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No. 97 / Marzo 2017


Leandro Llull
(Rosario, 1983)


Huesos


¿Te acordás del monstruo
que unos pibes encontraron
cerca de la rompiente y las aguas vivas?
Ardía negro y perlado un palo
marcando aquel hallazgo y la gente
se amontonaba para verlo.
Pero solamente había una seña,
la intriga y la sorpresa soportando
el embate de la espuma.
“Un hueso” —dijiste—, un fósil
de alguna criatura milenaria
en la orilla del mar como la pena
estaba clavada sobre mi fémur.
Blando, efervescente, irradiaba
su latido y rodeaba con un pecho
de medusa los maravillados años
igual que la sal sobre la piel
cuando nos quedamos encallados
a secarnos en la arena.




Mapaches y elefantes

Hablamos con un amigo acerca de qué cosa sea la belleza
y le cuento que una tarde, acompañado de una tía,
en la trastienda de un circo viejo,
tomé un puñado de yuyos del baldío
y lo acerqué temblando a la boca de un elefante.
Le juro que en ese fondo abierto entre la trompa y los colmillos
sentí el resplandor negro de todo lo perfecto.
Él me responde: “Eso es lo sublime, hermano”,
y en sus ojos oscuros y ojerosos como los de un mapache
yo veo un abismo brillante y sincero
al que mi corazón se arroja,
y pruebo de nuevo aquel bocado que mi mano obtuvo
al entregar diez pastos secos,
en un viaje lento, humedecido
por el aliento de lo bello.