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No. 96 / Febrero 2017


Mayra Santos-Febres
(Puerto Rico, 1966)


tinta china

humo negro de la tinta
el fuego nos curte entero entero
 
humo que sube desde la hoguera
en las noches en que no alumbra la luna.
 
tú y yo oscurecidas, entera ,entera
gyna sapiens con su tinta
 
tú y yo dejando imprimaturas sobre la faz de la tierra.
 
¿si tú fueras yo,
quién yo fuera
 
sino una lenta combustión que sube al cielo?
 
humo negro que se engomina
con sudor y sebo
y el aceite de mis dedos
 
de mi piel sobada y negra
cuando la luna no alumbra
 
en las aguas  de todo lo que es.
 

7.
¿qué son estos signos?− pregunta la mujer
¿que son estos dibujos mínimos o máximos
que nombran las cosas, que las llaman
las vuelven presentes,
las convierten en otra materia?
 
¿qué son los sonidos que despide el aire
por mi garganta
esta guturación que represento con un dibujo rojo como la sangre?

¿son míos estos signos
o soy yo de ellos,
o somos ellos y yo de otra materia,
otro relieve  de las cosas que aparecen porque están contadas
que existen en otra casa, en otra caza, en otra cueva
pero que se vuelven magia
si los miro y los respiro?

¿si me los como en sonidos y los devuelvo
al aire que me habita?
 
¿por qué habito con los signos
en esta dimensión?
¿porque me llevan del mundo hacia otro mundo
que queda a la vez dentro y fuera?
 
        −pregunta una mujer la mujer que escribe,
cuestiona la mujer que escribe
toma nota.




devanagari (escritura urbana divina)

                                                                       (a mara negrón)
 
se hizo la cuidad
y las cosas dejaron de ser cosas
 
el musgo, el trueno, el trino
se convirtieron en símbolos
la rosa
en ligaduras (aksharas)
nacía verticales como lianas
 
el saber nombrar y transcribir
fue aquello que se hacía para transformar la cuidad
en otra cuidad divina.
 
en diosa de la ilusión que paseaba
la imagen de las cosas por la cuidad.
 
los signos y sus ligaduras
develaban el misterio frente a la contemplación
de una materia secreta.
 
los sabios y las sabias de la renuncia
cerraron las puertas de la cuidad ante los designios.
 
“la tinta, postularon,
no es otra cosa sino las sangres del cuerpo diferidas
los cuerpos del saber sin cuerpo”.
 
atrás quedó la carne con sus formas
atrás, la dejaron atrás,
aún ante toda la multitud de cuerpos habitaba la cuidad
 
cuerpos confundidos con la ilusión
de su trascendencia.
 
y ese animal
que ya no era animal
hizo lo propio
en la cuidad letrada
 
pero −cuentan otras sabias−
de la animalidad (también divina)
 
 
no hay salida.