Del archivo de Periódico de poesía

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Elsa Cross: “Mi poesía es el vínculo entre lo interno y lo externo”, entrevista con Pilar Jiménez Trejo que fue publicada en el número 14, verano de 1996.

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No. 97 / Marzo 2017


Entrevista con Elsa Cross:
“Mi poesía es el vínculo entre lo interno y lo externo”

 
Periódico de Poesía, no. 14,
verano de 1996, UNAM/UAM, pp. 62-66.

Por Pilar Jiménez Trejo


¿Cómo fue su encuentro con la poesía?

A los 14 o 15 años comencé a escribir los primeros poemas, pero ya tenía un contacto anterior con la poesía, no sólo a través de lecturas sino de una cercanía con la naturaleza y muchas cosas más. El primer poema surgió de una duda existencia muy radical que los adolescentes suelen formularse: me inquietaba saber si era mejor estar muerto que vivo. Era una percepción de la muerte como algo que podía ser más interesante que la vida misma. Pero el poema estaba horroroso, era anacrónico y rimado.


¿Cómo comenzó a escribir poesía ya de manera formal?

Algo muy importante fue haber llegado, de una manera bastante casual, al taller de Juan José Arreola, porque eso sí me puso en contacto con una búsqueda seria de la escritura. La guía de Arreola fue muy importante para todos los que estábamos en su taller porque mostraba muy certeramente por dónde había que ir. Sugería lecturas, que en mi caso fueron muy importantes.


¿Qué lecturas?

Casi desde entonces uno de los poetas que más me interesó, y hasta la fecha me sigue importando es Rainer Maria Rilke. A él lo leí por sugerencia de Arreola. Otras lecturas que después me interesaron fueron Giuseppe Ungaretti y Saint-John Perse, así como Seferis y Elytis.


En sus poemas el ritmo es muy claro. ¿Es algo intencional o aparece de manera natural?

Es algo natural, pero también es una cosa que percibo porque trato de oír mucho los poemas y soy muy sensible al ritmo. Incluso cuando siento que hay versos cojos, que están sordos o que son pobres en el sonido, los corrijo. Me cuesta trabajo leer una poesía que no tiene amplitud de ritmo.


Esa “amplitud de ritmo” aparece en todos sus poemas…

Pienso que es una especie de ritmo interno, y desde luego que uno encuentra ciertos ritmos más afines que otros. Me refiero al ritmo en un sentido más amplio, no sólo en cuanto a los aspectos sonoros, rítmicos, sino a la totalidad de la visión poética.


¿Por qué en su obra el paisaje es una imagen constante?

Es algo muy presente, desde luego, en poemas muy vueltos al exterior como podrían ser Bacantes o Jaguar, que están dictados por lugares físicos, exteriores. Siempre está la búsqueda de la correspondencia interna con los símbolos de los lugares, los paisajes y el significado de todo.


¿Por qué le interesa tanto la naturaleza?

No es que me interese tanto, se hace presente en el poema. Encuentro que mi poesía no la puedo separar de la naturaleza. Quizá por eso nunca he escrito poesía urbana y tal vez nunca lo haga, porque siento que mis poemas brotan necesariamente de la naturaleza.


El agua, la lluvia, el viento son imágenes muy constantes en ese paisaje…

El viento muchísimo, no sé por qué si mi signo es de agua y no de viento, pero está muy presente.


En
La dama de la torre, uno de sus primeros libros, el tema del amor es importante y recurrente. En sus libros más recientes pareciera que el amor ha sido desplazado…

Mis referencias al hablar del amor han cambiado, pero es un tema al que recurro siempre. No es que el amor esté cancelado en mi poesía sino que vuelve de otra manera.


¿Cuáles son los otros temas a los que recurre?

Hay muchos, aunque los vea desde distintos ángulos porque con el paso del tiempo cambia la percepción, uno ve distintas cosas en el mismo objeto. Tengo tres o cuatro temas que vuelven constantemente. Unos son temas clásicos que han estado presentes desde Naxos, mi primer libro, y que vuelven en Las edades perdidas, La dama de la torre o en el poema que estoy escribiendo ahorita.


¿Cuáles son esos temas clásicos?


