No. 94 / Noviembre 2016


Detox


antes (paisaje sonoro con mujer mirando una avenida)


Rocío Cerón


Nada es como lo fue. Cada rostro, fraseo o lengua cambia al paso de los días. En antes de Mónica Maristain los poemas son el pulso de lo que tiempo atrás sucedió, y nos sucede desde siempre, en rizomáticos flujos. Instantáneas residuales de vida, de encuentros y despojos. El lector encontrará aquí un libro de capas y voces, de rastros de lo que un día fue y nos persigue. Lo que se dice, lo que se piensa, lo que se calla: descubrirse en la retacería de la memoria, sea esta "verdadera" o ficcional, devela las razones que dan cuerpo y sentido. La carta astral dice la suerte cuando tú ya conoces esa suerte, ese destino; cada decisión resuena en un presente perpetuo que no suelta la soga al cuello.


Desde el desencanto, la duda, la mirada desde el taxi, el silencio, la rutina, el viajar en metro preguntándose por qué "la lástima se parece tanto a la gingivitis", las marcas del tiempo en nuestros cuerpos e ideas, los de a pie en las calles de ciudades que han dejado de tener nombre. Desde lo visto, lo percibido, lo que ya no es, Maristain testifica, absorbe el mundo, lo escucha y lanza, "aviéntame tu flema tu enfermedad/ para esos días en que nos sentimos líricos/ y no podemos aguantar el cerebro vacío/ espántame los malos ratos/ cuando la realidad es aguja de colchonero/ y no podemos llorar con la cara lavada". Angustia, sin autoconmiseración, sin piedad ante uno mismo, desnuda. Lenguaje que frasea en poemas de vértigo, donde la ausencia de los signos de puntuación acentúan la caída, el desplome, como lugar posible de vida. Poemas-pulso del tiempo histórico en el que vivimos donde se ensaya la posibilidad: seguir, seguir a pesar del derrumbe de las ideas, de los capitales, los sueños, las naciones o la caída propia: "disfraz de la que fui cuando los días no me trotaban por la piel", dice la autora. Escritura de registros, sonora (el murmullo del cuerpo propio y el de la ciudad entreverados) y con imágenes que estallan ante los ojos.

La autora se cuestiona su propia vulnerabilidad, su presencia inmersa en una ciudad, un pasado, en la vida de una madre con la cual se mece en la atemporalidad de los recuerdos compartidos. No exenta de sentido del humor, Maristain también hace aparecer actores de cine, perros (Chong, el que sube y baja escaleras), mujeres árabes en gasolineras, tigres. Un mundo poblado por el soundtrack del mundo contemporáneo. Dueña de un fraseo que va de las calles al humor y la ironía, de la inteligencia a lo emocional, en una velocidad continua, sin prisa pero sin alto (como quien se mantiene en lo fugaz y siempre está al paso), la poesía de Mónica Maristain da al lector ventanas, realidades personales que se hacen colectivas, zonas de conflicto que son espacios íntimos y de los cuales nos hacemos cómplices, versos que nos cuentan, a ráfagas verbales, a esquirlas que hacen sangrar la piel lo que importa, el gesto, lo mínimo: "los vidrios empañados y el índice que formaba una ese y una eme", musita Maristain. antes es los ojos que observan y delinean en un verso lo que ya intuimos, "para olvidarlo todo/ acuérdate de todo".

Las costras, como las cicatrices y la herida, nunca desparecen.