño diez segundos. No hay secuestro posible de la ruta interior. Tampoco pasaporte, es cierto, pero quizá mejor. Porque estos cuatro ríos socavarán al fin los corruptibles muros de los dueños de todo. Y la fuente está aquí, bajo las áureas minas de los haces de luz que intercepta mi mano.