Muchas referencias muy cruzadas de culturas antiguas, de la mitología. Cosas que quizá ya tienen demasiado peso en la tradición occidental, pero que para mí han sido muy importantes, parte de una experiencia vital. Luego están temas mexicanos, por llamarlos así, que han estado presentes sobre todo en Bacantes, Casuarinas y en un libro anterior que se llama Espejo al sol, y en algunos poemas inéditos. Y luego están todas las cuestiones relacionadas con mi experiencia en la India, con esos estados internos que también van y vienen.


¿Por qué el interés en imágenes mitológicas?

Es algo que fluye natural, no es que me proponga tratarlas. Aparecen a partir de lecturas muy tempranas. Desde la infancia leí textos clásicos de mitología. Son algo muy presente y por eso tuvieron un peso formativo en mi vida. Además siento que pueden explicar con mayor profundidad muchos rasgos de la naturaleza humana, precisamente por su grado de indeterminación. No deja de sorprenderme que de pronto ciertas corrientes psicológicas pretenden tener la respuesta de todo lo que ocurre dentro de la mente del ser humano, en realidad sabemos muy poco, y a mí esto me lo refleja la mitología más vivamente que ninguna otra cosa.


¿Es la parte mística, interior, lo que más le interesa?

Sí, pero también está en relación con lo de afuera. Creo que mi poesía es el vínculo de lo interno con lo externo. En una dirección o en otra, para mí la poesía siempre se extiende entre lo de adentro y lo de afuera, es el camino que va de uno a otro de estos espacios, pero que los une. Lo interno sólo puede expresarse cuando se ve reflejando en lo de fuera, necesita ese lazo. Lo de afuera puede ser un espejo o al revés.


¿Qué le llevó a la India?

Un interés muy concreto por la meditación y la filosofía de la India. Fui con un propósito definido de acercarme a eso. Después empecé a viajar por la India, pero mi interés era en ese orden.


¿Qué sucedió en ese encuentro?

El encuentro fue con mi mundo interior. Dio la casualidad que ocurrió en la India, pero yo no iba a buscar “La India”, no iba en busca ni del país, ni de sus sitios turísticos. Estar allá me proporcionó una serie de paisajes y de cosas, pero nada más eran parte del correlato de lo que estaba encontrando internamente.


A partir de ese encuentro con su mundo interior sucedió una transformación en su poesía. ¿Qué fue lo que más le impresionó?


Por un lado las visiones internas que tenía en la meditación, sobre todo al principio. Por otro, se me transformó la visión del mundo, la de mí misma. Se vuelve uno más profundo. Cambia no sólo la percepción sino la relación que uno tiene con las cosas y por tanto la actitud. Más que la cultura, la presencia fuerte para mí es la del maestro espiritual. Es una presencia definitiva en mi vida y es lo que ha guiado, en una forma implícita o explícita, mi poesía. Eso fue una parte muy importante en mi desarrollo como escritora.


Baniano, título de uno de sus libros, es, según sus propias palabras, un antiquísimo árbol que hay en el áshram y del cual de sus ramas más altas brotan raíces que bajan hasta encajarse en la tierra, volviendo a su origen. Es, dice, un árbol de semilla pequeñísima en la que está contenida un enorme árbol. ¿La poesía es como las raíces del baniano: lo que alcanza, conoce el poeta sin abandonar su origen: pequeñas palabras que contienen un universo?

El baniano lo utilicé como una imagen que simbolizaba muchas cosas, pero es casi casual dentro del libro. No es tanto el baniano, sino otras cosas las que me interesaban. El baniano era un emblema muy bello y con una carga simbólica muy fuerte.


¿Qué similitudes encontraría con el baniano y la poesía?

No sé, podrían buscarse, pero no era lo que me planteaba en ese momento. La poesía estaba en segundo término. Diría que no escribí ese libro con un propósito literario, si lo                                                                                tuvo fue por suerte.


¿Por qué lo escribió?


Por una necesidad de expresar, dejar un testimonio o ver de algún modo escrito como un reflejo lo que estaba experimentando.


Ese libro fue escrito a partir de una experiencia de tres meses en la India, pero más tarde vivió en ese país dos años. ¿Con qué propósito?


Estaba estudiando filosofía y también meditación. Ése, digamos, era el motivo externo. En realidad lo que quería era profundizar en mi experiencia. Esos años han sido los más ricos de mi vida.


Vivió en la India y conoció esa cultura y en sus poemas habla de ella. ¿En qué momento apareció el interés por el mundo prehispánico que también está presente?


