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No. 96 / Febrero 2017


Nérvionson Machado
(Caracas, 1976)


A Nérvinson Machado le han salido laceraciones en el cuerpo

A Nérvinson Machado le han salido laceraciones en el cuerpo,
ciudades plagadas de hongos con forma de letras,
países hambrientos con el hígado hinchado
−nadie le dijo que la muerte
era un iceberg desde donde se tocaba el infierno–
hasta formar una noche.

Y ya muerto, yo espero un nuevo vientre que lo para. El barroco hecho un insulto como una canción de cuna que lo meza sobre las nubes del delirio. Si es posible, que no se le lea con esa voz de aguafiestas sacada de una misa gubernamental. Su lengua tiesa –esa vaina poética cayéndose a pedazos en lo invisible de la muerte– hace tanto daño como una enfermedad venérea.

A Nérvinson Machado y a mí nos han guardado en el mismo sitio. Y así uno vivo se asoma para conocer al muerto y el muerto se regocija para desquiciar al vivo. Mucho gusto, le escupo y siento que también muero. Veo sus ojos vidriosos llenos de un mar en el que el continente se ve a lo lejos como derritiéndose. Y le pregunto al cadáver: ¿Cuántos países te quitaron? ¿Cuántos muertos, al igual que tú ahora, se convirtieron en países? Y mira a donde te llevó todo esto, a que te dedicaran palabras de muerto, a veces ruidosas, otras infantiles y, sobre todo, a que te dejaran fuera de la poesía. Pero no te preocupes, no dejaremos intactas sus palabras, nos las comeremos con un café.