No. 96 / Febrero 2017


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Severo Sarduy / Roland Barthes

Enrique Juncosa

 

El escritor y pintor cubano Severo Sarduy (Camagüey, 1937-París, 1993) llegó a París en 1960, a los 23 años, para estudiar arte en la Escuela del Louvre. En París se matriculó, además, en los seminarios impartidos entonces por el lingüista y filósofo Roland Barthes (Cherburgo, 1915-París, 1980), que le iban a marcar para siempre. Sarduy se integrará pronto en el enormemente influyente grupo estructuralista organizado en torno a la revista Tel Quel, creada por Phillip Sollers y Jean-Edern Hallier, donde colaboraron, además de Sarduy y de Barthes, figuras como Julia Kristeva, Umberto Eco, Marcelin Pleynet y François Wahl. Este último será la pareja de Sarduy y se hará cargo de la edición de sus obras completas publicadas en 1999. El cubano se quedará en Francia para siempre, siendo el único latinoamericano de aquel grupo. Su obra gozó allí de un gran reconocimiento. Su novela Cobra, por ejemplo, fue traducida al francés por Philippe Sollers y ganó el prestigioso premio Médicis étranger en 1972. Roland Barthes mismo escribiría un ensayo sobre Sarduy que sería publicado como prólogo de una edición española de 1980 de otra de sus mejores novelas, De donde son los cantantes (1967). Sarduy, además, trabajaría como editor para Editions Seuil primero, y para Editions Gallimard después, promoviendo desde editoriales tan prestigiosas e influyentes la literatura escrita en español.

 

Sarduy, que comenzó escribiendo poemas, publicó su primera novela, Gestos, en 1963. Entre sus obras, además de la ya citadas, destacan también novelas como Maytreya (1978); el libro de poemas Un testigo fugaz y disfrazado (1985); un original y muy bello libro de viñetas autobiográficas, recuerdos y viajes, El Cristo de la Rue Jacob (1987); y sus importantes ensayos sobre el Barroco, que fueron reunidos en un sólo volumen titulado Ensayos generales sobre el Barroco (también 1987). La obra de Sarduy se inscribe en el llamado neo-barroco, que propiciarían numerosos escritores cubanos como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante o el mismo Sarduy, pero que también tendría ramificaciones en otros países de Latinoamérica, siendo un fenómeno no sólo literario que se extiende al arte visual y al cine. En la escritura de Sarduy se manifiesta siempre un compromiso con la vanguardia y la experimentación, no resultando extraño que estuviera siempre interesado en el arte moderno y contemporáneo. Dejó dicho, por ejemplo, que su primera novela, la ya citada Gestos, tenía que ver con el expresionismo abstracto de Franz Kline. Fue también un brillante crítico de arte, y escribió de artistas tan distintos como Luis Feito o Larry Bell. Sus trabajos en este campo están todavía dispersos, algo que valdría la pena corregir.

 

Sarduy fue también, ya lo hemos dicho, artista. Pintaba sobre papel, pero también a veces sobre corcho u otras cortezas de árboles, en formatos preferiblemente pequeños. Utilizaba pinceles muy finos y acuarelas, además de materiales menos frecuentes como café, azafrán o su propia sangre. Sarduy dejó escrito que escribía con el cuerpo antes que con su mente, así que es fácil ver estas pinturas como una prolongación de su escritura. Realizadas de forma obsesiva, laboriosa y lenta, sus imágenes se asemejan a veces a caligrafías orientales y a tejidos rituales. También tienen algo de Rothkos en miniatura. Mark Rothko fue uno de sus artistas predilectos y le dedicó un soneto, algo que también hizo con Morandi. A Sarduy, no está de más añadir, le interesó fuertemente el budismo. En 1998 se organizó una retrospectiva de su obra artística en el Museo Reina Sofía de Madrid, que viajaría después a Miami y a la Ciudad de México, además de otras ciudades españolas.

 

Sarduy comparte con Barthes la doble condición de escritor y de artista. Como Sarduy, Barthes es mucho más reconocido como escritor, pero en los años 70 realizó un considerable número de dibujos que prueban que aquella era una dedicación seria. El departamento de manuscritos de la Bibliothèque National de Francia conserva, además de cuadernos y manuscritos, más de 300 dibujos suyos. Estos dibujos de Roland Barthes, quien escribió con gran elocuencia de Cy Twombly, oscilan entre la escritura y la pintura, encontrando un antecedente directo en la obra de Henry Michaux, otro escritor-artista sobre quien ya hemos escrito en estas mismas páginas virtuales. Se trata de dibujos espontáneos, hechos con materiales diversos como óleo, pintura acrílica y rotulador. Como en el caso de Sarduy, la forma de pintar de Barthes tiene una intención y cualidad meditativa. Ryan Bishop y Sunil Manghani, quienes organizaron una exposición reciente titulada Barthes / Burgin, en la que reunieron obras del francés junto a obras del artista conceptual británico Victor Burgin (John Hansard Gallery, Southampton, 2016), escribieron lo siguiente en el catálogo: “Podemos entender su método como algo relacionable a su interés por lo Neutro, a lo que se refiere como una forma de trasponer cuestiones estructurales a un nivel ético.” Sarduy y Barthes parecen de-construir el espacio pictórico de una forma física y placentera.

 

Barthes, que fue profesor universitario durante gran parte de su vida, fue autor de obras tan importantes como La muerte del autor (1968), S/Z (1970), El placer del texto (1975), su original autobiografía Roland Barthes por Roland Barthes (1975), el maravilloso Fragmentos de un discurso amoroso (1977) y La cámara lucida (1980), libros que destacan no sólo por sus ideas teóricas, sino también por la forma en que están escritos. Barthes fue un enorme escritor, tal como Emil Cioran, Walter Benjamin y Friedrich Nietzsche. Una de sus ideas más influyentes es que los escritores no son los únicos autores de sus textos, que pueden ser interpretados por sus distintos lectores de formas diferentes e insospechadas para los autores. La obra de Barthes ha sido muy importante para distintos artistas contemporáneos, sobre todo aquellos con prácticas conceptuales o neo-conceptuales. Ciertamente, muchos consideramos mejores obras de arte aquéllas que son irreducibles a una sóla explicación. El Centro Pompidou de París le dedicó a Barthes una gran exposición en 2002. Sarduy y Barthes, que fueron grandes amigos, murieron de forma prematura. Sarduy a causa del SIDA y Barthes como consecuencia de complicaciones surgidas días después de ser atropellado por un coche.