Después de mi estancia en la India al volver a México sentí una fuerza que jamás había experimentado ante la presencia de lugares sagrados prehispánicos. De eso surgieron dos libros: Jaguar y Casuarinas. Allí está muy viva esa comunión con esos lugares o con esos símbolos. No fue algo que hubiera leído en algún libro, fue lo que sentí de una manera muy viva, directa.


Tomás Segovia al hablar de su poesía dice que es nostálgica…

Creo que Naxos, mi primer libro, lo es y mucho, y también La dama de la torre; incluso siento que es un libro muy desgarrado. Pero no creo que la nostalgia sea un motivo muy recurrente en mi poesía.


Su obra no describe el paisaje urbano, pero sí habla de ciudades y de la naturaleza que hay en ellas. ¿Qué tanto le interesan las ciudades de las que ha escrito?

Poco. Sólo desde el punto en que me despierta una comunión con lo poético. Y eso es muy impredecible porque la poesía no tiene límites ni espacios específicos. Está en todos lados. Lo que creo es que cada poeta se relaciona con determinadas cosas. Yo no he escrito mucho sobre ciudades, lo que he hecho estando en Nueva York nadie lo reconocería; lo mismo podría ser cualquier lugar porque habla de uno de los ríos y del reflejo de la última luz del atardecer sobre el lago, igual puede ser cualquier lugar. La única ciudad a la que sí me refiero más directamente es Benares. Hace poco me pedían poemas sobre la ciudad de México y en realidad tenía dos o tres cosas muy pequeñas. No es que reniegue, pero simplemente no me acerca a nada de lo que quiero decir, por lo menos en este momento, no sé después.


¿Existe alguna ciudad significativa?


París. Hace como año y medio estuve tres meses, ya había estado otras veces pero sólo de paso, tenía una beca para traducir parte de la poesía de Yves Bonnefoy y dispuse de mucho tiempo para recorrer la ciudad. Todas las tardes me iba a caminar kilómetros, recorrí París de arriba abajo. Fue una experiencia maravillosa. Siento que eso me marcó y si algún día hablo de otra ciudad va a ser París. Sentía como si me hubiera enamorado de la ciudad. Cuando me fui era un dolor real, como si estuviera dejando a un novio.

¿Y de la India qué fue lo que más le atrajo?

La India es muchas cosas, es muy compleja. Yo viví al norte de Bombay en un áshram que se llama Ganéshpuri. Además, he recorrido varios lugares y me fascina, siempre estoy con el deseo de volver e ir al sur que no conozco, a toda la región Tamil. Hay otras muchas ciudades que me han gustado como Estocolmo, Florencia, Río de Janeiro…


¿Los poemas nacen instantáneamente o son producto de una reflexión?

Casi nunca son producto de la reflexión, pero sí de gestaciones a veces muy lentas de ciertos temas. Cuando estuve esos tres meses en París volví a escribir después de un silencio de dos años, fue una sensación muy rara, me sentía como si estuviera embarazada y de pronto, en el momento en que menos esperaba, comenzó a salir un poema que es el comienzo de un libro en el que estoy trabajando. En ese momento no tenía ni remota idea de lo que iba a tratar, ni de qué expresión iba a tomar. No sabía cómo iba a ser, pensaba que iba a escribir dos o tres poemas de golpe, pero no. Ha ido saliendo muy poco a poco.


¿De qué trata?

Un poco de los sueños y de la forma en que el ser humano se aferra a ellos y no los deja ir. Aun cuando se le deshacen en las manos, no quiere despertar. Son sueños de todo tipo.


¿Cuáles son los sueños de Elsa Cross?


Por lo pronto la poesía es uno.


¿Es un libro que habla de experiencias personales?

No. Es uno de los que estoy más ausente. Hasta ahora casi toda mi poesía había hablado de estados y experiencias mías y en este libro no sucede eso. No es tanto mi experiencia sino cosas que he visto afuera y que tienen una resonancia en mí por alguna razón. Desde luego que todo pasa por la visión del que escribe.


¿Acaba de festejar su cumpleaños, éste es un momento importante para usted?

No sé, aparte de que cumplo cincuenta años, que son un montón; no tiene otro significado especial. Estoy bien, creo que es un gran momento. Tal vez coincide con esta cifra tan redonda, pero no creo que le dé más o menos significado a lo que estoy viviendo. Es un momento de mucho trabajo, pero así ha sido siempre. Una de las razones por las que dejé la Casa del Poeta es porque tengo el deseo de dedicarme más a trabajos de ensayo y traducción que he dejado postergados por años. Además de continuar la poesía que estoy escribiendo, este libro en especial me interesa.


