Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966)
tinta china
humo negro de la tinta el fuego nos curte entero entero humo que sube desde la hoguera en las noches en que no alumbra la luna. tú y yo oscurecidas, entera ,entera gyna sapiens con su tinta tú y yo dejando imprimaturas sobre la faz de la tierra. ¿si tú fueras yo, quién yo fuera sino una lenta combustión que sube al cielo? humo negro que se engomina con sudor y sebo y el aceite de mis dedos de mi piel sobada y negra cuando la luna no alumbra en las aguas de todo lo que es.
7. ¿qué son estos signos?− pregunta la mujer ¿que son estos dibujos mínimos o máximos que nombran las cosas, que las llaman las vuelven presentes, las convierten en otra materia? ¿qué son los sonidos que despide el aire por mi garganta esta guturación que represento con un dibujo rojo como la sangre?
¿son míos estos signos o soy yo de ellos, o somos ellos y yo de otra materia, otro relieve de las cosas que aparecen porque están contadas que existen en otra casa, en otra caza, en otra cueva pero que se vuelven magia si los miro y los respiro?
¿si me los como en sonidos y los devuelvo al aire que me habita? ¿por qué habito con los signos en esta dimensión? ¿porque me llevan del mundo hacia otro mundo que queda a la vez dentro y fuera? −pregunta una mujer la mujer que escribe, cuestiona la mujer que escribe toma nota.
devanagari (escritura urbana divina)
(a mara negrón) se hizo la cuidad y las cosas dejaron de ser cosas el musgo, el trueno, el trino se convirtieron en símbolos la rosa en ligaduras (aksharas) nacía verticales como lianas el saber nombrar y transcribir fue aquello que se hacía para transformar la cuidad en otra cuidad divina. en diosa de la ilusión que paseaba la imagen de las cosas por la cuidad. los signos y sus ligaduras develaban el misterio frente a la contemplación de una materia secreta. los sabios y las sabias de la renuncia cerraron las puertas de la cuidad ante los designios. “la tinta, postularon, no es otra cosa sino las sangres del cuerpo diferidas los cuerpos del saber sin cuerpo”. atrás quedó la carne con sus formas atrás, la dejaron atrás, aún ante toda la multitud de cuerpos habitaba la cuidad cuerpos confundidos con la ilusión de su trascendencia. y ese animal que ya no era animal hizo lo propio en la cuidad letrada pero −cuentan otras sabias− de la animalidad (también divina) no hay salida.
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