¿Hay libros que prefiere?

Hay varios libros que me gustan. La dama de la torre, Bacantes y Canto malabar son los que me han gustado más hasta ahora, puedo verlos todavía y sentirme contenta. Me gustan algunos momentos de otros. Pero también reniego de otras cosas.


¿La traducción y el ensayo han sido actividades paralelas a la poesía?

Casi siempre, aunque les he dedicado mucho menos tiempo. Hay muchos temas que me interesaría tratar en ensayos y no relacionarlos con la poesía sino con la filosofía de la religión o con los mitos.


En 1985 publicó La realidad transfigurada, un ensayo sobre la estética de Nietzsche. ¿Le sigue interesando este filósofo?

El libro hablaba sobre la idea de Nietzsche acerca de la tragedia y de lo dionisiaco. Él me interesó mucho antes de esa época; mi interés por Nietzsche es de hace 20 años. Lo que me ocurrió después fue que al conocer el sistema filosófico hindú de Shivaísmo de Cachemira, encontré, de acuerdo con mi inquietud y mi interés, que hay resueltas muchas cuestiones que Nietzsche dejó como callejones sin salida. De tal manera que ahora mi interés filosófico está más en lo oriental que en él. Desde luego que tengo una gran veneración por Nietzsche, más que por ningún otro filósofo occidental.


¿Qué filósofos orientales le interesan?

Más bien me interesa tocar ciertos temas. No soy especialista de filosofía oriental, la estudio porque me interesa y puedo dar cursos de introducción en la UNAM, pero no me he dedicado a eso de una manera especializada porque me hubiera exigido refundirme 10 años para estudiar a fondo sánscrito y todo eso y no es lo que quiero.


¿Qué temas le interesan?


Hay muchos, sobre todo de la mística. Por ejemplo esa visión de Dios como oscuridad que está en muchísimos místicos de oriente y occidente. No sólo san Juan de la Cruz habló de la noche oscura, hay otros místicos que hablan también de esa visión de Dios como tiniebla.


¿Qué quiere hacer en la traducción?

Quiero terminar una antología de la poesía mística de la India de la Edad Media. Aunque no son traducciones directas sino del inglés y del francés es algo complicado por la variedad de lenguas en que escribían estos poetas. Es algo en lo que he trabajado durante años y no he podido terminar por falta de tiempo y porque quise incorporar a los poetas tamiles del sur de la India que son muy importantes.


¿Qué poetas hindúes le interesan?

Varios, pero de los poetas místicos están Kabir, Jñaneshwar, Tukaram.


¿Qué poetas occidentales le siguen interesando?

Mucho Saint-John Perse y algunas partes de Yves Bonnefoy.


¿Y de poetas mexicanos?


Hay muchos que me interesan y me gustan. Creo que es un momento de riqueza excepcional para la poesía en México. Veo, sobre todo en poetas muy jóvenes, la tendencia a decir que no hay nada, pero opino lo contrario, hay muchísimo y lo vamos a poder apreciar en unos años más.



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La esfinge ante Edipo

Elsa Cross

Como un inmortal,
con la maraña de rizos
            apretados en la sien,
los ojos negros,
se hace presente como un filo—
la que lo mira se pregunta
                si él lo sabe.

“Una gota de sangre
            para tu abismo.”

Y es ella quien se abisma
en el reflejo implacable de esos ojos.
Cosas muy otras dicen sus palabras,
veneno dulce,
        punta de flecha oculta:

“Aquí está mi semilla—
            la semilla de mi amistad.”

Lo deja acercarse
sabiendo que trae la muerte
                en los cabellos—
enmarcan la cara
con la sombra de barba apenas,
máscara perfecta de joven dios.

Y el dios que lleva dentro
—vestido de negro,
con la luna en la oreja—
concentra en su mirada
un camino sembrado de huesos,
la hazaña
        en la impaciencia de sus gestos,
        en el imperio de su voz.

Sonríe
        —labios finos,
        dientecillos de fiera.
Es una la voz
            y otra la cifra.
Habla,
colmado del peso de sus sueños.
Por un momento se abre,
                vulnerable,
pero es ella quien recibe
la punta certera.

Pausas sombrías,
miradas vueltas hacia el brillo recóndito—
                    el propio abismo.